lunes, 20 de octubre de 2025

CIUDADANO BERLINÉS 3

 No tiene escrúpulos el Corso, según le dicta su carácter, en mandar que le hagan un selfie nada más atravesar la puerta de Brandenburgo. Como tampoco los ha tenido pocos días antes, en Postdam, en mandar dejar constancia icónica de su visita a la tumba de Federico II el Grande. Es así como lo vemos dispuesto a transitar triunfante por el bulevar de Unter den Linden. Según baja la comitiva Bajos lo tilos, el corso piensa que Europa está ya a sus pies - todavía no sabe la que le espera, menos de dos años después, justo donde menos se lo espera: en el poblachón lleno de desarrapados llamado Madrid. Pero esa es otra historia. El 26 de octubre de 1806 es su gran día, y no está dispuesto a dejarlo pasar sin que le asista toda la gloria de que es capaz de imaginar, que en el caso del Corso tiende a infinito. Su primera visita es al Zeughaus (Arsenal de Berlín, hoy museo de la Historia de Alemania). De inequívoco estilo barroco es la estructura más antigua de la avenida Unter den Linden en la ciudad de Berlín. La cabra tira al monte y es de suponer que el Corso quiere asegurarse el estado del armamento del enemigo para evitar sorpresas. Una vez que ha comprobado que su victoria sobre el reino de Prusia es tan implacable como definitiva, el Corso con todo su séquito (el séquito que no le falte a su lado, para la foto diríamos hoy) se dirige al Palacio Real de Berlín. Es una antigua residencia real situada en el centro de la ciudad. Fue la sede de la casa de Hohenzollern y, por ello, sucesivamente la principal residencia de los electores de Brandeburgo, reyes de Prusia y emperadores alemanes. El Corso está bien informado y no deja de confiar en sus asesores a la hora de ver con que se tiene que relacionar después de sus victorias. Pues no olvida nunca que es el emperador de Francia, y quiere ser como ellos, pero también el divulgador de los ideales de la ilustración, y quiere distinguirse de ellos. Faltaría más,  menudo es el Corso. Algo que el solo sabe cómo se puede hacer compatible. Después de las reformas las características arquitectónica del Palacio Real de Berlín recuerdan a un palacio barroco romano. Hoy es la sede del Humbolt Forum, algo de lo que el Corso está muy orgulloso. No en balde antes fue el palacio del príncipe Enrique de Prusia, hermano menor de Federico el Grande, cuya estatua a caballo se mantiene incólume en medio del bulevar Unter den Linden y equidistante de ambos palacios. Después de hacerles una visita que se puede llamar de cortesía, sino fuera por el tono militarista de la escena, ya que sabía que sus inquilinos no andaban por allí, el Corso se fue a visitar la ópera de Berlín. Según Voltaire, el edificio albergaba "las más bellas voces y los mejores bailarines". El teatro de la ópera Unter den Linden es un impresionante edificio de estilo clásico prusiano (1743) que contribuye a la grandeza y la fama de la misma avenida. El edificio, patrimonio cultural de Berlín, ha sufrido a menudo los estragos del tiempo y el movimiento. Incendio (1843), renovaciones, bombardeos, el edificio ha sido continuamente cerrado y reabierto. La última vez que cerró por renovación fue en 2010, sólo para reabrir 7 años después. En total, ha sido reconstruido 7 veces.


No sin cierta complacencia el Corso sigue las instrucciones de sus asesores y hace una visita comentada a la catedral de Santa Eduvigis, que es la iglesia católica más antigua de Berlín (1773). No quiere malos tratos con el Vaticano, ya que el domingo 2 de diciembre de 1804, un gélido día de finales de otoño, Napoleón Bonaparte, hasta ese momento cónsul de la República, fue coronado emperador en la Catedral de Notre Dame de Paris. El templo de Santa Eduvigis está  dedicado a la santa patrona de Silesia y Brandenburgo (Santa Eduvigis de Silesia) y honra a los inmigrantes católicos de Silesia que llegaron a Berlín. Durante el período de terror antes de la Segunda Guerra Mundial, el abad Bernhard Lichtenberg rezó públicamente por los judíos durante los servicios de la noche siguiente a la Kristallnacht. Más tarde fue encarcelado por los nazis y murió en su camino a Dachau. Sus cenizas fueron transferidas a la cripta de la Catedral de San Eduardo en 1965. La arquitectura de la catedral no es universalmente elogiada: el escritor belga Camille Lemmonier describe el edificio como "una horrible iglesia bajo una campana de queso" en sus impresiones de su viaje a Berlín. Sin embargo el Corso salió satisfecho de su visita - no consta que se hiciera un selfie en la puerta de entrada o aledaños - se arrodilló incluso en el altar mayor como señal de agradecimiento a la Santa por sus últimas victorias contra los prusianos.