martes, 31 de diciembre de 2024

XAVIER SEOANE

 De un sosegado asombro

Vida, no me arrebates esta paz.

 

Acaba de pasar

un río de estorninos en la distancia

y apagarse un fulgor de cirros sobre el mar.

 

Vida, no lleves

contigo esta promesa

de soñar que algún día nuestros labios

pronunciarán palabras que serán para otros

motivo de esperanza.

 

Vida, no inocules más belleza

en este crepúsculo que trae

a los ojos pasmados

un anhelo imposible de saciar.

EL HONOR PERDIDO DE KATHARINE BLUM

 LO QUE NUNCA DEBE PERDERSE

Valga decir que lo único que nunca debe perderse es lo que siempre lo ha estado, o lo estamos haciendo, bajo el oscurantismo de los sables y sotanas de quienes así lo imponían, o la demagogia que hoy imponen. Me refiero, como no, a ese sentimiento tan escurridizo que unos llamaban honra, otros honor y que ahora nadie nombra pero que a mí me gusta llamar dignidad. La dignidad perdida de Katharine Blum remite con más precisión a lo que se nos cuenta en la película. Y a lo que nos pasa cada día al espectador contemporáneo que, cabe pensar, que la mire como si no tuviese que ver con él, al no tener nada con que contrastarla en su propia experiencia. Y, sin embargo, la expresión “dignidad perdida” se corresponde más acertadamente con las oscuras condiciones de posibilidad, que mantienen la dignidad en vilo de la protagonista, Katharine Blum, durante todo su periplo narrativo, ante el temor real que la acabe perdiendo. A lo que colaborará, sin duda, la falta de comprensión del espectador, si se mantiene fuera del campo de acción narrativo que propone la película.


A la vida cultural, enmarcada en nuestra vida política, no se puede aplicar el binomio amigo-enemigo de la vida de los profesionales del poder, que monopolizan lo que es de todos, la vida en la polis, lo cual provoca que su toxicidad sea evidente. Nunca como en el presente nos limpiamos por fuera más veces al día en aras de una mejor higiene pública, pero nunca, también, estuvimos más sucios por dentro, a base de escuchar y dejarnos invadir por la mugre que despiden aquellos a través de los medios de comunicación, una mugre que sin darnos cuenta nos come la dignidad vestidos con nuestras mejores galas. Parece que es suficiente que Blum se enamore de un tipo en un momento cualquiera - a Cupido no le puedes pedir cita para enamorarte - para que la maquinaria de la indignidad de los focos mediáticos se ponga en marcha de manera imparable y convierta, delante de nuestras narices, al momento álgido de Blum y al tipo irrepetible de su imaginación, en algo detestable y perseguible, así como a la nobleza del sentimiento amoroso de Blum en algo mugriento. Y lo vemos de tal manera que da igual lo que haga Blum para defender lo que siente en el fondo de su alma, cuando  más lo intenta más se hunde en sus tierras movedizas que le han puesto bajo sus pies los cínicos focos de unos y la malediciente burocracia de los otros. Lo que deja a las claras que, en la sociedad moderna, al contrario que la sociedad antigua con el honor y la honra, no podemos defender nuestra dignidad que, paradójicamente, es inviolable en sí misma. Dicho de otra manera, antaño una mujer y un hombre podían recuperar su honra y su honor si se cumplían una serie de requisitos, no es eso lo que sucede hogaño con la dignidad de Blum en la película. Haga lo que haga, la protagonista está condenada desde el principio a no poder recuperar nunca su dignidad, pues su pérdida es lo que necesitan los medios de comunicación y los burócratas estatales para acrecentar su credibilidad, que no debemos confundir con su propia dignidad y la de lo que representan, como no paran de afirmar durante toda la película mientras Blum se hunde el fango.

viernes, 27 de diciembre de 2024

EXCURSIONES

 Nadie de quienes seguimos al guía cada domingo con la fe del carbonero por esos bosques de dios, podrá pensar que los árboles que nos muestra para invitarnos a celebrar nuestros sentimientos entre seres igualmente sintientes, sean árboles y que además hagan la función clorofílica. 

