martes, 20 de junio de 2023

REGRESO A HOPE GAP

Quisiera recordar algo que conviene tener presente a la hora de ver una peli o leer una novela o un cuento. Willian Nicholson ha imaginado primero y construido después, a partir de su biografía, una experiencia creativa, es decir, una película que ha titulado Regreso a Hope Gap. El espectador (o el lector en su caso) no puede hacer menos, al ver la película. Ha de imaginar primero y construir después, a partir de su biografía, una experiencia creativa, es decir, ha de construir su mirada o el esbozo de su mirada (no un chascarrillo, o una improvisación) sobre la peli, si quiere comprender algo y hacerlo luego inteligible a los otros espectadores. Eso es, a mi entender, la razón de ser de una tertulia de cine o de literatura. 

Toda narración está basada en la experiencia existencial, no en la biografía personal. Experiencia existencial es lo cada cual hace con su biografía personal mas las biografías ajenas más la imaginación, no tiene porque haberle ocurrido directamente. Así mismo el director de Regreso a Hope Gap hace su película inspirada en la separación de sus padres, experiencia existencial, que no es igual a la separación de sus padres tal y como ocurrió en su biografía personal, que serían los datos históricos y psico-sociológicos. El espectador al ver la película, que es con lo único que se relaciona, lo que hace es contraponer su experiencia existencial con la del director Nicholson, no es, por decirlo así, un careo de anécdotas sobre sus biografías personales.


Aunque en el arranque de la película queda claro al espectador quien le va a contar la historia, sin embargo la siguiente secuencia a ese arranque puede invitar a la confusión debido a la forma y, sobre todo a la intensidad con que está contada. Una intensidad protagonizada por la conducta de la madre del narrador, que puede hacer olvidar al espectador que esa puesta en escena es una decisión que él ha tomado y que considera necesaria para lo que nos quiere contar a continuación. Un “olvido” que solo declina en la escena final de la película, cuando el hijo-narrador le recuerda de nuevo al espectador que es él quien tiene la autoridad sobre lo que acaba de contar, invitándole a que cierre el círculo de comprensión volviendo a ver la primera escena, en la que se presentó cuando era un niño jugando con los animalitos que quedan entre las rocas de Hope Gap, después de ser batidas por las aguas del mar; en la orilla, de espalda a los hermosos alcantarillados blancos del lugar, la cámara, en un alarde de unir la vida como flujo continuo, nos enseña la figura actual de su madre, la primera mujer entre las mujeres, que junto a su padre, el primer hombre entre los padres además de maestro y juez, les han mostrado por delante el horizonte de inteligibilidad ante el que ha vivido su existencia hasta ahora que se separan. Todo este final reforzado o ensalzado con el poema de Arthur Hugh Clough, No digas que es inútil la lucha, recitado por la voz en off del hijo narrador.


El que el hijo-narrador haya elegido este momento de su vida, 29 años, para narrar los días que siguieron a la separación de sus padres en lugar, por ejemplo, de narrar lo mismo desde una edad posterior, más madura y serena siendo ya padre, da al espectador la pista desde donde debe mirar la película. Ese lugar y ese tiempo no son otros que la casa donde ha vivido durante sus años de infancia y primera juventud, y el momento en que su padre le dice a la madre que la deja porque se ha enamorado de otra mujer. El lugar y el momento entre los que construyó el horizonte de inteligibilidad que hasta ahora le había servido para estar en el mundo, se rompe de repente. Pero no sabe por qué, y es eso lo que quiere saber, si esa es la razón y hasta donde de que su vida se encuentre también en un callejón sin salida. Esa coincidencia entre la crisis de sus padres y la suya propia se encarna en el narrador en el impulso vital que lo anima a contar, mejor dicho, a comprender existiendo, algo que no había hecho nunca hasta ahora, a sus 29 años. De pronto, y sin previo aviso, entra en el mundo adulto. Este comprender existiendo es, a mi entender, la unidad que da sentido a la historia, que permite al espectador, volviendo a lo que decía al principio, construir su propia mirada sobre la película.