LÚBBENAU
La principal peculiaridad de la ciudad de Lubbennau es que dentro de su termino municipal se encuentra el castillo donde se diseñó la operación Walkiria, que pretendió acabar con la vida de Adolf Hitler, y adelantar así el final de la segunda guerra mundial. El castillo de Lubbenau es de estilo neoclásico y se encuentra ubicado en el bosque Spree, siendo uno de los edificios protegidos de Lubbenau. Hoy es un hotel de lujo. Paradojas de la historia.
Cuando lei la placa conmemorativa pegada a la fachada del castillo hotel, en la que se recordaba que su propietario Wliheim von Lynar (oponente por esas fechas al Fuhrer) había cedido parte de las instalaciones del castillo para llevar a cabo una de las reuniones preparatorias de la operación Walkiria, se me disparó la imaginación de este suceso y de sus consecuencias en el desarrollo final de la Segunda Guerra Mundial y la post guerra. Sobre todo por el de esta ultima, dentro del cual seguimos habitando todavía. No se si nos preguntamos en esta época de post guerra extendida, llamada eufemísticamente globalización, que hubiera supuesto el triunfo de la Operación Walkiria y la consiguiente desaparición de Hitler incluida. Los nueve meses menos que hubiera durado la guerra, habrían supuesto un ahorro considerable en vidas humanas y en la destrucción de decenas de ciudades y otros lugares e instalaciones necesarios para el porvenir de esas vidas humanas. No se si aun así el daño en julio de 1944 era ya irreparable, quiero pensar que no. Una salida negociada después de la muerte de Hitler en el atentado, como así tenían pensado los promotores del golpe, hubiera mantenido en pie todavía una buena parte del patrimonio urbanístico del continente y también, esto es muy importante, se hubieran conservado los hábitos de convivencia reconocibles dentro de los ámbitos que existían antes del inicio de las hostilidades. En que medida la postguerra extendida o globalización, es decir, la salida de la guerra con una inequívoca división entre vencedores y vencidos, ha acabado de hacer lo que la guerra propiamente, y por razones obvias de agotamiento, no pudo rematar, lo podemos ver los ciclistas en la nueva urbanización de los solares que dejaron al descubierto las bombas. Ganaron los bolsillos de los especuladores urbanísticos, perdieron los corazones de los ciudadanos.
Como consecuencia de toda esa maldicion, que debido a la prepotencia tecnológica del sujeto modeno, cayó sobre las ciudades europeas y alemanas en forma de tormentas sucesivas de fuego, perdimos nuestra relación con el origen y por ende el rumbo de nuestro destino como civilización. Y a quienes cogieron el testigo de semejantes catástrofes, como castigo, las palabras de siempre dejaron de hablarles en nuestra lengua natal para volverse ambiguas y vacías, y a renglón de esa perdida los víveres que habían consumido sus antepasados perdieron su sabor y los útiles que les habían acompañado en sus trabajos su tacto. ¿Nosotros en nuestro existir, existimos hstoricamnete en el origen? La pregunta de Heidegger se avalanzo sobre mi y mi bicicleta cuando bajaba las escaleras del hotel y me disponía a ver de nuevo la fachada renacentista del castillo de la Familia von Lynar, que era la única que parecía tener la respuesta a la pregunta del filosofo del ser. La Globalización, que es como ahora se llama La Post Segunda Guerra Mundial Extendida, lo tiene claro en los mensajes de su publicidad constante. Si hemos perdido el origen, las palabras, el sabor y el tacto, solo nos quedan los No Lugares o Centros Comerciales, donde las palabras son datos y el sabor y el tacto son intercambiables en cada estantería y en cada producto. Únicamente es distinto el precio que has de pagar al pasar por caja.
Rodeados por el bosque del río Spree, la presencia de aquella placa (ver foto) y aquel castillo continuan, pero hoy los visitan, como si allí y en el continente europeo hace casi ochenta años no hubiera pasado nada, los turistas adinerados que se pueden permitir el coste de sus habitaciones, eso si con desayuno incluido, según pude comprobar en la lista de precios que figuraban enmarcados en la entrada del castillos