Todos intuimos que son su corazón y su mente las que nos felicitan a través de sus indicaciones. De lo que sí podemos discutir es si no son lo mismo y del orden en que aparecen, cuál es antes y cuál  después, que representa a su corazón y que a su mente para llevar a cabo el propósito del conjunto: que seamos felices en cada caminata. Como si fuera una visión que acontece por primera vez. No olvidemos que el guía es medio budista. Y nosotros no somos del todo incrédulos. 

jueves, 26 de diciembre de 2024

FRAN FERNÁNDEZ

 TODOS LOS NOMBRES BEBEN

el habla contiene
un amor y una promesa
un olvido
una súplica
un lamento/
lo que se quiso.
dios está en el habla.
un ternero está en el habla.
una aguja y una herida
un tiro que atraviesa
todo/ está en el habla.
en el silencio
se hiela el caer calmo
de la huida celeste
se cubre de arena el camino.
solo hay una noche.

25 DE DICIEMBRE

 Hay una frase que, en los momentos de máxima cólera adolescente, los padres tiene que escuchar con frecuencia de sus hijos: “no me pedisteis permiso para venir al mundo.” Como todos los adultos sabemos la colera adolescente esta inmejorablemente representada en la ficción por el personaje griego de Aquiles, en la Ilíada de Homero. Es un sentimiento, el de la cólera, que está vinculado con otro igualmente adolescente, el de la inmortalidad. El mito de Aquiles que abandona el gineceo adolescente para hacerse mortal y morir frente a las murallas de Troya, corre pararlo en nuestra cultura occidental al de Jesús de Galilea, que abandona el cielo y decide hacerse mortal muriendo en la cruz para perdonar los pecados de todos los hombres.

En el libro de Hannah Arendt, “la condición humana”- inspirado a partir de la obra del padre de la Iglesia San Agustin - la natalidad, en sentido amplio, es la capacidad humana de comenzar algo nuevo. Sea un ser humano, una idea, un amor, en fin, un camino. Sea todo aquello que nos eleva como seres humanos. Cada nacimiento es un nuevo comienzo. Y en esto consiste precisamente la libertad: en la capacidad de iniciar una acción nueva. Así es como Arendt asocia la natalidad humana con la libertad. En contra de la ideología hoy dominante, que impone una libertad que no produce nacimiento alguno. Una libertad que consiste  en hacer lo que a cada cual le venga en gana, cuando le venga en gana, casi siempre de forma previsible.

Feliz Navidad

sábado, 21 de diciembre de 2024

ANA LUISA AMARAL

 LECCIÓN DE HISTORIA 

Irreverentes como nubes,
hablamos de las horas que no vimos,
y creemos detentar
la fuerza del saber por la experiencia
ausente

Olvidamos que el poder
de leer el pasado
lo debemos a ilúcidas visiones,
puntos de vista cortos,
soluciones viciadas

Y como grandes nubes
que atraviesan el cielo,
ignorantes del sol que van cubriendo,
nos exhibimos claros
y seguros

Pero no recordamos
el saturado aire
los fríos frentes en condensación
las simples leyes
de la física

