jueves, 28 de marzo de 2024

LOUISE GLÜCK

 ITACA 




JOSÉ MARTÍ

 YO SOY UN HOMBRE SINCERO (fragmento)



CLUB DE LECTORES 12

CONVERSACIONES ESPECULATIVAS

 1 Lo que aparece sin ser convocado: atisbos, titubeos y tartamudeos.

2 Desde la actualidad pero Más allá de la actualidad 

3 La conversación propia del lenguaje creativo.


4 Diálogo con los muertos o con los que no son de tu actualidad de iguales: tribus, gremios, etc.


5 Los objetos cotidianos no son cosas en sí, sino cosas respecto a nuestras formas de indagación empírica.


Pensando así en nuestro club de lectores acaso tengamos una visión de nuestra realidad menos razonada y plausible, menos pulida o académica, pero seguro qué más comprensiva de nuestras contradicciones y las de quienes amamos, en fin, de las contradicciones de nuestro tiempo. 

lunes, 25 de marzo de 2024

CHARLOTTE BRONTË

 PLACER (fragmento)



INTERLUDIO DE. AMOR

Como espectador me costó saber a qué viene a Europa Helen Banning, protagonista principal de la película “Interludio de Amor”, dirigida por Douglas Sirk. Porque supongo que ese saber es lo que da el sentido que me permite comprender la historia. Siempre es así. De hecho, no lo empecé a comprender hasta casi dos horas después, mientras me tomaba una caña en compañía de  unos colegas. Esto que digo no es baladí a la hora de saber por qué un personaje se mueve en el espacio y el tiempo como parte de su peripecia argumental. Me vino a la cabeza, mientras cavilaba sobre el asunto, el personaje de Marylee Hadley, en la película “Escrito sobre el viento”, dirigida también por Sirk, y que había visto tres semanas antes dentro del ciclo sobre el melodrama americano que han puesto en el cineclub de mi barrio. Hadley sabe lo que quiere y a quien quiere desde niña, sabe quien es, por eso no necesita viajar. Banning parece, según la conocemos, que ha entrado en la edad adulta sin saber muy bien lo que quiere y a quien querer, por eso viaja a Europa, según la tradición todavía vigente en Norteamérica que afirma que Europa es la fuente del conocimiento que importa. Oficialmente, de cara a las apariencias, viaja para conocer el continente. Pero a medida que pasan los días de estancia en Múnich, el espectador se da cuenta que Banning viaja para conocerse a si misma. Eso lo sabrá ella y lo sabrá el espectador en la parte final de la película, cuando Banning decide salvar a la mujer demente de su amante Tonyo Fisher. Antes ha tenido que tomar una decisión, unirse al médico Morley Dwyer, norteamericano como ella, que la pretende desde el inicio de la película, o unir su destino con el músico italiano que hace lo propio pocas secuencias después. Eligió a Fisher. Esta es la diferencia con Hadley que nunca tuvo que decidir, ni tuvo que iniciar un camino, no otra cosa es viajar. Decidir sobre lo que nos sale al camino, así es como se aprende lo que pensamos que nos falta. Eso también lo vamos aprendiendo juntos, Banning y el espectador. A estas alturas el espectador comienza a darse cuenta que el punto de vista de la historia que está viendo es el de Banning. Me pregunto, entonces, ¿qué nos quiere contar la protagonista? Que se haga el espectador esta pregunta, es fundamental para comprender el sentido de las escenas finales y, por ende, el sentido íntimo de la película. Es decir, el sentimiento que mueve y conmueve a la protagonista que nos cuenta su historia. Dicho sin más demora, Banning nos cuenta el descubrimiento de la corrupción moral con que teme se acabe cubriendo su amor hacia Fisher, una vez que se entera, al mismo tiempo que el espectador, de la existencia de la mujer demente de éste, y la lucha que tiene emprender para no caer en aquella, encarnada en la escena en la que no dejar morir a Reni, la mujer demente de Tonyo, en el lago donde se ha lanzado para suicidarse. Nos cuenta eso y su posición ante el amor, una vez que ha descubierto y aprendido sus posibilidades. Volver a casa, como dice textualmente, con el médico Morley Dwyer, no es una renuncia al amor de Fisher, el tipo de Amor romántico que puede ser destructivo para ella, sino es aceptar la benevolencia del Amor adulto de larga duración. Dos amores perfectamente gozosos,  legítimos y creativos, por más en en el Occidente moderno solo quepa el amor romántico con tintes tormentosos y destructivos. No está nada mal, todo lo que hemos aprendido Banning y un servidor en un viaje de dos semanas por la ciudad de Munich.

Viendo que uno de mis colegas de cañas, en medio de la tertulia posterior a la visión de la peli, se entregó al amor romántico de Banning por Fisher, calificando la decisión de irse al final con Dwyer como una cobardía pequeñoburguesa (sic) propia del amor acomodaticio burgués del siglo XIX, otra vez la cantinela, ¿es lícito pensar como espectador, interpelé alzando la caña al colega románticón, que Banning se preguntara por qué Reni se había vuelto loca? ¿Tenía algo que ver ese relación con el carácter y el trabajo de Fisher? A mi modo de ver, las posibles respuestas a tales cuestiones están implícitas en la decisión que al final Banning toma de irse con Dwyer, sin importarle demasiado la corrección ideológica contemporánea que puedan tener esas respuestas, ya que Banning ha aprendido, y yo en su compañía, que esos modales de vanguardia de última hora no la harán feliz. Todo lo cual se lo agradezco vivamente, le digo al colega romanticón antes de despedirnos..


jueves, 21 de marzo de 2024

JULIA PRILUTZKY

 NO ES EL AMOR, LO SÉ, PERO ES DE NOCHE (fragmento)



ŠTEFAN STRAZAY


 

PAULA CIGLIO


 

LA GALLINA CIEGA 10

 LA VIDA CAMBIA DEPRISA. LA VIDA CAMBIA EN UN INSTANTE. EL INSTANTE NORMAL. 

