martes, 7 de febrero de 2023

EL FUEGO Y LA PALABRA

 La Historia con mayúscula es la forma de contabilizar los hechos del pasado y ordenarlos luego de acuerdo a los postulados teóricos del historiador de turno. La Historia con mayúsculas es la forma como la Academia de la Historia utiliza los hechos del pasado (como la Academia de la Lengua hace lo propio con los textos ya escritos y leídos) para sobrevivir y perpetuarse como institución faro, que dictamina lo que se debe leer y como se debe leer de lo que ya ha sucedido. Contra esta lógica abstracta de las ideas y las posturas académicas o eruditas, propongo la lógica poética de la inteligencia de la vida (discontinua, asociativa, abierta), la única donde autor y espectador o lector pueden dialogar dentro del mismo nivel creativo. 

Estas notas, que tenía apuntadas en el cuaderno que me acompaña siempre en el visionado de las pelis de “la taberna del espectador”, me ayudaron a sobreponerme a los veinte primeros minutos de la peli “El fuego y la palabra”, de Richard Brooks. Me explico. En ese tiempo inicial Brooks nos presenta al personaje principal, Elmer Gantry, en cinco escenas discontinuas, asociadas y abiertas, por seguir con la pauta poética indicada. Primera escena: Gantry contando chistes con unos amigotes en un bar y al mismo tiempo recabando dinero por la festividad de navidad guiado por el impulso de una señora que ha entrado en el bar con esa intención. Segunda escena: Gantry en la habitación del hotel, donde ha pasado la noche con la rubia del bar, llamando a su madre. Tercera escena: Gantry en el vagón de un tren de mercancías rodeado por un grupo del vagabundos que le atacan para robarle los zapatos. Cuarta escena: Gantry entrando en una iglesia donde los feligreses asisten a una misa cantada a la que él se une tomando todo el protagonismo. Quinta escena: Gantry llega a una ciudad donde se encuentra con una mujer cantando en la calle rodeada de seguidores y carteles que anuncian un importante e inminente evento. ¿Elmer Gantry es un personaje de culto equiparable, pongamos, a Atticus Finch? Probablemente no es de culto tal y como nos lo hacen creer los predicadores de la sociedad del espectáculo, pero si está pensado para ser un personaje que saca provecho de las prácticas del culto que los demás necesitan. 

En las cinco escenas mencionadas no se nos presenta a Gantry de acuerdo al proceder mecánico del lenguaje de la historiografía dominante, como si la inteligencia de la vida fuese un mecanismo exacto o un reloj que cuenta las horas. Un mecanismo apto para entrar en un laboratorio o en un taller de coches averiados, instituciones que, como la propia historiografía, están apartadas del flujo de la vida. Queda claro que la vida de Gantry no procede así ni, por extensión, la de ningún ser humano que no haya perdido su humanidad en alguno de los avatares que se haya podido encontrar en su vida. En esas cinco escenas la vida de Gantry aparece de forma discontinua, siempre en movimiento, pero sin un destino aparente, todo lo cual fue motivo de mi primer desconcierto. Nunca nos acostumbraremos del todo a ver la vida representada como lo que es, desordenada y arbitraria, a ver la vida, por así decirlo, fuera de la vida misma. Nos nos acostumbraremos a vernos viviendo. Por eso la ficción. Dicho con otras palabras, en esas cinco escenas que he mencionado ante el espectador se hace más evidente el movimiento y no tanto el móvil. El tiempo y no tanto el espacio. Toda esta puesta en escena inicial, para qué. Pregunta que se me echó encima a partir del minuto veintiuno, que es cuando Grantry llega a la ciudad donde coincide con Sara Falconer, la predicadora evangelista. Así es como, me respondí luego, se construyen los seres intermedios que hay en la vida, y en nuestra vida, y que solo aparecen cuando abandonamos nuestro machacón proceder mecánico tanto a la hora de actuar como de pensar. Sara Falconer y Elmer Grantry son esos seres, que no son de allá arriba pero tampoco de aquí abajo, que esperan a nuestro íntimo creer y nuestro íntimo pensar cuando decidimos que a esa intimidad les dé el aire y el roce con el exterior. Son estos seres que ponen a prueba nuestra dignidad, a saber, si bajo su influencia nos hacemos escépticos o dogmáticos, o si salimos al exterior para saber el lugar que ocupamos en el mundo. El lugar desde donde mirar y sentir el mundo, una vez que nos hemos atrevido a ello. 


Cuando Elmer y Sara se encuentran, la peli da un giro y comienza a caminar dentro de un registro más reconocible, más naturalista, más real si se quiere. Elmer sencillamente queda fascinado por Sara y, sin más, deja todos los aspavientos que le hemos visto antes quedando perdidamente enamorado de ella. Babeando. Sara también siente algo parecido por Elmer pero, como le pasó a Lenin cuando escuchó la música de Bach en Zúrich en 1916, se debe a sus feligreses que es lo mismo que decir a sus fanáticos. Ella los ha construido y ahora no puede abandonarlos por el amor hacia Elmer. Sería como traicionarse a ella misma, a su condición de auténtica predicadora. Hasta el incendio final donde Sara desaparece como los ángeles, pues los ángeles no se queman, asistimos a las miserias propias que cocinan y se intercambian quienes se mueven entre los bastidores y las sombras de este tipo de estructuras, ya sean religiosas, políticas o empresariales. Si Sara ha desaparecido Elmer ya no quiere seguir con ese circo ambulante. Si Sara ya no está Elmer se va a seguir su camino. Fin de la historia con minúscula.