Al sentarme alrededor de una mesa junto a un grupo de lectores, previamente convocados para comentar la lectura de un libro, creo comprender algo: hay un peligro que emana de la indiferencia, la desidia, el abandono, en fin, de la extrema frialdad de esos lectores que pertenecen ya por iniciativa propia a la Edad de Hielo Psíquica de la que no hay precedentes. Pero, también, comprendo que es un peligro mayor que ponerse delante de una hoguera antigua, de esas que quemaban los libros y a los lectores.
Kafka lo dejó escrito, mucha antes de que se te helara el alma: “Un libro debe ser el hacha que rompa el mar helado dentro de nosotros". Ya ves.