lunes, 23 de octubre de 2023

CRÓNICA DEL PONIENTE CASTELLANO 1

 URUEÑA




Este pequeño pueblo de 203 habitantes, ubicado en la estepa castellana modelo vallisoletano, a parte del topónimo geográfico oficial, Urueña, tiene el mas, como decirlo, aristocrático con tufo salonier francés de Villa de los Libros. Efectivamente, Urueña tiene el honor de ser el primer pueblo con este topónimo en el mapa cultural de España. Sin duda, ese lugar lo convierte en un polo de atracción turístico. Valga decir que los datos están  acordes con las dimensiones del término municipal: 9 librerías y 5 bares restaurantes. Todo ello dentro de un perímetro amurallado pequeño. Esta insólita inversión respecto a esa misma ratio en el resto de los municipios españoles, donde como todo el mundo sabe el numero de bares restaurantes supera con creces, digamoslo con esta cifra comodín, al de librerías. Lo que traducido al roman paladino vendría a ser algo parecido a: en España el numero de borrachos supera con creces al numero de lectores. Teniendo en cuenta que en España el 40 % de la población se vanagloria de no haber leído nunca un libro, el espíritu de la anterior estadística parda es acertado. El otro atractivo de Urueña, como ya he sugerido, es su perímetro amurallado y el entorno que lo rodea. El perímetro amurallado se conserva, ante los ojos del visitante, en perfecto estado de revista contemporáneo. Decir en perfecto estado de revista medieval, es entrar de lleno en la vieja polémica sobre como deben llegar hasta nosotros las ruinas del pasado. Como no puede ser de otra manera en nuestro país, frente a esta texitura patrimonial, con sus dos variantes urbanística y arquitectonica, destacan dos bandos irreconciliables. La purista, que defiende que las ruinas no deben tocarse para que llegue hasta nosotros el estado cabal de su deterioro. Y la reformista, que sobre los planos que se conserven se levanta la pieza del patrimonio en cuestión como si aquel tiempo pretérito de donde proviene se presentara a dar la bienvenida al tiempo actual con sus mejores galas. Esta segunda manera de afrontar las ruinas heredadas tiene que ver con la filosofía de la hibridación que postula mi querido Bruno Latour. Es la que amo. Las 9 librerías de Urueña están repartidas estratégicamente dentro de la trama urbana del recinto amurallado. Ocupan la parte baja de los pisos, transformada para el fin libresco a que ha sido destinada. Cada una se ha especializado en un tema (cine, literatura, historia, cuentos para niños,…) aunque no abandonan el fondo, también tienen a disposición del cliente una buena oferta de las novedades literarias. Los cinco bares restaurantes forman la otra red, digamos cultural de Urueña, intercalados entre las librerías, también dentro de la trama urbana del pueblo. Un mapa editado por las autoridades municipales, permite al visitante saltar, como el caballo del ajedrez, de una librería a un bar restaurante sin perderse, sintiendo en estos movimientos una extraña satisfacción mediterránea, en plena comarca de Tierra de campos. Ver fotos adjuntas.

Un paseo siguiendo por arriba la silueta de la muralla permite al visitante comprobar la amplitud geográfica y el significado histórico y emocional de la comarca mencionada, a la que pertenece la Villa de los Libros de Urueña. Un mar de olas verdes, amarillas, marrones o blancas, según la época del año, viene a decir Miguel Delibes sobre lo que desde esa muralla se divisa. Delibes es el vallisoletano universal, al que le han dedicado en Urueña un museo a su obra y al espíritu que transpira como una segunda naturaleza a quien lo lee. Ya sea recorriendo la silueta de la muralla, con mirada de defensor, ya se observando su imponente perfil extramuros, desde lejos, al acercarse el visitante con mirada de conquistador, la sensación es invariablemente (me pasa con las ciudades bien amuralladas) la de haberme trasladado a la edad media. A esa época - pienso mientras camino despacio encima de la muralla, mientras me deleito con la puesta de sol, otro de los atractivos recomendados por las autoridades turísticas - en la que salir fuera de la muralla, tal y como veo ahora mismo a un par de corredores haciendo su ritual diario de gimnasia, suponía jugarse la vida. 

Dos apuntes mas relacionados con esa doble vida, que han sugerído durante tanto tiempo la presencia incontestable de las murallas. Me estoy refiriendo a la vida extramuros y la vida intramuros. Hoy sabemos que estas taxonomías, como la de esculpir en la fachada exterior de las catedrales las figuras que representan los demonios y sus aliados, se han desplazado, después de la muerte de Dios, hacia los rincones ocultos de nuestra intimidad humana. El primer apunte es fuera de muralla y se refiere a la ermita santuario de Nuestra Señora de la Anunciada. El segundo apunte es intramuros y corresponde a la iglesia parroquial gótico renacentista de Santa Maria de Azogue y al centro etnográfico "Joaquin Diaz.” 

