martes, 25 de abril de 2023

LA VIDA PRIVADA DE SHERLOCK HOLMES

 La audacia de Billy Wilder, autor de la película que les comentó, está en haber metido la cámara en donde hasta ahora nunca había entrado. La vida privada no solo de Holmes, sino de todos sus imitadores posteriores hasta nuestros días, siempre ha sido un coto cerrado dentro del ámbito de este género literario que es la novela policiaca o de detectives privados. 

El humanismo de las escenas en que participa Watson, la señora Hudson y, como no, su majestad la reina Victoria van colocando con elegancia y paciencia el altivo tecnologicismo de la inteligencia de los hermanos Holmes en el sitio que le corresponde en la vida. Desbancándolos de su falsa superioridad, los colocan como una parte más y no siempre la más digna para conservar aquella vida, que es la de todos los humanos. El submarino Jonás es una buena prueba de ello, antecedente del terror nuclear actual, que tiene atrapado y atemorizado al mundo.


Los dos mundos que definen la era burguesa y tecnológica en la que vivimos, no existían todavía en la época de Cervantes. Don Quijote y Sancho son, por decirlo así, los antecedentes teológicos del antiguo régimen de Holmes y Watson. O, también puede decirse, que Holmes y Watson son la continuación teológica en la época burguesa tecnológica de los personajes cervantinos. Lo que Wilder hace, a mi entender, al meter la cámara en la vida privada de Holmes es construir una enmienda a la totalidad de la guerra que “lo humano tecnológico totalitario” quiere emprender contra “lo humano tecnológico democrático.”


La máquina analítica que ensalza la prepotencia y arrogancia guerrera de los hermanos Holmes (o de Jekyll y Hyde, de Stevenson) y la exasperación que eso produce en tipos naturales y despreocupados como Watson, la señora Hudson y su majestad Victoria, es la prueba más evidente de esa intencionalidad de Wilder al filmar esta película, dándole a Watson el protagonismo principal como narrador, pues es él el nos cuenta la historia. Una tecnología que, poco a poco, ha ido desplazando la idea del Dios cristiano hasta hacerla desaparecer y poner en su lugar al ser humano con un chisme entre las manos, para entendernos, que sustituye al rosario y sus cuentas por el móvil y sus teclas. Hemos pasado de un Dios distante y sin piedad, humillador de lo humano, a un Dios tecnológico, internet, que nos hace creer que nosotros mismos somos dioses. 


Sin embargo, aunque Wilder gana la batalla en 1970, a pesar de todas las tropelías de producción y montaje que le hicieron a lo que realmente había filmado, lo cierto es que la mentalidad analítica (o algorítmica, como se dice hoy) de Holmes y su hermano se ha impuesto cincuenta años más tarde. Pero lo que parecen decirnos con sus actuaciones Watson, la señora Hudson y, como no, su majestad la reina Victoria prevalece. A saber, que la inteligencia no debería dejarse seducir por abstracciones incapaces de dar cuenta de lo vivo; que la imaginación y los afectos quedan fuera de la influencia del algoritmo; que el materialismo, el idealismo y el dualismo no cejan en su obsesión por llevarse todos los votos de la Estupidez Humana a su verdad excluyente. Todos son convincentes si son bien expuestos y expresados, pero lamentablemente no es el caso en el momento presente. Así que habrá que seguir investigando, sobre todo, hasta qué punto y con qué intensidad el ejemplo de Holmes enamorándose de la espía  alemana cundirá entre entre los nuevos investigadores privados. De momento, y por lo que un servidor conoce, hay una gran resistencia, por parte de los guionistas, para que los sentimientos íntimos de los nuevos investigadores privados tengan un protagonismo notorio en sus peripecias