Un día de julio de 1936 te sientas a cenar y la vida republicana que conocías se acaba. Fue el instante normal de todo lo que sucedió entonces. Fue la naturaleza normal de todo lo que no sucedió y debería haber sucedido. Fue lo que le impedía creer de verdad que había sucedido, asimilarlo, dejarlo atrás. Luego vino la cuestión de la autocompasión del exilio. En esas está todavía. Aunque menos, me dice, subidos ya al autobús que nos lleva al cementerio de Mingorrubio, en el pueblo de El Pardo. Allí están enterrados Francisco Franco y su señora, Carmen Polo. 


Después de desalojar la tumba del Valle de los Caídos, hoy Valle de Cuelgamuros, lo llevaron a Mingorrubio. Allí volvió a encontrase con el amor de su vida. Y ahí yacen juntos por los siglos de los siglos. Nuestro Exiliado Mayor me comunicó por carta - pues no tiene teléfono inteligente, ni teléfono lerdo, Nuestro Exiliado Mayor no lleva consigo teléfono alguno - que antes de llegar a España quería visitar la tumba de Antonio Machado en Colliure. Fue entonces cuando imaginé la vista al cementerio de Mingorrubio. La denominé: “Entre tumbas.” Me pareció la mejor locución para entender el periodo de la postguerra o guerra civil prolongada. Todo ocurrió entre Colliure y Mingorrubio-El Pardo. Entre la tumba donde reposa Antonio Machado y la tumba donde reposa Francisco Franco. Maxaub conocía la peripecia del poeta sevillano para huir de España tratando de evitar ser capturado por los militares sublevados. Conoció a Corpus Barga en Paris el gran valedor del exilio de Machado y su familia. Contra todos mis recelos le pareció muy acertada la visita a Mingorruibo y el nombre de la vista, Entre tumbas. Yo me esperaba que sacara a colación toda la beatería ideológica que se tiene a mano para ocasiones como ésta o parecida a ésta. Pero no. Tampoco le parece adecuado el empeño de las autoridades actuales por ocultar a la mirada de las nuevas generaciones democráticas los testigos y testimonios del pasado franquista. Solo es posible, me dice Maxaub delante de la tumba de Franco y su mujer, que se cumpla aquello de “para que no se vuelva a repetir la Historia”, si se tiene a la vista de todo lo de aquellos que convirtieron a la historia, mientras pudieron, en algo ominoso. Como de verdad puede volver a repetirse la Historia y las historias es si quienes no vivieron aquellas atrocidades no tienen referencia alguna visual de sus autores. 


No le había dicho todavía que la siguiente visita de ese segundo día de su estancia en Madrid iba a ser el Palacio del Pardo. Aunque ahora es sede oficial de los altos mandatarios de estado cuando visitan nuestro país, Nuestro Exiliado Exterior no ignora que fue la residencia oficial de Francisco Franco durante el largo periodo que estuvo al frente de la dictadura que lleva su nombre. Así que, dada la hora, pensé que los más conveniente era irnos a comer en un restaurante de El Pardo, que los hay muy sugerentes para esto del yantar y el bebercio. Y el esperar. Fue a los postres cuando me preguntó, un tanto animado por el menú que nos habíamos metido entre pecho y espalda, cómo íbamos a pasar la tarde. De repente me vino a la cabeza por primera vez la respuesta: Entre Palacios, le contesté levantado la copa para brindar. Si la mañana la hemos pasado EntreTumbas, la tarde bien podía ser Entre Palacios. Entre el Palacio del Pardo y el Palacio de Liria. Entre los Franco y los Duques de Alba. Como ves, todo muy de otra época y, al mismo tiempo, muy de la nuestra. No pienses que te quiero engañar, ya sé que a un exiliado exterior no hay quien lo engañe. ¿Pero estando allí estabas aquí cuando sucedió todo eso? No lo sé, que quieres que te diga, me respondió mientras apuraba el chupito que amablemente le ofreció la camarera del restaurante donde comíamos. Desde que me fui, tampoco tuve la oportunidad de no hacerlo, como Machado y tantos otros, tengo la sensación que se apoderó de mi la perspectiva del corto alcance, la que es propia del miedo, el rencor y la bilis, así por este orden. Esa que te va haciendo indiferente al sentido último de las cosas, eclipsando las razones del corazón que nacieron aquel 14 de abril, olvidándome  de la advertencia de Pascal según el cual la verdad no es un dato empírico, sino un acto de comprensión asociado a la esperanza de seguir formando parte de la misma humanidad.


Tenemos hora a las tres, le dije. A esa hora en domingo, la entrada al Palacio del Pardo es gratuita. Vamos, respondió sin dilación alguna, como si fuera un turista de veinte años nacido en Arizona. El Palacio del Pardo forma parte del patrimonio del Estado y su visita está sujeta a los protocolos estipulados por la normativa vigente para este tipo de construcciones. Del hecho de lo que fuera la residencia del dictador Franco, solo queda como testimonio la sala del Consejo de Ministros, que tantas veces durante tantos años salió en el No-Do, para ilustrar la actividad política de aquel y sus cuates. Lo que falta queda a cuenta de la imaginación del visitante. Además de por sus valores arquitectónicos, el palacio destaca por su decoración interior, representativa de diferentes épocas y estilos. Destacan los frescos, que abarcan desde el renacimiento tardío de Felipe II hasta el neoclasicismo de Fernando VII pasando por el tardobarroco de época de Carlos III. Asimismo, es especialmente relevante su colección de tapices, del siglo XVIII, en la que figuran cinco de las series más conocidas de Francisco de Goya.