La ermita santuario fue construida en el siglo XI según el estilo romántico lombardo, el primer románico. Ver foto. El visitante se la encuentra casi de sopetón, si no hubiera sido por el enorme cartelón que anuncia su presencie a la izquierda de la carretera que le lleva a Urueña, hipnotizado como está con la estampa turística que le ofrece desde kilómetros atrás la muralla del pueblo. Digo estampa turística porque el visitante actual no puede verlo de otra manera, por mas esfuerzo que haga por transubstanciarse en un viajero de la edad media que se acerca tembloroso o dubitativo, según los casos y los momentos bélicos. La muralla de Urueña desde donde avanza metido en su coche no puede evitar que se le parezca algo bendecido por una fuerza de rehabilitación tecnológica, todo lo mas por una emoción estética asociada al me gusta con que ya estamos acostumbrados a calificar con un golpe de tecla cualquier fotografía que se nos cuela de rondan en alguna de nuestras pantallas. Ahora que lo pienso la emoción es esa, con la que me desvió del camino y me acerco a la ermita santuario de Nuestra Señora de la Anunciada. Nada mas ponerme delante de su imponente factura se me echa encima otra emoción, en absoluto medieval, hoy no es mi día pues no he visto por enésima el nombre de la rosa, que tiene que ver con el arte cubista de Picasso y compañía. Y me reafirmo en lo que pienso, el arte contemporaneo con el cubismo al frente lo inventaron los arquitectos anónimos de estas ermitas lombardas del siglo XI.

Ya dentro de la muralla de Urueña, el visitante busca caminando entre librerías y bares restaurantes, por este orden, la iglesia parroquial de Santa Maria de Azogue. Se trata de un edificio de estilo renacentista, con cabecera gótica, construido en el siglo XVI sobre la fábrica de una iglesia medieval anterior. Su advocación actual es el de Nuestra Señora de la Asunción, llamándose tradicionalmente Santa Maria del Azogue por ser éste el sobrenombre que tenia la primitiva parroquia sobre la que se asienta. La construcción renacentista fue promovida por el quinto conde de Urueña y primer  duque de Osuna, Pedro Giron, el cual encargó la dirección de las obras al arquitecto Rodrigo Gil de Hontañon. El visitante sale de esta iglesia de arquitectura en capas, como me gusta llamarla, con la sensación de fragilidad mas aumentada que cuando entré. En un alarde de imaginación, me viene a la mente el principio de complementariedad de Niels Bohr que suscribe la idea de que un postulado cualquiera es verdadero si y solo si complementa o se asienta en el anterior, si no fuera así es falso. De lo cual deduzco que el estilo renacentista de la iglesia parroquial de Santa Maria de Azogue es verdadero en su esencia puesto que no se empeña en anular, se ve al visitar la iglesia por dentro, sus antecedentes medievales arquitectónicos, ni las huellas de sus herederos reformistas modernos.

El Centro Etnográfico Joaquin Díaz, el otro edificio destacable intramuros que visité, tiene su sede definitiva en la casa de la Mayorazga desde 1991, después de diferentes mudanzas desde su inauguración en 1985. Una vez dentro me recibió una exposición llamada "Amas de cría”, pliegos de cordel, una colección de grabados, una biblioteca, una fonoteca y un museo de instrumentos. Y, como no, en el piso de arriba, la residencia del fundador del Centro Etnográfico, que según comentó quien nos recibio en la puerta se encuentra en plena  forma, entrando y saliendo para cumplir con los compromisos que lo requieren. Como siempre que entras en un museo, sea del tipo o la especialidad que sea, no te reciben la Amas de cria, los pliegos de cordel, los grabados, los instrumentos, etc. No. Te recibe lo que la Modernidad  - paradigma dentro del que vivimos, no lo olvidemos - ha hecho con todo ese acerbo cultural. Me refiero, como no, a esa categoría tan inquisitorial, que la modernidad ha hecho santo y seña de su razón de ser desde hace ya mas de 200 años, te recibe la HISTORIA de las Amas de casa, la HISTORIA de los pliegos de cordel, la HISTORIA de los grabados, la HISTORIA de los instrumentos, etc. Que  poco que nos fijemos con atención, no es lo mismo lo uno con lo otro, ni esto con aquello