miércoles, 3 de diciembre de 2025

VIAJE POR TIERRAS LUTERANAS 2

 WITTENBERG: SUS VECINOS MÁS ILUSTRES

Wittenberg es una ciudad del estado federado de Sajonia-Anhalt (Alemania) sede del distrito homónimo, situada a orillas del rio Elba, con una población cercana a los 50 000 habitantes. Su nombre oficial es Lutherstadt Wittenberg ('Wittenberg, Ciudad de Lutero'). Más allá de los datos oficiales, prefiero llamarla “ciudad donde está presente el espíritu de Lutero”, que es lo mismo que decir el espíritu de la lengua alemana, que es lo mismo que decir que el espíritu de nación alemana, que es lo mismo que decir que espíritu del capitalismo renano, el de las manos encajadas como símbolo del acuerdo obtenido entre los negociadores. Claro está, todo lo anterior sea dicho y entendido de manera incipiente o fundacional. Wittenberg es eso, una ciudad donde algunos hombres y mujeres dieron e hicieron los primeros balbuceos de asuntos y cosas que hoy nos parecen habituales.

Al llegar pedaleando a Wittenberg, mejor dejarte cautivar por la invisibilidad de todos estos espíritus antes dichos, encarnados en los diferentes testimonios arquitectónicos y de otra índole que aún se conservan en la ciudad. Este ejercicio mental es necesario si se quiere llevar cabo eso que está de moda en las exposiciones museísticas actuales, a saber, dialogar con esas diferentes presencias, que llevan pululando por la ciudad desde hace más de quinientos años. Me vienen a la memoria, ahora que escribo estas líneas, las palabras del irlandés Conor - el compi de mi mujer en el curso de alemán en Berlín que he mencionado en una entrada anterior - respecto al imperio británico, que no eran dialogantes precisamente, y eso que lo tiene enfrente de casa. Lo que me hace pensar sobre la oportunidad de la moda de la palabra diálogo. Quizá sea la única posibilidad del mismo: dialogar con los muertos y con las épocas que ya no son la nuestras. Pues dialogar con los vivos en nuestra época, en la que todos esos vivos tienen opinión de todo y todas esas opiniones valen lo mismo con tal de que sean dichas, sin importar la fundamentación de las mismas, se está imponiendo como un logro imposible de alcanzar, por más que la mayoría tenga la palabra diálogo entre las primeras dispuestas a salir de sus bocas una vez metidos en el tobogán de la cháchara habitual. Así que llegar en bici a la ciudad del espíritu de Lutero, me predispuso a dialogar hasta con las piedras que son los únicos testigos vivos de aquella época que, como no podía ser de otra manera, se caracterizó por se cualquier cosa menos dialogante. Item más, la reforma luterana, iniciada en Wittenberg, fue el antecedente, cien años antes, de las guerras de religión que asolaron el continente europeo durante treinta años. 

Con todo lo anterior en las alforjas experimenté un renovado y extraño placer - era la segunda vez que lo hacía - al entrar en Wittenberg por una de sus calles principales, la calle Colegio, la otra, paralela a esta es, la calle del Medio. La traza de estas dos calles, que vertebran el urbanismo del resto de la ciudad, se mantiene intacto desde la época en que debió pasear por ellas Martin Lutero y su tropa. En términos de la mirada del turista actual, en la calle del Colegio (con, más o menos, 1000 metros de longitud) está todo el espíritu de la reforma luterana: edificios, iglesias, plazas, estatuas, símbolos diversos, etc. y la mayoría conserva el aspecto de la época. Lo que más me llama la atención de la reforma luterana es la estructura moderna con que envuelve ese espíritu al que vengo haciendo referencia. A mi entender anticipa las revoluciones europeas modernas de los siglos XVIII y XIX. Tiene un líder, una cabeza visible, Martín Lutero, su leal cómplice y colaborador, Felipe Melanchton, el jefe del departamento gráfico y de publicidad, Lucas Carnach el Viejo, un buen número de abogados y leguleyos con nombres y apellidos de distinta estirpe y un protector y alentador de todos ellos y sus afanes, Federico III el Sabio, elector de Sajonia. Todos ellos eran vecinos de Wittenberg bien avenidos, los más importantes tenían su casa en esta calle del Colegio, vivían por tanto a pocos metros unos de otros, lo que me hace imaginar el permanente contacto visual y verbal que tendían para poner al día los matices de sus ideas y el curso que llevaba la Reforma entre los oyentes y entre los oponentes. Tal proximidad también debió construir una red de protección frente a las amenazas externas de estos últimos, provenientes en su mayor parte del entorno papal en el Vaticano, que ya se había tenido que enfrentar a otros cismas fracasados: cátaros, Avignon. Pero lo que nos se podían imaginar el papa León X y sus cuates era que esta vez el cisma tenía vocación de victoria.