Tengo para mi que el acrónimo IA está mal traducido, por decirlo así, como Inteligencia Artificial. Me explico. Un ser humano como un perro, antes que una inteligencia artificial IA, como los ingenieros de Sillicon Valley quieren hacernos confundir, tiene un instinto animal IA. Iguales acrónimos pero distintas funciones y procedencias. Es la duda y la lentitud lo que hace artificial (de artificio narrativo) a la inteligencia humana, no la rapidez y la exactitud del instinto animal, como nos quieren hace confundir, repito, los ingenieros de Sillicon Valley al usar en sus cavilaciones el acrónimo de marras. Lo que estos señores, siempre tan ególatras y narcisistas, llaman inteligencia artificial IA no es otra cosa que una aplicación digital a lo único que pueden aplicar esa tecnología y cualquier tecnología, a saber, al instinto animal IA, también llamado instinto gregario o básico, hecho a base de repetición y de inmediatez, es decir, de ausencia de duda y de incapacidad de conversación. Todo lo anterior me lleva a pensar que nadie tiene una inteligencia equivocada. Lo que tenemos es el instinto animal retorcido como un sarmiento, lleno de resentimiento y rencor, ante la insolvencia que mostramos al tratar de adaptarnos a la luz y el brillo de la inteligencia que el azar de la evolución de las especias nos echó encima, cuando todavía éramos como los monos.
Poema de Andrea López Kosak