Decirle al Exiliado Mayor Republicano Palacio de Liria, es como decirle a un ateo Basílica de San Pedro. Con los Alba hemos topado es sinónimo de con el Papa nos las tenemos que ver. Cuando llegamos a la puerta del Palacio de Liria, noté que Maxaub estaba entregado, en el buen sentido de la palabra, que quiere decir que no estaba resignado, sino asombrado por la nueva perspectiva que se iba incorporando a su condición de exiliado. Muchos años después. Los Alba son mejores que Los Borbones, me dice mientras recogemos los billetes de la visita que había reservado con antelación. Seguramente con ellos como dinastía reinante, en España no hubiera habido tantas guerras civiles, continúa su ensoñación aristocrática, mientras esperamos en la cola nuestro turno y a nuestra guía para realizar la visita. Que estas palabras vengan de un republicano convencido, da que pensar sobre esa dualidad aparentemente irreconciliable respecto si la cabeza del estado debe estar coronada o laureada. Bien es cierto que Los Alba con su doble alma aristocrática e ilustrada, recogen en su larga tradición la respuesta a ese dilema, que su pertinaz ausencia ha costado cuatros guerras civiles durante los últimos 200 años. Una respuesta que no ha tenido la oportunidad, o no han querido dársela los propios integrantes de la Aristocrática Casa, al asentarse en una forma política concreta. A sabiendas de que Internet tenga para el lector la última palabra, solo añadir lo siguiente, para concluir así nuestro paseo antes de llevar a cenar al Nuestro Exiliado Mayor al Círculo Catalán, por expresa petición suya.


Aunque llamado por algún experto «el hermano menor del Palacio Real», el palacio de Liria difiere bastante de aquel, pues fue diseñado de acuerdo a los nuevos gustos en boga en París, en lugar de imitar la arquitectura de raíz italiana implantada en los Reales Sitios por arquitectos como Juan Bautista Sacchetti y Francesco Sabatini. Al margen de sus tesoros artísticos, Liria es seguramente el mejor edificio civil del siglo XVIII que subsiste en el centro de Madrid, solo superado por la citada residencia real; ya en origen era el palacio más confortable y moderno, y en siglos posteriores casi todas las grandes mansiones de su época han resultado demolidas o muy alteradas.

La actual residencia de los Alba es un ejemplo típico del naciente neoclasicismo del siglo XVIII, que dejaba atrás la exuberancia del rococó y del estilo churrigueresco español para adoptar recetas de los palacios urbanos parisinos. Dentro de una simetría rigurosa, recupera las pilastras y columnas de tradición clásica en un afán de grandeza que evita la monotonía gracias al contraste de formas y materiales.

sábado, 16 de marzo de 2024

FRANCISCO DE QUEVEDO

 DESDE LA TORRE

Retirado en la paz de estos desiertos,
con pocos, pero doctos libros juntos,
vivo en conversación con los difuntos,
y escucho con mis ojos a los muertos.

Si no siempre entendidos, siempre abiertos,
o enmiendan, o fecundan mis asuntos;
y en músicos callados contrapuntos
al sueño de la vida hablan despiertos.

Las grandes almas, que la muerte ausenta,
de injurias de los años vengadoras,
libra, ¡oh gran don Joseph!, docta la emprenta.

En fuga irrevocable huye la hora;
pero aquélla el mejor cálculo cuenta
que en la lección y estudios nos mejora.

JASÚS MUÑÁRRIZ


 

LA GALLINA CIEGA 9

 ¿QUÉ TIENE ESTE PAÍS QUE ES MÁS OSCURO QUE LOS DEMAS, Y DONDE TANTA GENTE SE SIENTE CADA VEZ MÁS OFENDIDA POR CADA VEZ MÁS COSAS?

¿Será por falta de luz? En un país donde el sol brilla con todo su esplendor la mayor parte de los días del año? ¿Será por falta de luces de la ilustración? En un país en el que siempre hemos llegado tarde y mal a los enchufes modernizadores que se habían instalado en Europa con mucha antelación. ¿Será por qué a nosotros sólo nos ha llegado la ilustración oscura? Será.

Son preguntas que me susurra Maxaub al oído, mientras descendemos las escaleras del metro de Noviciado. Justo en el momento en que un señor, con pintas de buenista de última generación, se ofende de forma explícita, gestos exaltados mediante, porque Nuestro Exiliado Mayor reprende a un chico con pintas de extranjero por subir la escalera por el lado que no le corresponde, que en este caso debería ser en línea recta y por su derecha, no dando brincos de cualquier manera y dirección entorpeciendo el paso de los demás viandantes, tanto de los que bajan como de los que suben. El señor buenista se ofende porque, dice en voz muy alta, que Maxaub ha perjudicado la libertad de expresión del viandante extranjero, que además tiene el color de la piel negra. 

