miércoles, 22 de octubre de 2025

CLUB DE LECTORES ADULTOS 43

 La Ficción es una salida que ha inventado la humanidad, porque se ha dado cuenta que, si no fuera así, la posibilidad de lo monstruoso seria la única salida para los seres humanos monstruosos. ¿Una salida a qué, se preguntarán? Oh, muy sencillo. Una salida a aquello que ocurrirá cuando no ocurra nada. Una salida a lo que sabemos del fin de todo esto. Una salida al auténtico país de nunca jamás. Una salida a nuestra base monstruosa constitutiva. Parecerá que lo hacen en otro planeta, es decir, en el interior de una novela o un cuento, una pintura, un cuadro, en movimiento, en el que lo irreal también está sucediendo, y lo lleva haciendo todo el tiempo, desde el principio de todos esos tiempos. Gracias Ficción.

Los hechos están sobrevalorados, se olvidan pronto. Sin embargo, hay ficciones que siguen fructificando la mente del lector trescientos años después. Lo repito una vez más. La mayoría de los lectores adultos no vive de forma apasionada y creativa, al asistir al club de lectura, al lado de sus preguntas (la materia de que está hecha la ficción que los ha convocado), que es lo mismo que decir que viven en contacto con su ignorancia (el saber del No saber). Muy al contrario esa mayoría de lectores vive dogmáticamente pegados a sus creencias ideológicas (la materia de que están hechos los dogmatismos y las supersticiones: yo se de esto, de lo otro y de los más allá), que es la forma más eficiente y cínica de ocultar su descomunal ignorancia.  Oh, no lo hacen, en realidad, porque nada de lo que existe en esos libros que leen les importa demasiado hoy, muy al contrario se comportan así porque solo les importa lo que tenga que ver con su propio Yo.


De tal manera es lo anterior que esos lectores a los que aludo sólo creen en aquello que controlan, lo que ellos llaman realidad. Así en su vida como en las sesiones del club de lectura al que asisten. Una realidad que no es otra cosa que lo que controla cada uno de los Yo que los habitan por separado. Una realidad sin el otro y sin lo otro y sin comunidad. Una realidad donde cada YO no experimenta ninguna satisfacción intelectual por saber que el otro tiene razón. En esas estamos cuando decimos que leemos en compañía de otros, o que al club de lectura del barrio asisten habitualmente una treintena de personas.