El Corso no acaba de encontrarse en su salsa a medida que desciende por Unter den Linden para visitar los fastuosos edificios que festonean la avenida, cuyo estilo es el orgullo del reino prusiano al que acaba de someter este mismo día. Así que decide tomarse un respiro y se acerca a la estatua ecuestre de Federico el Grande, el gran artífice del ejército prusiano, con el ánimo confuso, tal y como años más tarde confesó uno de sus almirantes. Unas confesiones que ennoblecían, por decirlo así, el arte de la guerra entre caballeros. Aunque quizá, dice entre líneas el almirante, la confusión del Corso venía de que sus correrías bélicas por todo el continente europeo estaba rompiendo por primera vez con esa nobleza en el arte de guerrear, inaugurando el saqueo y aniquilación física sin piedad del enemigo, incluida la población civil que se cruzara en el camino, como principio fundamental de toda guerra por venir. Dicho de otra manera el Corso con una mano predicaba los valores ilustrados, pero con la otra bendecía el espíritu de la guerra total que se avecinaba. Y esta patente contracción lo ponía mustio, al decir del almirante en sus memorias. Mirando hacia su castillo, Federico II encima de su caballo lleva su uniforme militar con un abrigo de armiño y su característico bicornio - también se pueden ver sus muchas decoraciones. El pedestal está adornado con dos bandas talladas que representan la vida del rey y cada una de las esquinas del pedestal representa una virtud cardinal. El Corso no sabe si hacer un saludo militar que trate de igual a su antepasado, o por el contrario hacerle un corte de mangas a la estatua como un gesto significativo que de a entender a quien lo quiera ver que a partir de ese momento El, el Corso, representa el año cero de la nueva referencia militar en todas las academias militares del mundo, Europa incluida. Ni lo uno ni lo otro. El Corso se limita a mirar la estatua de frente, y a continuación encamina sus pasos hacia el nuevo cuerpo de guardia, edificio situado a golpe de vista de la estatua de Fritz, como así se dirigió al hombre a caballo cuando continúa su paseo por el Unter den Linden, “hasta siempre Fritz”. Nostálgico se nos puso el Corso. La Nueva Guardia (en alemán: Neue Wache) es un edificio neoclásico localizado en el centro histórico de Berlín, construido entre 1816 y 1818 de acuerdo con los planos del arquitecto alemán Friedrich Schinkel como caseta de vigilancia del Palacio Real. Actualmente es un monumento recordatorio a las "víctimas de guerra y dictadura" y bajo el óculo se halla la estatua Madre con hijo muerto de Käthe Kollwitz, también llamada La Pietá Kollwitz. Expuesta al sol, lluvia y nieve, simboliza el sufrimiento de los berlineses durante la Segunda Guerra Mundial. En el centro de la plaza Bebel se encuentra la biblioteca hundida. Este monumento recuerda el evento de la quema de libros del 10 de mayo de 1933 - la famosa noche en que grupos de jóvenes nazis, a instigación del ministro Joseph Goebbels, quemaron 20.000 libros de autores judíos, marxistas o pacifistas considerados como propagadores de un espíritu no alemán. Cuando el Corso llegó a la plaza Bebel, una vez que cruzó el bulevar Unter der Linden, sintió un pasmo de confusión porque no sabía a cuento de que lo habían llevado hasta ese lugar, a Él, el Corso, que en teoría lo sabe todo. Un asistente se le acercó a la oreja y le dijo, majestad esta usted encima de la biblioteca hundida. Es una obra del artista Mischa Ullmann, siguió el asistente, y recuerda el acontecimiento de la historia alemana de la quema de libros. Si se fija su majestad los transeúntes pueden ver una librería con estantes vacíos bajo una placa de vidrio en el suelo. Un verso de Heine está grabado: "Donde se queman los libros, al final se queman los hombres". Pues eso, tome nota su majestad, dijo el asistente, ahora que está a punto de conquistar toda Europa, cómo hizo su sucesor casi 150 años después. No prestó mucha atención el Corso al significado de lo que le estaba enseñando sus asistente, y dando muestras de su proverbial impaciencia y mala leche le dijo, como respuesta a lo que le estaba explicando, que si quedaba algo por ver pues tenía mucha sed y quería tomarse una cerveza grande. La catedral protestante de Berlín, majestad. Es aquella que se ve desde aquí. Si la llamamos "Catedral de Berlín" en francés, es un error lingüístico porque la iglesia no es una catedral en el sentido estricto de la palabra - nunca ha sido la sede de un obispado. El edificio, de gran belleza estética, alberga la cripta familiar de la dinastía Hohenzollern, la pila bautismal de Christian Daniel Rauch y el mosaico Petrus de Guido Reni. El órgano de la catedral, con más de 7000 tubos, es una obra maestra y uno de los más grandes de Alemania. Algo más dijo el Corso. Nada más majestad, contestó su asistente. Pues vamos a tomar esa cerveza y después visitaré la cripta de mis anfitriones, le contestó con sorna el Corso.