Después de una cuántas estaciones y un transbordo, subimos por las escaleras de la estación de metro de Núñez de Balboa. Esta vez sin ninguna alteración reseñable, según el orden viario de Maxaub, que me parece el educado. Nuestro primer destino en este barrio de ricos, como me imagino está pensando Nuestro Exiliado, no es otro que volver a recorrer a pie el último recorrido que hizo en su coche oficial el presidente Luis Carrero Blanco, antes del atentado que le costó la vida el día 20 de  diciembre de 1973. El quinto magnicidio de la historia de España moderna, pongamos, desde la constitución de 1812. El primero fue en la calle del Turco, hoy calle marqués de Cubas, cien años antes del asesinato del almirante Carrero, como no, me estoy refiriendo al asesinato de Prim, cuya pregunta esencial todavía colea, ¿quien mató a Prim? Una pregunta que acompaña como una herencia fatídica a todos los otros: Canovas del Castillo, Canalejas, Dato. Incluido el de Carrero, por supuesto. El caso fue que - comenzamos el recorrido, le digo a Maxaub - el presidente del gobierno español de 1973 salió, como cada mañana, de su casa en la calle Hermanos Bécquer, 6, en dirección a la cercana parroquia de San Francisco de Borja, sita en la calle Serrano, para oír misa. Al acabar el oficio religioso, se subió de nuevo al coche oficial blindado para volver a su casa a desayunar, e incorporarse después a trabajar a su despacho en el palacete de Presidencia del Gobierno. Rutina de cada día. Mala conducta para un funcionario del Estado de tan alto rango. Al salir de misa, desde la calle Serrano el coche dobló a su izquierda por la calle Maldonado y al llegar a la esquina con la calle Claudio Coello volvió a doblar también a la izquierda. Fue a la altura del número 104 de esta calle, cuando explotó la potente bomba que habían colocado los etarras bajo el asfalto. 

¿Hubo conspiración en el atentado?, me pregunta Maxaub, mientras observa la placa conmemorativa del atentado y alza la mirada hacia la cornisa del edificio por donde “saltó” el coche oficial del presidente Carrero, al estallar la bomba bajo sus ruedas. Los magnicidios, sean de la orientación política que sean, suelen estar revestidos de esta aureola conspirativa, que no solo no se resuelve sino que no deja de crecer con el paso del tiempo. Y, como no podía ser de otra manera, el atentado del presidente Carrero Blanco sigue estando envuelto en el misterio respecto a la autoría del mismo. Por supuesto, que siempre hay un chivo expiatorio o brazo ejecutor, ETA en este caso, pero todos los indicios de las investigaciones llevadas a cabo desde entonces apuntan a que el cerebro pensante y favorecedor del atentado, que siempre es colectivo, todavía no se sabe quién fue, ni se sabrá nunca, pues cuanto los investigadores más intentan desenrollar la madeja más se oscurece el objeto de investigación, algo, por otra parte, consustancial a la naturaleza de lo conspirativo. ¿Quien mató a Prim? ¿Quien mató a Martín Luther King? ¿Quien mató a Kennedy? Pues eso.


Nunca sabremos quien mató a Carrero Blanco, pero lo que sí sabemos con toda seguridad, le digo a Maxaub, es que ese mismo día se suspendió el juicio 1001, contra la cúpula dirigente del sindicato clandestino de CC OO, detenida al completo un año antes en el convento de los Oblatos en Pozuelo de Alarcón. Dos acontecimientos el mismo día 20 de diciembre de 1973, aparentemente inconexos, pero que ponían el foco de atención hacia el futuro inmediato, como casi todo lo que ocurría por aquellos años. Nunca sabremos quien mató a Prim, o a Kennedy, o Martín Luther King, o a Carrero Blanco, pero si sabemos cual fue ese futuro inmediato que se quería abrir paso aquel día de diciembre. Nuestro presente, tal y como allí estamos el Exiliado Mayor y un servidor, delante de la placa atornillada y la cornisa restaurada en la fachada del edificio de los jesuitas de la calle Claudio Coello, enfrente del número 104.


Cerca del lugar del atentado, en la calle Castelló 56, se debió oír el estallido de una forma estridente, con rotura de los cristales de las ventanas incluidos. Una rotura de una cañería del gas, fue la primera causa de la explosión que corrió como la pólvora, nunca mejor dicho, entre los alumnos que se incorporaban a sus aulas para iniciar una jornada escolar más. Estamos frente al colegio de Nuestra Señora del Pilar, más conocido por Los Pilaristas. El Harvard español, para entendernos. Por este colegio han pasado algunos de los líderes políticos, sociales y económicos, de las diferentes tendencias ideológicas, que han protagonizado la vida política, social y económica de los últimos sesenta años. Un espacio de convivencia democrática ejemplar, le digo a Maxaub. El sigue todavía bajo los efectos de la explosión de la calle Claudio Coello. Yo soy de bombardeos diarios y masivos, de explosiones sin ton ni son, pero sin pausa. Es inimaginable para quien no lo ha vivido, apunta sin rencor, como puede ser la respiración diaria dentro de esa atmósfera de bombas, humos y edificios en ruinas. Es la primera vez, desde de estamos paseando juntos, que le noto un tono de reconciliación, es decir, que deja la comodidad de su irreversible pasado republicano y se incorpora a la incertidumbre de un futuro democrático indefinible e indefinido. El mismo que señala la bomba, los humos y los escombros de la calle de Claudio Coello, 104, aquel 20 de diciembre de 1973.


En la misma calle Castelló, pero en el número 77, le invito a entrar en la Fundación Juan March, La March, como se conoce en el argot cultural madrileño. Otra contradicción más, le digo. Ya sé, ya sé, responde entre resignado y lúcido. No hace falta que me confiese lo que esta pensando. Juan March fue uno de los banqueros que financió el golpe de estado de los militares republicanos sublevados contra el gobierno legítimo de la Segunda República. De aquellos polvos estos lodos, le digo, tirando de casticismo para desengrasar, al tiempo que le muestro la fachada principal de la Fundación Marchiana, donde consta la variada oferta cultural que se puede visitar gratuitamente en el interior, cuyo presidente es uno de mis filósofos de cabecera. Javier Gomá, el Ortega y Gasset del siglo XXI. Esto último se lo digo, henchido de orgullo, en voz alta. 


