miércoles, 3 de julio de 2019
DEBORAH LEVY
“Lo más llamativo de ambos libros quizás sea la técnica de «vaciado» a la que Levy somete el potencialmente infinito almacén de la memoria. Lo que emerge en las páginas es una pequeña cantidad de recuerdos, sin grasa literaria ni rellenos, combinados de manera sorprendente. Levy es una artista de la metamorfosis del tema: así un viaje a Mallorca para recuperarse del desánimo vital se convierte, gracias a la pregunta de un desconocido (un tendero chino) sobre cómo se convirtió en escritora, en una rememoración casi eléctrica del pasado sudafricano y de sus primeros pasos y experiencias en Inglaterra; y así también el relato sobre la nueva convivencia con sus dos hijas tras la separación se transforma en el duelo por la madre. Levy logra estos desplazamientos, que conllevan también sorprendentes alteraciones del tono narrativo, sin brusquedades, valiéndose de juegos de signos (redes, pájaros, peinados, perlas…) y personajes recurrentes que van alterando y profundizando en su significado, de manera que el libre movimiento de la mente entre los recuerdos queda siempre sujeto por el disciplinado juego de metáforas, dominado en el primer libro por las «represiones del conocimiento» (aquello que vamos olvidando a fuerza de no integrarlo en el relato principal) y en el segundo por los «costes de estar vivo» (los dolores y las pérdidas que dejamos atrás como una especie de rastro vital, sencillamente porque el presente no puede incorporarlo y protegerlo todo).