miércoles, 15 de septiembre de 2021

NOCIÓN DEL ALMA

 Pienso que creamos o frecuentamos poco los espacios del alma porque no tenemos el hábito de usar la imaginación que tiene que ver con las palabras sensibles, es decir, con las palabras del alma. No es que no tengamos tiempo, ni voluntad, es que solemos hablar únicamente con las palabras instrumentales, es decir, como lo hace la ciencia (paradigma dominante en la era tecnocrática), que acaba por ordenar nuestro tiempo y dirigir las voluntades mejor intencionadas. Pero la ficción cinematográfica o literaria está construida, mejor o peor, desde el alma, y busca iluminar de manera diferente, a cómo mueve o empuja la ciencia al cuerpo, el alma de los espectadores o lectores. Sin embargo, nosotros solo encontramos el sentido y significado de las palabras o de las imágenes cuando las utilizamos como martillos, cuchillos, ordenadores, leyes de educación, protocolos sanitarios, administrativos, económicos,…, o enmarcadas en alguna de las ideologías que ofrece el mercado variopinto actual de las ideologías. Sin prestar demasía atención al hecho que una ideología es la materialización contingente, particular o gremial, de un ideal invisible que afecta desde siempre a toda la humanidad. Para entendernos, una ideología es al cuerpo y la ciencia como el ideal lo es al alma y la ficción poética. Aquellos, decía,  son instrumentos que sirven para tratar con algo visible, medible, contable y de cuyo uso se supone que nos llevaremos igualmente algo visible, medible, contable. Si no es así lo consideramos una pérdida de tiempo (el que marca el reloj), o una falta de sentido. Es cuando la llamada invisible del alma queda dominada e insonorizada por el imperativo inaplazable de las exigencias materiales de la ciencia sobre el cuerpo. Tal vez por ello sea que de las 168 horas que tiene la semana, pasar 2 horas en un espacio creado desde la noción del alma hablando con y desde el lenguaje del alma siga siendo demasiado para un cuerpo aturdido y angustiado por los asuntos que cada día le demandan el uso de las palabras instruméntales o de la ciencia. En esas estamos.

Les dejo esta nota que Andrés Ibáñez ha hecho de la lectura del libro de Juan Arnau, Historia de la imaginación.

“Corre por ahí la idea de que lo moderno es la ciencia. Esa creencia popular de que la tecnología y los algoritmos lo solucionarán todo. Pero hay otra forma de entender lo moderno: que debemos regresar a la noción del alma. Esta idea, puesto que es la más nueva y actual, es la verdaderamente «moderna». Porque es más moderno considerar que vivimos en un ecosistema de naturaleza y de cultura, de física y de espíritu, que creer que vivimos en un universo mecánico que puede explicarse mediante leyes matemáticas.


No podemos seguir creyendo en fantasías tecnológicas cuando el planeta se desmorona y nuestra cultura se desintegracuando las negras construcciones de la mente están destruyendo el mundo, tanto el simbólico (sobre todo a través del lenguaje verbal tecnocrático) como el natural (cambio climático). 


La urgencia de que algo debe hacerse llena todas las páginas de esta maravillosa Historia de la imaginación, de Juan Arnau”