Al leer este cuento de Doris Dorrïe, “Lo siento”, el principal problema que debes abordar en el club de lectores al que asistes, y que no sueles hacer, es el de abandonar el lenguaje sabelotodo y asertivo, propio de la manera entre pantallas como vives tu vida, y concentrarte en la experiencia con el lenguaje propio de la ficción que teníamos delante, es decir, el lenguaje del no saber interrogativo. Debes, para entendernos, pensar tu sentimiento y sentir tu pensamiento. O viceversa. De esta manera, como dice Richard Ford, el efecto general de la ficción de este cuento debería ser el efecto de tu vida sobre la humanidad. ¿Por qué no te tomas en serio el lenguaje propio de ficción que representa “Lo siento” y su efecto sobre tu humanidad? (lo invisible) ¿Por qué sigues pensando que el lenguaje propio de la supervivencia (lo visible) es lo único que hay que tomarse en serio? Porque eres renuentes a aceptar que la narradora de “Lo siento” oriente tu atención como lector hacia tus sentimientos maduros, es decir, hacia las complejas relaciones humanas entre los personajes del cuento y los pequeños problemas de elección moral que se dan en el seno de los dilemas mayores, dominantes (recuerdos del nazismo, presencia amenazante de la guerra fría, ida y vuelta a EEUU), cualquiera de cuyos elementos, en el caso de que se presentaran en tu complicada e impulsiva vida social, escaparían a tu observación sutil. El deseo de la narradora es complicar y poner a prueba tu visión de los personajes del cuento, madre e hija fundamentalmente, que erróneamente crees capaces de comprender a simple vista. Mediante esta concentración la narradora insiste, repito, en que te tomes la vida en serio. Aunque el cuento te pueda parecer que tiene poca enjundia o que le faltan páginas, es un hábito de investigación útil el que como lector te preguntes si una observación mas detenida por tu parte revelaría algo importante que debes entender. Por ejemplo, ¿cómo se representa la narradora a los conflictos, digamos, más vistosos (escena cuando se van la narradora y su novio Calvin a dormir, y ella quiere su cama de soltera), y como lo hace con los menos brillantes (escena final en la que la protagonista ve llorar a su madre)? ¿Cuales determinan, en última instancia, el sentido de lo que te cuenta? No olvides que las acciones corrientes contienen momentos de importante elección moral, si lo contrastas con tu propia experiencia. ¿Qué sentimientos de la narradora ordenan el relato? Preguntado de otra manera, ¿por qué se pone a escribir y por qué lo hace de la manera que lo hace? ¿En dónde reside la inteligencia de su vida como narradora y en el de la tuya como lector? Cabria distinguir un sentimientos fuerte, que se puede desglosar en dos. El sentimiento de vergüenza de la hija respecto a la madre o viceversa, y el sentimiento de reconocimiento por parte de la hija respecto a la madre y viceversa. ¿Cual de las dos nos está a la altura de lo que se espera de la otra? Y tu, donde andas a estas alturas del relato.El sentimiento de vergüenza es el primer sentimiento de la vida consciente, donde descubrimos que nuestros padres no están a la altura de lo que esperábamos de ellos. En realidad, luego descubrimos, que quien no estaba la altura es la familia donde hemos caído. Es un sentimiento que se origina ahí, entre quienes consideramos los nuestros, entre quienes consideramos que deberían amarse, cuidarse, respetarse, pero no lo hacen. Temor, horror de pertenecerles, de llegar a ser como ellos. De no serlo ya, sin saberlo. Después vienen las otras vergüenzas derivadas: en el amor, en el trabajo, en los estudios, en la vida social, etc. De aquí salen la baja autoestima o su correlato la chulería rampante del sabelotodo. Así vamos por el mundo. Así esperamos que nos quieran. Y tal y tal. “Lo siento”, que da título al cuento, es el sentimiento de culpa que nos queda para siempre después de la vergüenza original. No en balde son las primeras palabras de cuento y de la narradora, y las primeras palabras que lee el lector. Si te fijas con atención, la narradora del cuento tiene un ritmo de pensamiento al narrar que hace que veas lo que sugiere con lo que dice, algo que es perfectamente reconocible en tu vida, pero que no ves porque tu forma de pensar cotidiano no tiene ese ritmo, ni siquiera tiene ritmo. Tiene velocidad y urgencia, pero no ritmo. Es como si compararas una sinfonía con una cacerolada. Te das cuenta que no es lo mismo