DOCUMENTALISTA MUY APEGADO A LA FICCIÓN. O VICEVERSA
En su libro “Taladrando tablas duras”, dice Alexander Kluge, nada más comenzar el prólogo que, “Un grado de intensidad especial de los sentimientos cotidianos es lo político. Se encuentra en cualquier lugar donde viva gente. En esa forma elemental mueve la historia. La unida de medida se llama: confianza.” Después de ver su peli “Trabajo ocasional de una esclava”, no solo entiendo aquellas palabras que leí hace tiempo, sino que me parecen una declaración de intenciones de su forma de ver el mundo. Ya en su obra “Crónica de los sentimientos” deja claro que los sentimientos y el tiempo, el lado subjetivo de nuestra condición humana, desempeña un papel muy importante a la hora de encontrar los huecos en los que se mueve la vida. Y el diablo. Pues teniendo en cuanta que dios, en la segunda modernidad, parece definitivamente ausente, da la impresión, visto lo que hemos recibido como herencia y lo que vamos viendo al vivir cada día, que es el diablo el que ha ganado al fin la partida y se ha quedado como el rey absoluto del Creación. El campo semántico de todo lo que se escribe y filma, y, por tanto, de todo lo que se lee y se mira, en fin, de todo lo que se escucha, apunta a la llegada del fin del mundo. Eso sí, como corresponde a una sociedad híper supermercado, un final que se nos ofrece con una variedad ilimitada de estructuras buenistas o apocalípticas, las dos caras de una misma moneda, tanto da, renovadas todas ellas, como no podía ser de otra manera, según las estaciones climáticas, que el planeta es el planeta y hay que salvarlo.
Dicho lo anterior, pongo mi atención ya en la peli que me convoca. El director arriesga desde el primer momento, mostrándonos una temática tabú que Kluge trata con la máxima naturalidad, como es el tema del aborto. Nuestra protagonista pues, no cae en el arquetípico femenino de la feminista convencida (o por lo menos en la primera parte de la película) sino que se trata de una mujer hecha por las circunstancias. Como comenta la voz en off durante una parte de la película: “Nuestra protagonista ha de abortar niños para poder cuidar a los suyos”.
No hay nunca una intención por parte del director por mostrarnos una película convencional, donde introducción, nudo y desenlace formen parte del desarrollo del filme.
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Difícilmente encontramos lo que podríamos denominar una tensión clásica, sino que el director se dedica a mostrarnos una presentación de los hechos que tienen un interés objetivo. Por este motivo escuchamos constantemente la voz en off (de un narrador omnisciente, que no forma parte del elenco de actores), que tiene la intención de mostrar al espectador todo lo que está sucediendo, incluso en ocasiones con la sensación de que los propios comentarios están realizados para que el espectador no se pierda, pues la voz subraya lo que la propia imagen está describiendo. Pero no sólo la voz en off es un recurso fundamental con el que se sirve Kluge, también el cineasta emplea diversos subtítulos de texto que amplían la información de la película.
En la primera parte de la película observamos el trabajo de abortista de nuestra protagonista. Tema tabú por excelencia que Kluge nos muestra con la máxima naturalidad posible. Además la temática sirve para reivindicar la condición femenina (no feminista) de la protagonista, que recordemos, el trabajo de abortista, aparte de estar prohibido en aquellos momentos de la república federal de Alemania, es el trabajo que permite la subsistencia de la familia en la película. Como también comentaba anteriormente, la película se encarga de presentar los hechos de una manera totalmente objetiva, y para muestra la secuencia de un aborto realizada de una manera casi documental, donde incluso Kluge emplea un metraje que no tiene reparos en utilizar primeros planos de los genitales femeninos.
En la segunda parte de la película somos testigos de la inclusión de nuestra protagonista en la lucha sindical. La película pues toma un matiz aún más político si cabe, lo que además refuerza la sensación de que la intención de Kluge era la de presentar un díptico que tiene como conclusión la inmersión de la mujer dentro de la praxis política, con secuencias donde vemos luchar a la protagonista por los derechos como trabajador de su propio marido (el cual se niega a rebelarse por miedo a represalias).