A lo mejor es un espejismo, pero según nos acercamos a la cárcel de Torrijos, calle Conde de Peñalver 53, tengo la impresión de que la oscuridad que señalaba en la primera línea de este escrito retrocede, y que la indignación por cualquier cosa cada vez afecta a la misma gente. No a más, ni por más cosas distintas. Otra rutina indeseable. Cada vez tengo la impresión de que todo lo expresable es como una gran y belicosa frase hecha. A eso sí somos todos muy aficionados, paradójicamente, en el mejor momento de nuestra historia. ¿Debo negarle mérito al Exiliado Mayor porque piense así? ¿Porque al final del franquismo, no otro es el significado postrero del atentado contra el presidente Carrero Blanco, sea capaz en mi compañía de ver el túnel de salida de la guerra civil prolongada? ¿Debo negarle la mayor al colegio privado de Los Pilaristas por ser un epítome de la concordia cívico educativa, solo porque la educación pública no es capaz de hacer lo mismo, sino todo lo contrario?  Allí estudiaron tipos como Juan Luis Cebrián, Jose María Aznar, Luis María Ansón, y algún preboste del antiguo régimen que ahora no me acuerdo (mírese Internet para saber la verdad toda la verdad sobre el asunto) ¿Debo mirar para otro lado ante la brillantez filosófica de Javier Gomá, solo porque es el albacea del banquero franquista Juan March?


Me doy cuenta que le gusta mucho, pero mucho, a mi querido Exiliado Exterior las instalaciones interiores de La March. Casi lo tengo que sacar a empellones para continuar nuestros paseo al siguiente hito que teníamos programado, la Prisión de Torrijos, en la calle Conde Peñalver, 53. Estuve a punto de suspender, sin decirle nada, la visita a ese edificio, ya que era volver a meterlo de coz y hoz en sus recuerdos republicanos de entonces, sobre todo después de comprobar que la realidad democrática del presente, La March mediante, lo había cautivado sin miramientos hacia atrás. Mi fijé con atención en su rostro y en la mirada transparente de sus ojos, que así lo delataban. Se lo comenté y me contestó que él era un exiliado con pase pernocta y que, por tanto, su obligación era dejarse llevar, dijo sonriendo con sorna, hacia donde yo lo condujera. Vamos pues, le respondí. En la Prisión de Torrijos, que hoy es una institución sanitaria y de beneficiencia, estuvieron como inquilinos ilustres Miguel Hernández y Miguel Gila, ambos mígueles  republicanos y milicianos del Quinto Regimiento. Durante su estancia en esta cárcel el poeta de Orihuela escribió sus famosas “nanas de la cebolla” en honor de su hijo pequeño. Algo de esto llegó a mis oídos a través de la radio y la prensa del exilio, dijo en voz alta mientras miraba la placa conmemorativa de la estancia de Miguel Hernández en la antigua cárcel. Fue muy triste el destino de este muchacho, concluyó sin sentimiento de ofensa perceptible, antes de emprender la marcha a la busca de un restaurante para picar algo.


miércoles, 13 de marzo de 2024

SYLVIA PLATH

 


CLLUB DE LECTORES 11

Conversar sobre los temas que sostienen las películas o los cuentos y novelas sobre los que conversamos en un club de lectores, antes que nada es un acto de respeto a la dignidad del moderador y, por ende, a la de quien ha decidido asistir. Nada como una tertulia pone a prueba, a mi entender, ese respeto a la dignidad humana. La del moderador porque se ha esforzado para que la conversación llegue al buen puerto de la comprensión y el entendimiento de todos, y la de los asistentes porque reman junto al moderador en la dirección de que ese propósito sea posible. Una tertulia es, por decirlo así, un bien común donde ponemos a prueba el estado de nuestra dignidad humana, siempre asediada, como sabemos, por las fuerzas que la quieren hacer desparecer, y ponerla a los pies de los caballos. En esas estamos.

¿Por qué, sin darnos cuenta, a mi entender, se vulnera este respeto? Porque confundimos constantemente muestras creencias con nuestras ideas. UN CLUB DE LECTORES ES EL LUGAR Y EL TIEMPO QUE SIRVE PARA APRENDER A TENER IDEAS Y A INTERCAMBIARLAS, NO PARA AUTOAFIRMARNOS EN NUESTRAS CREENCIAS. Por ello confundimos constantemente “el me gusta o no me gusta” con “el me interesa o no me interesa”. La creencia es algo que pertenece al ámbito de la intimidad humana. Sabemos que es verdadera y se encuentra ahí, dentro de cada uno de nosotros, como si fuera una segunda naturaleza. Es intransitiva y no sabemos la forma que tiene, por lo que para que pueda llegar a los otros de una manera inteligible se necesita tener ideas. Y que los otros también las tengan. A nadie se le ocurre discutir sobre la forma de andar o de respirar que tenemos. Una creencia, para entendemos, es como nuestro sistema motriz o respiratorio. Ahora bien, podemos cambiar el andar hasta que nos interese (es lo que hacen los modelos y los actores) o la respiración para aprender a meditar con eficacia (es lo que hacen los yoguis), pero para hacer esos cambios se requiere también tener ideas. Sin embargo, las ideas son todas discutibles en el ágora de la Polis, el lugar donde se reúnen los hombres y las mujeres libres, dignos de serlo, como decían los antiguos griegos. Las ideas son la manera de hacer discutible, con los otros y entre los otros, lo que de suyo, íntimamente, no lo es, las creencias. Las creencias son innatas, son la parte invisible que sustenta lo material. La ideas o las ideologías son culturales, son la parte invisible que vertebra lo político.


martes, 12 de marzo de 2024

VALERIA CANELAS

 


CLUB DE LECTORES 10

 ESCRIBE FRANCISCO FERRER LERIN:

