Herencia de Valle Inclán. La feroz sátira del pasado (1895) se realiza con la atención puesta en el presente (1960) y la mirada dirigida hacia el futuro (2023). El propósito de la peli es a la vez literario y ético; levantado en el aire el narrador de la misma, desde la primera escena, da testimonio del momento de él y su país de forma tal que el espejo deformante del Callejón del Gato (esperpento), se transforme en máquina de moralidad y artilugio desenmascarador. Dicho con otras palabras, la película de Fernando Fernan Gómez, “Solo para hombres”, sólo se puede ver desde el presente, sea cual fuere el presente que el espectador habite. Lo que el espectador no puede hacer, para entendernos, es trasladarse con su imaginación al tiempo de los datos históricos de 1895 o de 1960, como si su imaginación fuera un dispositivo con facultades para atravesar la irreversibilidad del tiempo mecánico o del reloj. Uno no puede volver literalmente a tener 20 años por mucho que trate de emularlo mediante, por ejemplo, las actividades propias de la forma física de aquella época, que es lo que más se lleva, sin olvidar la jerga verbal que también se ha acabado imponiendo para construir un paisaje y un paisanaje, el de hoy mismo, en el que no hay adultos y está prohibido envejecer, bajo acusación de fascista. Ya me entiende. Uno si puede, sin embargo, guardar un resto de aquellos años en la memoria y, sobre todo, no debes dejar entrar en tu imaginación al viejo que está esperando para llevarte a la tumba. Pero lo que el espectador no puede hacer, se ponga como se ponga él y sus dispositivos, en fin, es imaginar literalmente el pasado, por mucho que aquellos chismes digitales le hagan creer en ello con la Fe del carbonero. Lo que quiero decir es, que el cuerpo del espectador no puede confundirse con su alma, que es lo mismo que confundir información con sabiduría. Esta “confusión”, por decirlo así, es propia de los vaivenes del alma no al cuerpo. La información de la peli viene de 1895 y 1960, pero la sabiduría adquirida por ver esta peli solo se puede dar mediante la experiencia tenida al verla hoy, en 2023.
Por ejemplo, imaginar a Florita Sandoval, pongamos, hablando como lo hace en la película pero en medio de una asamblea de feministas feroces de hoy. Ver a Florita, y a toda la tropa del negociado del ministerio de Fomento y de su familia en los años finales del siglo XIX, actuar y al mismo tiempo reírse de su actuación, es vernos a nosotros mismos viviendo y riéndonos de nosotros mismos de cómo vivimos, de la piel tan fina que gastamos. Dicho en plan campanudo, la conciencia que tiene Florita de ese mundo que le rodea lleva ínsita la conciencia de su propia conciencia. Entiendo ese reírse no como burla hiriente para evadirse, sino como desdoblamiento, como la forma más lúcida de conocimiento, que es en definitiva, la mejor manera de dar cabida a la mirada de los otros en la propia. Solo así se puede entender la total vigencia de la película en plena tormenta actual de las identidades que se multiplican como conejos y nos asedian tratando de recabar para sí toda nuestra atención. Una forma de politotalitarismo inédita, y un efecto coletaral de la digitalización de la experiencia. Término a término, institución a institución (parlamento de entonces y parlamento de hoy, familia de entonces y familia de hoy, trabajo del funcionario de entonces y trabajo del funcionario de hoy, sociedad de la exposición y el exhibicionismo en las ventanas de entonces, sociedad de la exposición y exhibicionismo en las pantallas de hoy, etc), “Solo para hombres” representa cabalmente, anclada en los finales del siglo XIX, el momento más dulce de la historia de las mujeres que vivimos en este presente. Con Florita Sandoval al frente, en el medio y a un lado y otro del escenario y de la cámara, atravesando con su desparpajado el latido universal de los tres siglos: finales del XIX, mediados del XX y principios del XXI. Estos disloques, estos desenfoques, en fin, estas deformaciones son solo atributos propios y apropiados de la imaginación en cada presente. Por eso la imaginación es una facultad exclusiva del tiempo que constituye al ser humano, y no es propia de los dioses instalados en la aburrida eternidad, ni de los animales instalados en un presente igualmente aburrido y continuo. Por eso, la imaginación es propia de seres intermedios y anómalos, deformados y deformantes, talmente como somos los seres humanos.