La experiencia de la lectura de un libro es un acontecimiento irrepetible, pero transitivo, en la intimidad de un lector, no es un evento vinculado a la industria del espectáculo, ni un documento, ni un monumento en la rutina cotidiana con la que un ciudadano se relaciona con su exterioridad.
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Todo club de lectura tiene una intención y un objetivo.
La intención es creativa, y trata de comparar sentimientos y actitudes del narrador y protagonistas del libro que nos convoca con las de los lectores en el momento de la lectura. Es decir, de que manera aquellos son acogidos en su seno por estos. No habrá, por tanto, un aparato bibliográfico, artístico o intelectual externo, sino que correrá a cargo de mismos lectores con discusiones, escritos y propuestas de trabajo.
El objetivo es que todo ello por si mismo muestre, sin análisis ni teorías, las fracturas o continuidades que se han ido produciendo entre la forma que tienen de entender el mundo las voces del relato leído y la de cada uno de los lectores mientras ha tenido su experiencia lectora.
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¿Donde acontece hoy el valor y el coraje propio del ser humano en tanto en cuanto esta ahí como existente?
¿En la retaguardia y en el frente de las batallas modernas?
¿Cuales son hoy esas batallas, cuales sus frentes y cuales sus retaguardias?
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La intimidad se puede relacionar con el sacerdote o con el psicólogo, bien para hacerse perdonar sus pecados o para restablecer el equilibrio psíquico de la exterioridad del Yo.
Pero también puede relacionarse creativamente con el mundo a través de la acción lectora o escritora. Con la simple intención de saber cual es su lugar en él por lo que es y no tanto por lo que debe ser. Siempre y cuando aceptemos que ser y deber ser no son lo mismo, aunque se conjuguen juntos en el existir del sujeto.
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Para vivir hay que mentir, ¡qué se hagan oír en el agora quienes piensen que vivir es, para hacer justicia, lo contrario, no mentir! ¡Qué hagan oir su voz en el templo laico o religioso según sus creencias quienes piensen que la primera aseveración es cierta! Pero para leer, en compañía del narrador y de los otros lectores, hay que estar dispuesto a ir en busca de la verdad de aquella "vida justa o mentirosa", ¡qué alcen la voz quienes estén dispuestos a viajar así sin desmayo!, al lado de Ifemelu hasta el final de su itinerario. Para vivir hay que mentir, he aquí la matriz donde se aloja el éxito escandaloso del presente, que hace dominante el nihilismo contra la autenticidad de la existencia humana.
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Esta situación general de la «lectura» no impide que se presenten nuevos horizontes para el arte de la literatura, nuevos caminos en los que el texto literario puede no solo sobrevivir como obra de arte sino también tener un papel relevante (una función estética, una función social, una función crítica). Porque, si como decía acertadamente John M. Ellis, «los textos literarios no se definen por poseer una cierta forma o estructura, sino como aquellos discursos lingüísticos que la comunidad emplea de un modo determinado; se usan como literatura», entonces cabe pensar en la obra literaria como en un dispositivo capaz de renovarse y permitir al lector realizar distintos tipos de operaciones intelectuales, que se ajusten a las demandas y las inquietudes de una nueva era cultural.
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Cabe entender la lectura como una conquista irreversible
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Como no podía ser de otra manera, al hablar del pensamiento literario del autor fallecido Bottini deja ver algo del suyo, ese que no se atreve a desplegar del todo, o casi nada, en las sesiones del club de lectura. Estando de acuerdo en el diagnóstico, quizá me distingue de él la manera de salir del embrollo en el que la lectura pública y publicada se encuentra en la sociedad democrática actual, perfectamente alfabetizada y plenamente informada. Leer en solitario es una afición placentera, cierto, pero al hacerlo en compañía (esto es lo novedoso) requiere también el esfuerzo propio de un tarea (esto es lo inhabitual, propio de toda novedad). ¿Qué decir a los otros lectores para qué me escuchen y para qué me entiendan, y para qué, a su vez, con lo que me digan yo los escuche y los entienda? En fin, ¿qué decir y decirnos para que fructifique la aplazada y añorada utopía ilustrada: la conversación humana? Por mi formación, al leer procuro colocarme en el Agora Griega, siempre al lado de la Paideia y Mayeutica socrática. Bottini se deja acompañar, a mi entender, de la tradición estructuralista y sus variantes post. Para Bottini leer tiene algo de teleológico, un horizonte de inteligibilidad ineludible al que el lector tiene que llegar obligatoriamente, un monumento. Para mí es un caminar entre sombras, silencioso y solitario, con horizontes de inteligibilidad no ineludibles pero si posibles y deseables, como los claros en ese bosque de sombras, donde el lector al encontrase con otros lectores se encuentra, al fin, con algo de si mismo para seguir caminando, un acontecimiento. Uno de esos claros puede ser el club de lectura.
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El club de lectores abre las condiciones de posibilidad a la dimensión de la virtud y a dejar ver los rostros de la estupidez. Así es bastante habitual que el personal confunda un club de lectura con una reunión de amigos.