REALISMUS

“Sí, quizá tendría que abandonar, y para siempre, esa tontería de que ‘sin lectores no hay autores’, de que es necesario saber que te leen, latiguillos que antes no empleaba, todo lo contrario, me erigía en autor y lector, puede que único, de mis escritos, una postura ejercida, consciente o inconscientemente, durante buena parte de mi primera etapa como escritor, autosuficiente, autofagocitaria, masturbatoria, que despreciaba la posible complacencia, participación, de otros lectores que no fueran yo mismo. Ahora, y en este periodo incluyo los últimos quince o veinte años, me dio por declarar, para la galería, para congraciarme, que no tenía sentido escribir si detrás no estaba una, nutrida quizá, cohorte de lectores entusiasmados con mi literatura, y ahí quedaba, más o menos confusamente explicitada, que esta debía ser realista, comprensible, que no requiriera esfuerzo por parte del lector, apoyada en la cotidianidad, en lo normal, en la norma sintáctica, en lo que sucede entre gente como nosotros, sobre todo en cómo hablan, en cómo se expresan, lineal, diáfanamente, una literatura que retratara el mundo tangible, alejada, en suma, de cualquier atisbo de ficcionalidad. Ese libro de Ben Marcus y Rubén Martín Giráldez Por qué la literatura experimental amenaza con destruir la edición, a Jonathan Frazer y la vida tal y como la conocemos (Jekyll & Jill, Zaragoza, 2018), describe, con precisión, la cruzada no inocua a favor de la literatura amable y, yo mismo, en este blog, El Boomeran(g), en el artículo “Lectores, espectadores” (16.12.15), hablé del ansia de realidad en el consumidor moderno de narrativa, en el consumidor de cine, de series televisivas, formato este último que se ennoblece cuando tranquiliza al espectador colocando, en lugar bien visible, la advertencia de que la historia está basada en hechos reales. ¿Para qué comprensión lectora? La vida misma en escena. Contada como Dios manda. El Orden. La muerte de la Imaginación. La muerte del Artista.”

lunes, 11 de marzo de 2024

CLUB DE LECTORES 9

 La pregunta y su correspondiente respuesta forman parte de la entrevista que hacen al filósofo y escritor GABRIEL ALBIAC, en el periódico digital El Debate.



viernes, 8 de marzo de 2024

BRUNO MESA

 PRONTO SERÁ TU CASA



LA TAPADERA

La viabilidad de la democracia liberal, para entendernos, resumida en la frase de Georg Gadamer: “cabe la posibilidad de que él otro tenga razón”, siempre está amenazada por el acoso y derribo de los totalitarismos de toda laya y condición, que vigilantes esperan las debilidades de aquella para urdir el momento propicio que les permita tirarse al cuello de su víctima. La caza de brujas que, con el consentimiento de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos de América, inició y llevó a cabo el senador republicano Joseph McCarthy entre 1950 y 1956, es uno de los episodios más conocidos dentro de este apartado que forma parte inseparable, a su vez, de la historia universal de la infamia. Uno de los blancos de semejante inquisición política fue el mundo del cine porque, entre otras razones, los interrogatorios a directores y actores famosos proporcionaron una extraordinaria publicidad a los miembros del Comité de Senado estadounidense, instigador de de la caza de brujas, que estaba presidido, como no, por el senador McCarthy. Hasta aquí, de forma resumida, los hechos reales.

Ahora bien, ¿cómo se hace una película basada en estos hechos reales, en la que los protagonistas secundarios en los hechos de la película son los protagonistas principales en aquellos hechos que entonces sucedieron en la vida real? ¿Cómo se cuenta esa historia en una época donde han desaparecido las causas que las provocaron? En fin, ¿cómo ha filmado Martín Ritt su película, 

“La Tapadera”. Aparentemente el mundo es otro, pero lo que no cabe ninguna duda es que los espectadores en este mundo de ahora perciben las cosas que en él aparecen de otra manera, aunque después de ver la película el espectador tenga la sospecha de que pocas cosas han cambiado desde la época del senador Joseph McCarthy. ¿Cómo filmar ese cúmulo de contradicciones? Allen, Woody Allen es la respuesta y la solución que ha elegido Martín Ritt. El testaferro y el amigo. Woody Allen, el actor-personaje de la historia del cine que acumula más contradicciones por centímetro lineal de estatura del mundo. Howard Pierce, así se llama el nuevo protagonista en el que se encarna Allen, mediante el que nos va a persuadir que el mundo, a pesar de sus infinitos desatinos, merece la pena entenderlo y, por ende, vivirlo. ¡Cuidado con los profetas de la perfección del mundo!, nos previene al paso de sus idas y venidas por la ciudad entre sus esquinas y alcantarillas.


Testaferro es un término usado en la literatura, en leyes y psicología, para señalar a la persona que suplanta, encubre o se disfraza legalmente, prestando su nombre e identidad, firma, o bien su persona ya sea física o jurídicamente, emulando el papel social de la persona mandante a la que en el fondo representa. Encastrar un testaferro de la vida, no otra cosa es un actor, en una trama que se inspira en hechos reales, y está protagonizada por quienes experimentaron en sus propias carnes aquellos hechos, es la manera más acertada y lúcida para que el espectador de hoy vea y comprenda lo que ocurrió en ese pasado cercano y remoto a la vez de la caza de brujas. Si nos fijamos con atención, el arte narrativo siempre se basa en los hechos reales de la vida estén estos documentados, o no, pues sino estaríamos hablando con marcianos al no haber realidad compartida entre personajes y espectadores. La presencia de Howard Prince superpuesta y entremezclada a la trama de los personajes reales hace, debido a la distancia que pone entre esos y el espectador, que este traiga hasta su presente lo que ocurrió entonces no como un documento histórico, sino como un acontecimientos creativo. Ese que, al contrario que el documento histórico que solo habla de los años en que ocurrió la caza de brujas, habla de la caza y de las brujas que sucede y sucederán siempre, respectivamente. 


