WITTENBERG: EL ESPÍRITU DE LA REFORMA PROTESTANTE
Todo empezó el 31 de octubre de 1517. Ese día fue cuando Martin Lutero se arremangó las mangas de su túnica agustina y en compañía de sus cómplices y colaboradores - los mismos vecinos que vivían en la calle del Colegio de Wittenberg, es fácil imaginarlos - a primera hora de la mañana se dispusieron a recorrer la distancia que los separaba de la Iglesia de Todos Los Santos en la misma ciudad para clavar en su puerta principal las 95 tesis que Lutero había escrito contra las prácticas corruptas de la élite vaticana, de las cuales había cogido buena cuenta en el viaje que él mismo Lutero hizo a Roma en 1510. Desde entonces tomó la decisión de que eso no podía continuar así, al menos en él área de influencia de sus apostolado, por decirlo de manera solemne, como al propio monje agustino le hubiera gustado. No hay que olvidar que Lutero era una gran teólogo y erudito estudioso de las sagradas escrituras. En Wittenberg era profesor en la Universidad que había sido fundada por el elector Federico III, el Sabio, y predicaba asiduamente en la Iglesia de Santa María, vale más decir que impartía clases magistrales sobre las enseñanzas bíblicas y como se debía abordar su lectura. Pues era aquí donde radicaba la ruptura con el Vaticano. Dicho de manera rápida, para alcanzar la salvación eterna todo dependía de la Fe, no de las buenas obras o de la compra de bulas editadas por la Santa Sede. La Fe depende de cómo cada creyente se entregue a la lectura de la biblia. Las buenas obras y las bulas dependen del dinero que tenga el creyente en su cuenta corriente. Esto lo vio claro el agustino desde que volvió de su viaje a Roma, como ya he dicho. La Fe de cada creyente no es una moneda de cambio, ni una mercancía en el mercado de valores Vaticano. La Fe de cada creyente depende únicamente de él y de su forma de leer la Biblia, y después comentarla con sus colegas. Para entendernos, Dios no es un mercader ni un agente de bolsa. Como pretende ser, para entendernos, Bill Gates, Bezos,Zukerberg, etc. y sus cofrades disfrazados de los nuevos Dioses de la era digital. El Dios de Lutero es ese Ser que estando por encima de los particulares seres humanos, está también dentro de la Biblia de cada creyente y, por tanto, al alcance de su lectura. No le hace falta que nadie le compre su voluntad y su Fe con añagazas comerciales y de saldo. No en balde, si se dan un vuelta por la tierras luteranas, observarán que en la mesita de noche de la habitación de cada hotel hay una Biblia a disposición del cliente.
Una vez clavadas las 95 tesis en la puerta de madera de la Iglesia de Todos Los Santos, la imprenta de Guttenberg recién estrenada se encargó de hacer su trabajo llevando a cabo su difusión masiva. Tanto fue así que en poco tiempo las palabras de Lutero llegaron a oídos de los lectores cultos de todo el continente europeo, que en aquella época era como decir del mundo. Ni que decir tiene que uno de los lectores cultos de la época era el Papa León X. Después de diferentes tomas y dacas entre la curia Romana y el entorno luterano de Wittenberg, el papa León X promulgó la excomunión del monje agustino. Lutero no solo no hizo el menor caso, sino que cogió el papel de la excomunión y, en lo que debió ser una acto conjunto más de la Rebelión contra la autoridad papal, lo rompió a las afueras de la ciudad, justo donde más tarde se plantó un árbol - en la visita que hicimos al lugar de los hechos, me pareció distinguir que el árbol es un roble. El frente de batalla cultural y religiosa no fue solo contra el Vaticano, sino contra la otra cara del poder ecuménico en esa época: el emperador Carlos V. El poder de lo celestial y de lo terrenal contra la firme determinación y Fe del agustino de que la unidad de la cristiandad se había acabado. La cita para tratar de llegar a algún tipo de acuerdo fue en Worms, a orillas del Rin. El trilero del emperador llevaba un plan B si no se llegaba buen puerto en las negociaciones, un puerto que estuviese bajo su mando. Y claro está, el acuerdo no llego y el barco naufragó. El del emperador era marca de la época: detener y asesinar a Lutero. Pero el elector Federico III el Sabio se adelantó he hizo desaparecer a Lutero escondiéndolo en el castillo de Würzburg, cerca de la ciudad de Eisenach, donde Lutero había estudiado de joven después de abandonar su ciudad natal de Eisleben. Se da la circunstancia que durante el su “dorada desaparición” Lutero inició la traducción de la biblia al alemán, lo que supuso también la creación del alemán moderno, tal y como se habla actualmente en los diferentes estados federados que forman Alemania.
Cuando Lutero pasó aquel día de Octubre, en el que anunció urbe et orbi las 95 tesis, delante de la Iglesia de Santa María, no pudo llegar a imaginar que ocho años más tarde contraería matrimonio en esa misma iglesia con Catalina de Bora, monja católica enclaustrada que se convirtió al protestantismo, con la que Lutero tuvo seis hijos. Se considera que Catalina, una de las mujeres más importantes de la Reforma, ayudó a definir la vida de familia protestante y a fijar los matrimonios del clero.
La iglesia de Santa María de Wittenberg es la iglesia principal de la ciudad de Wittenberg. Los reformadores Martin Lutero y Johanes Bugenhagen, líderes de la Reforma Protestante, predicaron allí en el siglo XVI y en dicho edificio también ocurrió la primera celebración de la misa en alemán en vez de latín y la primera distribución del pan y el vino a la congregación; se le considera la iglesia de la Reforma.