INTERCAMBIO DE MIRADAS

 Como yo mira a ellos sobrecogido, los de la tienda del escayolista  de enfrente de mi casa miran a quienes entran en la tienda de ultramarinos con parecida intensidad. Es un cruce de miradas verdaderamente habitual, aunque pase desapercibido para el paseante distraído. Todo esto puede parecer increíble pero lo puedo explicar. El escayolista trabaja sobre la importancia de producir el vacío para conseguir la construcción de volúmenes sólidos. El tendero de ultramarinos nos abastecen de los productos que originalmente venían de muy lejos: el bacalao, la sal, el aceite, las galletas y él coñac de garrafa. A estas tiendas también se las conoce como los colmados. Que los colmados miren al vacío no es algo insólito, y viceversa, es más bien una atracción callada pero muy sensual. Todo esto ocurría hace años, como es fácil deducir, en el barrio de San Blas en el que pasé los primeros años de mi infancia. Hoy las cosas han cambiado de forma irreconocible. La tienda de ultramarinos ha desaparecido, y en su lugar han puesto una tienda de todo a un euro, donde ya nadie sabe de donde viene lo que allí se vende. La tienda del escayolista ha sido sustituida por una funeraria, donde la construcción del vacío que daban forma a los volúmenes sólidos ha sido sustituida por la venta de ataúdes para dar cabida a la nada. Y el intercambio sensual de miradas ha sido sustituido por la más cruel de las indiferencias, siguiendo el estilo ruidoso de la época actual.

miércoles, 18 de diciembre de 2024

ELISABETH BISHOP

UN ARTE

 El arte de perder se domina fácilmente;

tantas cosas parecen decididas a extraviarse
que su pérdida no es ningún desastre.

Pierde algo cada día. Acepta la angustia
de las llaves perdidas, de las horas derrochadas en vano.
El arte de perder se domina fácilmente.

Después entrénate en perder más lejos, en perder más rápido:
lugares y nombres, los sitios a los que pensabas viajar.
Ninguna de esas pérdidas ocasionará el desastre.

Perdí el reloj de mi madre. Y mira, se me fue
la última o la penúltima de mis tres casas amadas.
El arte de perder se domina fácilmente.

Perdí dos ciudades, dos hermosas ciudades. Y aun más:
algunos reinos que tenía, dos ríos, un continente.
Los extraño, pero no fue un desastre.

Incluso al perderte (la voz bromista, el gesto
que amo) no habré mentido. Es indudable
que el arte de perder se domina fácilmente,
así parezca (¡escríbelo!) un desastre.

LAS AMARGAS LÁGRIMAS DE PETRA VON KANT

 LÁGRIMAS A PRESIÓN 

Lo que más me interesa de la biografía de Fassbinder es su relación con Douglas Sirk, el cineasta norteamericano que hizo del melodrama una de las bellas artes. El caso fue que un día el cineasta alemán se enteró por casualidad que el cineasta norteamericano era vecino suyo, vivía en Lugano (Suiza), y allí que se fue para que le contara los secretos y mimbres del melodrama. Sirk lo debió contar tan bien y Fassbinder debió asimilar de tal manera lo que aquel le contó, que ya no se separó un ápice de esa plantilla. Por decirlo rápido, el cine de Fassbinder no es otra cosa que el melodrama clásico norteamericano distorsionado por la estética distorsionante, valga la redundancia, del expresionismo alemán de entreguerras. Veamos.


Fijémonos en la película “Escrito sobre el viento”, rodada por Douglas Sirk en 1956, con mano férrea para que el melodrama no se le vaya de las manos bajo una estética barroca. En la toda la película rige el mismo mantra: nos arrojan al mundo sin nuestro permiso y luego durante toda la vida nos están diciendo, sin decirlo, que nuestra misión en el mundo es saber por nos han arrojado al mundo. Y eso quienes nos arrojan dicen, sin decirlo, que es la felicidad. En cambio lo que nos dicen es otra cosa. Es el arrojado, si tiene valor y coraje, quien descubre el verdadero sentido de su entrada en el mundo. La auténtica visión del mundo. Si no fuera así, mientras tanto en su vida todo es falsedad organizada, mediante la ocultación de los que más nos importa o nos atraviesa y el exhibicionismo incansable de lo que no nos interesa o nos resbala. Eso es la vida como espectáculo en la que vivimos. 


