Escribe Basilio Baltasar:
“El advenimiento del Gran Hermano Tecnológico y su declarada intención de injertarse en los cerebros de los pobres humanos domesticados exige suprimir todo vestigio de la voz que discurre bajo el lenguaje y sustituirlo por la aridez discursiva de la computadora universal, por el maquinal acopio de los datos que introducen los programadores, por la monstruosa memoria que festejan los publicistas de la factoría tecnológica.
En esta encrucijada histórica cabe preguntarse quién escribirá el relato que sustituya a la metáfora babélica —sabiendo ya que el mito no cuenta lo que sucedió en el pasado sino lo que ocurre en el futuro— y cuál será el castigo reservado a quienes consigan poner su trono por encima de las estrellas2 (¡y volar por encima de las nubes!). Cómo será la fábula de la nueva transgresión —la fantasía del transhumanismo—, la locura de la ambición despótica y distópica y el remordimiento corrosivo que atormentará a los constructores de la nueva era.
Es probable que el escritor elegido imite el procedimiento narrativo que dio consistencia al relato de Babel. Así como el autor del Génesis evocó el zigurat de Etemenanki y la soberbia de los ingenieros palaciegos para escenificar el límite de lo humanamente aceptable, nuestro contemporáneo deberá encontrar un relato, una imagen, un argumento, que haga verosímil la dispersión psicótica de los humanos aterrados.
Es factible imaginar que el narrador del colapso civilizatorio encuentre en las investigaciones botánicas el más elocuente, deslumbrante y pedagógico de los casos ejemplares. Los biólogos y micólogos han observado el comportamiento del Ophiocordyceps unilateralis con el asombro que producen las desconcertantes articulaciones de la naturaleza.
El caso en cuestión trata del hongo que organiza su vida alrededor de la hormiga carpintera. La acecha para infectarla, instalarse en su cuerpo y gobernar su comportamiento. El hongo la despoja de su miedo instintivo a las alturas, la saca de su hormiguero y la lleva allí donde el hongo quiere vivir: en la cumbre de las plantas más altas. El micelio obliga a la hormiga a anclarse con sus mandíbulas en la nervadura principal de la hoja y cose sus patas a la superficie de la planta. El hongo se expande en el interior de la hormiga como un órgano protésico, invade sus cavidades corporales, se enreda con sus fibras musculares y segrega las sustancias químicas que controlan su sistema nervioso central. Finalmente, el hongo devora el cuerpo de su huésped y hace que brote un tallo en su frente de tal modo que las esporas caigan sobre las cabezas de las hormigas que pasan por debajo.
El patrón biográfico de la hormiga carpintera anticipa la figura del ser humano infectado por el hongo que gobernará su mente, su voluntad y sus actos. El cíborg y el híbrido transhumano que se quiere fabricar mediante injertos y prótesis encontrará escrito, antes de perder el último aliento de su conciencia, el relato mítico de su destrucción. La imagen del hombre despojado de sus atributos por el instinto maquinal de un huésped homicida ilustrará el final de los humanos trastornados por la pérdida del sentido oculto en el reverso de las palabras.”