Por eso las peripecias de Howard Prince en la película, suplantado la personalidad y el oficio de guionista de su amigo, son también las nuestras, en tanto en cuanto son las propias y las apropiadas de la eterna condición de las conductas de los seres humanos, actúen donde actúen y se escondan detrás de las máscaras mediante las que ocultan sus vidas, mientras actúan. 


jueves, 7 de marzo de 2024

SAN JUAN DE LA CRUZ

 NOCHE OSCURA DEL ALMA (fragmento)



CLUB DE LECTORES 8

 Lo recuerdo una vez más.

Llamo “Club de Lectores” a un espacio imaginado para poner en práctica el aprendizaje de cómo se configura el hecho creativo. Aprender a leer una novela o un. cuento, aprender a leer una película. Un espacio imaginado para romper todos los tabúes, todos los prejuicios y todas las convenciones que la vida nos ha ido metiendo en el alma, y que nos han impedido ese aprendizaje. Un espacio imaginado para ganar la confianza hacia los demás que son distintos a uno mismo, que no son de nuestra tribu o familia, para entendernos, una confianza que vamos perdiendo con el paso del tiempo. Un espacio, en fin, imaginado para que nos una ese amor a la sabiduría y la belleza que hay oculto en las películas y en los libros que compartimos, y que entre todos tratamos de descubrir. Hoy, más que nunca y dado la que está cayendo, es necesario entrar y habitar en un espacio así no porque crea a mi edad que todo es posible todavía debido aun ataque repentino de optimismo juvenil, sino para NO DAR LO HUMANO POR PERDIDO. Y en ese espacio de acción y diálogo sí que creo.

miércoles, 6 de marzo de 2024

LUIS CREMADES

 CANCIÓN DE AMOR

Este es el campo. O son tus ojos

Iluminándonos.

Por las mañanas

Soy tuyo, tu viajero, peregrino

Dentro de tus ojos

Y cuando tu madre te despierta

Desde allí te guío y ondeo mi bandera.

Por las tardes

Soy tuyo, tu dueño, la cárcel

El único territorio habitable

Y tu alimento: esta mirada

El reconocimiento de una patria.

De noche, solo este campo desierto

El claro de luna sobre la espuma del mar

Dos miradas, un misma disposición 

del espíritu.

MARÍA GÓMEZ LARA

 EMILY DICKINSON (fragmento)



CAMBIO DE CUENTO

 Estoy eligiendo un cuento para comentar con los colegas de la tertulia. Como siempre acudo a los cuentistas norteamericanos más o menos actuales, pues sus historias me parecen que se encargan con acierto de las cuitas de la clase media urbana que hoy hegemoniza el rumbo y destino del mundo. 

Pero hete aquí que cuando había elegido un cuento de Tobías Wolff titulado, “Di que sí”, la cita del encuentro con mis colegas lectores se ha metido de rondón en el tiempo de la Semana Santa. Hemos quedado el domingo de ramos. Me digo, entonces, que deberíamos estar a la altura del calendario. Dios no solo no ha muerto, sino que resucita todos los años, para que no se nos olvide.


Me parece que ya los estoy oyendo: Oiga, y si no creo en Dios. Pues el problema es suyo, no del Jardinero Mayor que si cree y además es el protagonista principal del cuento que le adjunto. Así que si los de la tertulia decidimos leerlo, el problema será de los incrédulos menores que lo lean por primera vez, no del Jardinero Mayor, que lleva 130 años siendo el protagonista principal del cuento.


El cuento que he propuesto para tal propósito: estar a la altura del calendario, es de Antón Chéjov (el padre narrativo de todos aquellos autores norteamericanos), y se titula, “RELATO DE UN JARDINERO MAYOR”, escrito en 1894.


Para ayudar a salvar ese desnivele de fechas, cuerpos y espíritus o conciencias: un cuento escrito en 1894 pero leído en 2024, he propuesto también la conferencia de Javier Gomá sobre “¿Qué es la dignidad humana?”. 


Lo que quiero sugerir, al fin y a cabo, es que sea de obligado cumplimiento no solo leer el cuento, sino también ver el vídeo. Dos actividades para responder a una sola pregunta, en la conversación que mantengamos en la tertulia. A saber:

¿CÓMO COMPRENDEMOS, Y EXPLICAMOS, NUESTRA DIGNIDAD, Y LA AJENA, DENTRO DE LAS ACTUACIONES CONCRETAS QUE TENEMOS EN NUESTRA VIDA COTIDIANA? Eso es todo.

sábado, 2 de marzo de 2024

BARTOLOMÉ L. DE ARGENSOLA


 

CLARA JARA DE SOTO

 


LA GALLINA CIEGA 8

 EL CAMINO DE VUELTA NO ES NADA MÁS QUE UN SENDERO ADYACENTE DE LA GRAN CARRETERA DE LA RECONCILIACIÓN 

Esto que veo es realidad o esto que me figuro ver lo es. Nuestro exiliado siempre debatiéndose entre la mirada del águila y la del topo. Algo, le digo, muy de actualidad. Mira por donde, Maxaub es uno de nuestros primeros postmodernos y, por ende, lo fue también toda la cosmosvisión de la Segunda República, le digo. Lo que veo es más real de lo que me figuro ver. O viceversa. No te entiendo, me responde. Lo iremos viendo mientras paseamos. Pasear peripatéticamente tiene eso, ya lo dijo Aristoteles. Una tensión entre lo que es y lo que me figuro que es, que bien administrada produce la virtud que acompaña a la creación humana, pero que con fanáticos modos gerenciales produce, con más intensidad y prontitud si cabe, las más tenebrosas y crueles  de las oscuridades. La guerra civil del 36, talmente. Así camina a mi lado Maxaub, entre sus ansias de realidad y sus volatineros anhelos de ficción. Entre medias, como un náufrago incansable, la verdad. ¿Donde está la frontera del aire que respiro? ¿Donde está la de esta gente que camina a mi lado? Vuelve a mirar a su alrededor, como si lo estuvieran espiando, como si no tuviera los papeles en regla, como si los sicarios del régimen franquista lo esperaran a la vuelta de la esquina para ponerlo de patitas en la frontera, o en la cárcel. Vaya usted a saber. Como si no tuviera el pasaporte, se palpa el bolsillo de la chaqueta. Todo ese jaleo mental, mientras seguimos caminando después de comer en el círculo catalán. 


