A sabiendas que sus objetivos respecto a la lectura son desmesurados y están más allá de cualquier posibilidad de conseguirlos, El lector necesita para experimentar su lectura: alteridad, extrañeza, lejanía y amor hacia esa llamada que le llega de la voz narradora del texto. Leer es un acto sagrado transcendente, también una actividad de riesgo y precaria, no una comprobación técnica exitosa in situ de un mecanismo. Hay que leer como leía Santa Teresa.
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Si callado eres un misterio, cuando tomas la palabra eres un horror.
Un ser humano hace con lo que hicieron con él.
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El viejo cariz de la existencia va siendo arrumbado vertiginosamente, y adopta el presente nueva faz y entrañas nuevas. Hay en el aire occidental disueltas emociones de viaje: la alegría de partir, el temblor de la peripecia, la ilusión de llegar y el miedo a perderse”.
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No estamos hablando de erudición, sino de impenetrabilidad de los lectores ante la reflexión o el pensamiento proveniente no necesariamente de los expertos o especialistas.
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Cada vez hay más gente con una muy mala educación
Cada vez hay más gente vulgar, que tiene una espontaneidad no educada y que se cree con la misma legitimidad que la gente educada.
Cada vez hay más gente que no necesita la expresión artística para vivir. No tiene sentido de la trascendencia, todo empieza y acaba en ellos mismos. La ficción ya no tiene una voz poderosa. Aunque, tranquilos, la novela no va a morir. Está en manos de la gente vulgar y sus historias vulgares o sin interés
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Me daría por satisfecho como coordinador de esta taberna, Si únicamente reconocieras que por carecer de cosas buenas y bellas, deseas precisamente eso de que estas falto y, por tanto, vienes a la taberna no a comprarlo como si entraras en un supermercado, sino a esforzarte por encontrarlo conversando para su busca en compañía de los otros que también están faltos de aquellas y también desean por ello esforzarse para encontrarlo, y no comprarlo.
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Convengamos que el mundo que nos toca vivir es feo y sin piedad. No sé cuanto es herencia de nuestro pasado, cuanto de nuestra incapacidad de vivir en paz, en fin, cuanto de nuestra universal condición aniquiladora del prójimo.
Nuestro lugar en un mundo así, feo y sin piedad, significa saber encontrar la belleza y la bondad que nos faltan. Ese lugar es un estado mental y no se ve a simple vista. Tiene que ver con saber pararse dentro del trajín de cada día, para aprender a mirar y escuchar al otro y a lo otro en la mente del mundo.
Lo dejó escrito con perspicacia Primo Levi, después de su paso por Auschwitz: hay lugares en ese Infierno que no son infierno.