El otro día visité, acompañado de mis colegas de la ruta “Madrid en guerra”, la ermita del Humilladero de nuestra Señora de la Soledad, en la puerta de la cual asesinaron, el domingo 12 de julio de 1936, al teniente de la guardia de asalto José del Castillo, muy conocido durante el último periodo republicano conocido como Frente Popular. Ante la falta de alguna placa que recordara el suceso - no olvidemos que este asesinato fue el penúltimo antes de que se produjera el golpe de estado del 18 de julio, el último fue el asesinato del diputado monárquico José Calvo Sotelo - le pregunté al monaguillo que estaba en la puerta de la ermita que significaba la palabra humilladero. Más o menos me dijo que no era propiamente un lugar de culto, sino la antesala del lugar de culto. Esto es, dijo a continuación, humilladero es, antes que un lugar, ese tiempo que todo creyente necesita para estar en condiciones de relacionarse con la absoluta potestad de Dios. Dicho a la manera secular, pensé yo, humildad ese tiempo y lugar que nos permita estar en condiciones de relacionarnos con aquello que es más grande que uno, pues su inteligibilidad nos estará vedada siempre, humildad es esa disposición del ánimo frente aquello que no podremos entender nunca pues no forma parte de nuestra condición humana finita, imperfecta y mortal. Y sin embargo, pensé, el rosario que llevaba colgado el creyente de antaño, no tiene el mismo significado que el móvil que, igualmente, lleva colgado al cuello el consumidor de hogaño. El rosario y sus cuentas eran para aquel la prueba de su pequeñez y su humildad frente a lo absoluto divino y también la forma de narrar su relación con ello, mientras que el móvil y sus teclas para este es la prueba absoluta, sin ninguna duda ante su conciencia, de que la divinidad es él mismo en diálogo permanente consigo mismo. El mundo no es que haya girado, me dije, se ha enrocado sobre sí mismo y no sabemos por qué. Al abandonar la ermita me quedé con ganas de preguntarle al monaguillo, si el lugar elegido por quienes asesinaron al teniente Castillo tenia que ver con el significado de su nombre: Humilladero de nuestra señora de la Soledad. No lo hice por temor a que la estampa que nos ofrecía el conjunto a quienes allí estábamos en ese momento perdiera toda su fuerza y significación, emborronada con una sucesión de palabras inconsecuentes