Tras la física o tras lo material es, por definición, lo que hay más allá de la física o de lo material. Es decir, todo aquello que no es visible, ni medible, ni contable, ni determinado, a saber, la metafísica (tradición filosófica) o lo espiritual (tradición religiosa), que sumadas dan forma a una parte de la tradición occidental a la que pertenecemos.
En esta tradición, y por decirlo de forma sintético, hay tres respuestas a esa pregunta sobre qué es eso que hay tras la física.
1 los creyentes dicen que Dios es la respuesta.
2 los ateos dicen que la Nada es la respuesta
3 los agnósticos dicen que ni lo uno ni lo otro. Aunque no acaban la locución: que no saben lo que hay. O sea: Dios, Nada, Ignorancia. Aunque todos vivimos muy lejos del influjo del malestar material en que se imaginó esta poderosa tríada
Quizá sea por eso que los miembros de los tres grupos vivimos usando todo el día, o por despreocupación personal o por imperativo laboral, familiar y social las palabras instrumentales del modelo técnico científico dominante (la otra parte de la tradición occidental que he mencionado antes), lo que hace que tras la física lo único que imaginamos es el ocio, que no tiene que ver con lo espiritual ni con la metafísica. Ni con Dios, ni con la nada, ni con la Ignorancia.
Yo pienso que la conjunción entre lo que no-se-sabe o no-se-entiende y el asombro y la fascinación que al mismo tiempo produce es lo que nos coloca en el ámbito que pueda existir tras la física. Es una conjunción que, resumiendo, nos hace metafísicos o espirituales, sin por ello dejar de ser técnico digitales o pragmáticos. Es cuando el ocio se transforma en un faro que ilumina el alma propia y la de los demás, dejando de ser un “tiempo muerto” entre dos tiempos de los negocios propios del cuerpo.