Conformado por esos miedos y ambivalencias Maxaub llegó junto a mí a la antigua Universidad Central de Madrid, en la calle San Bernardo número 47. Viendo como reaccionó ante la fachada del edificio no sé si fue una buena idea. Elevar el nivel educativo y cultural de la población española fue el santo y seña del advenimiento de la Segunda República, me recuerda con nostalgia su tono de voz. Lo que más llegaba a los exiliados del exterior, cuando llegaba algo dado el hermetismo del régimen franquista, fueron los disturbios que protagonizaron los estudiantes, cuyas primeras huelgas del año 1956 tuvieron lugar en esta Universidad que tenemos delante. Los hijos de los protagonistas de ambos bandos de la guerra civil dijeron basta, dejaron las aulas del caserón de la calle San Bernardo y se lanzaron a la calle a pedir la vuelta de la libertad y de los derechos civiles. Reconoce Maxaub que estas huelgas tuvieron un eco notable en las universidades europeas, sobre todo en la parisina, hasta el punto de que hicieron tambalear por primera vez los cimientos autárticos de la dictadura franquista. Dentro de este Caserón Universitario, le digo, aunque te parezca increíble se empezó a imaginar por parte de los estudiantes de entonces que Franco no era inmortal y que la democracia española integrada en la unidad europea era nuestro destino como comunidad política. 


En la otra acera de la calle San Bernardo, en el número 44, se encuentra el palacio Bauer, hoy es la sede oficial de la Escuela Nacional de Canto. Le invito a acercarnos a su puerta de entrada porque en su diario escribe que vivimos de contrastes: el sol no existe sin sombras más que en el desierto inhabitable, dice para ilustrar su convicción. Aunque luego deja llevarse por la ironía y reconoce que todo el mundo lee y habla de lo mismo. Y que la verdad siempre ocupa un lugar parecido al limbo de los justos. ¿Es la verdad un asunto de niños?, pienso al hilo de sus reflexiones. Lo pareciera tal y como va el mundo, aunque no le digo nada para no incordiar a su ánimo. Mira por donde, el Palacio Bauer es un edificio de contrastes. Hasta que pasó a ser sede de la Escuela Nacional de Canto, fue desde su fundación la sede de la familia Bauer. Una familia judía de origen húngaro y que representó los intereses económicos y financieros en España de la otra gran familia judía europea, los Rothschild. Quizá sea acertado, ahora que lo pienso, situar a la verdad en el limbo, pues en el paraíso hay rotaciones de okupas, por decirlo así, según soplen los vientos de la guerra y de los vencedores, y los vencidos, que siempre lleva su vera. El caso es que a los Bauer no les agradó la proclamación de la Segunda República, pues eran convencidos monárquicos alfonsinos, y, una vez acabada la guerra civil, apoyaron decididamente al régimen de Franco a cambio de que les dejara construir sinagogas en Madrid y Barcelona. Hoy por ti mañana por mi. Ya digo, así va el régimen de alquiler de la okupación de El  Paraíso. Eso sí que es un contraste de los que hacen titulares en la Academia de la Historia. Lo cual no es óbice para que el palacio fuera famoso por los bailes que organizaba la familia anfitriona en el salón de música. Ni que uno de sus dueños, Ignacio Bauer, diera clase en la cercana Universidad Central de Madrid, pues era devoto de las letras y las humanidades. Además de ser el promotor de la Comunidad Judía en España y sus conexiones con el judaísmo europeo. Observo que Maxaub no hace mohínes significativos ante lo que voy contando del palacio, será que los contrastes de la vida humana es algo que lleva gravado en su alma desde que se exilió al finalizar la guerra civil española.


No quiero que pases por estas calles sin que visites a La Felipa, la librera más insigne del franquismo, lo cual contradice la imagen de erial cultural que algunos miembros del exilio exterior gustaban de predicar. En la calle de los Libreros, como no podía llamarse de otra manera, regentó durante muchos años su librería, donde los estudiantes de la Universidad Complutense y los lectores no universitarios encontrábamos siempre los libros que andabamos buscando. La Felipa tenía un ordenador en su cabeza. No necesitaba apuntar ningún pedido, aunque no te garantizaba la fecha que podrías venir a recoger el libro o los libros demandados. Todo era cuestión de que los lectores fueran pacientes. Así no había libro que se extraviara. Lo decía La Felipa.


Si los libros llegaban siempre a la librería de La Felipa, las balas de la dictadura franquista no acababan de irse nunca. Maxaub ni pestañeó cuando le hablé en estos términos, mientras caminábamos hacia la plaza de la Luna, donde se levanta el monumento que recuerda la muerte de Arturo Ruiz y Luz Nájera, ocurrida en los sangrientos acontecimientos que dieron nombre a la semana negra de Madrid, a finales de enero de 1977. Y que comenzó, como ya he dicho, con los asesinatos de los abogados laboralistas de Atocha, y continuó con las manifestaciones de protesta en las que perdieron la vida Arturo y Luz.