viernes, 1 de diciembre de 2023

CASA NATAL DE DALÍ

 Hay un magnetismo, incluso una erótica, entre la casa natal de Dalí y el teatro museo también de Dalí. Entre el lugar donde nació y el lugar que encarna su manera de ver el mundo, que es donde está enterrado, aunque no sea del todo cierto. Bajo la cúpula geodésica, a su entender, el centro del mundo.  

Siendo el surrealismo (el nudo de su vida), el planteamiento (la casa natal) y el desenlace (el teatro museo) se atraen de forma irresistible como en las mejores novelas clásicas. A saber, esa forma de atracción tal que cuando llegas a la última página (el teatro  museo) tienes la necesidad como lector de volver a la primera (la casa natal), para entender el sentido profundo de lo que has leído (una vida surrealista). 


En la novela de la vida de Salvador Dalí faltaba esta primera pagina para poder entender el aura de lo que el pintor llamó surrealismo (no tanto el movimiento de vanguardia histórico) que lo acompañó siempre. Faltaba “pintar” digitalmente su lugar de nacimiento, como él lo habría imaginado si hubiera vivido en la época presente. 


Para entendernos, no me imagino que alguien  “pinte” digitalmente la casa de Picasso, Pollock,  Rocko y los otros primeros vanguardistas de principios del siglo XX.


Las visitas a las casas natales de los creadores conocidos cuya obra de alguna manera me afecta, tienen ese valor de uso para que pueda comprender, en la posteridad de esas vidas, el significado de su existencia. Me pasó con Goethe en Frankfurt de Meno, en Nuremberg con Alberto Durero, en Albí con Toulouse Lautrec, me pasó con Bettowen en Bonn, etc Algo se mueve dentro de mí al caminar por los interiores de esas casas natales y por sus correspondientes exteriores de la ciudad donde se encuentra. Algo que antes no existía. Y que se queda ahí para siempre.