miércoles, 7 de junio de 2023

LO BELLO Y LO PULIDO

Llegados, como humanidad, a este punto en el que la forma bella tradicional del arte, que convocaba a algo elevado inalcanzable para el común de los mortales, ha cedido su lugar a lo pulido que convoca a toda velocidad sólo el “me gusta” de cuantos más cliks mejor, mucho mejor, lo único que se puede hacer es ponerse en pie y estar dispuestos a andar sobre las horas de cada día (tiempo que perdura), no yendo de bólido detrás de las horas del reloj (el tiempo que se esfuma en cada instante), hasta lograr hacer un camino. Hay cosas cuyas formas nos siguen produciendo emoción a la vieja usanza, como a los antiguos, pero nos sublevamos contra su añeja moral mediante la nueva usanza, como los modernos. Por ejemplo, la guerra, las figuras que padecen injusticias lacerantes, etc. Los usos sociales compartidos son de cada época, pero el corazón es el de siempre y siempre es de uno. Ni es antiguo ni moderno ni burgués ni progresista. Es de uno, siempre, y tiene una ética permanente, no una moral contingente o de época. Los usos sociales se cambian, y esta bien que así sea, pero las emociones del corazón de uno no lo hacen, al menos de la manera ni al ritmo que marcan los usos sociales. Podemos “respirar” de muchas manera pero el corazón siempre es el mismo, siempre late igual. En el mundo de afuera hay muchos corazones latiendo pero en el mundo de uno solo hay un corazón. Ese camino aludido debe ser el lugar de encuentro de todos esos latidos, para compartir una conversación común sobre las horas de cada día. Y a ver qué pasa. Eso es todo. Por tanto, no debemos avergonzarnos de tener un corazón de siempre y unos usos sociales modernos a la moda. De otra manera, aunque parezca un contrasentido, no habríamos llegado como humanidad hasta hoy.