Pienso que Fassbinder, que era un pispa, mientras escuchaba a Sirk se dio cuenta de todo esto. La pregunta es, ¿por qué después se lanza a meter, casi con calzador, todo el remolino de pasiones, que Sirk airea, trae y lleva a lo largo y ancho de la gran propiedad petrolífera del magnate y padre de los protagonistas? Probablemente porque aunque se enamore de la historia entre petroleros, Fassbinder es un alemán perdedor de la postguerra y Sirk es un norteamericano ganador en la misma contienda. El alma de las historias sucede siempre, lo que cambia es el ropaje con que las vestimos. Aun así Fassbinder es heredero también de la estética del expresionismo de entreguerras, genuinamente alemán, que se aviene muy bien a ese remolino de pasiones al que aludía antes. Si en vez de darle un aire panorámico los encierra en un cuchitril de tres por cuatro, eso lo que significa el piso donde vive Petra von Kant, que como todos los objetos es mas que un piso, produce el efecto narrativo con forma de olla a presión donde Fassbinder mete el remolino de pasiones que se acrecienta exponencialmente respecto a lo que se ve en la peli de Sirk “Escrito sobre el viento”, produciendo al final que las lágrimas de Petra von Kant sean algo más que una destilación orgánica. Sean algo más que lágrimas.


Bien, la Alemania de Fassbinder está metida de lleno en la sociedad del espectáculo, ese dique inventado para parar la Guerra una vez más. En este contexto el principal remolino pasional en la película de Fassbinder lo protagonizan Petra von Kant y Karin, en Sirk el remolino pasional lo llevan a cabo Dorothy Malone y Rock Hudson, Robert Stak y Lauren Bacall.

Comparemos. El director norteamericano hace uso de una estética naturalista donde tienen cabida todos los personajes y objetos que habitan el espacio y manejan el tiempo, tal y como estamos acostumbrados a verlo al natural o en la vida cotidiana. Así los campos petrolíferos con sus máquinas perforadoras funcionando a pleno rendimiento, los elegantes coches circulando arriba y abajo con el hijo del magnate al volante, la esplendorosa mansión familiar con sus suntuosas escaleras, sus amplias y soleadas habitaciones, sus cuadros, sus muebles de madera noble, sus cubiertos y sus platos, etc. y, como no, sus criados negros tan dóciles y serviciales. En medio de este escenario, los personajes con alma van y vienen, suben y bajan, entran y salen en sintonía o al compás que marca el alma de la hacienda petrolífera del padre. Solo desentonan el hijo mayor, niño mimado y borracho donde los haya, y la hija pequeña, igualmente caprichosa que está enamorada perdidamente del ojo derecho del patriarca de la hacienda petrolífera. Estas dos lineas de fuerzas dominantes se mueven con soltura, junto con otras fuerzas de menor intensidad - como ya he dicho véase el amor que se profesan el ojo derecho del jefe, Rock Hudson y la secretaria, Lauren Bacall - sin distorsionar ni una ápice la cosmovisión que ampara y protege a todas ellas. De hecho la escena final lo dice todo. En ella Dorothy Malone, después de que todo lo peor ha sucedido, aparece con el báculo del padre como absoluta heredera de ese mundo petrolero y su fastuosa cosmovisión, que ante los ojos del espectador permanecen intactos. 


Otra cosa muy distinta es lo que hace Fassbinder, usando prácticamente los mismos materiales. A saber, un estudio de diseño de moda (en lugar de un hacienda petrolífera), una jefa absoluta (en un lugar de un patriarca absoluto), una especie de poste negro silencioso o mudo, que se encarga que el estudio de diseño de moda y la casa funcionen como un reloj (en lugar de los criados y trabajadores contratados a sueldo para que la hacienda petrolífera funcione), y un único remolino pasional entre Petra von Kant y Karin (en lugar de Malone y Hudson, y con menos intensidad Hudson y Bacall, o Robert Stack y Bacall). ¿Qué es lo hace, entonces, Fassbinder? Repito, meter todo el espíritu del melodrama de Sirk entre las cuatro paredes de un estudio de diseño de moda. Como si todo cupiera en una olla a presión, a punto de estallar como efecto expresivo más sobresaliente. Tanto es así que las amargas lágrimas de Petra von Kant no parecen, es un símbolo más del melodrama del alemán. Y lo hace a fuerza de sacarle todo el partido posible a los movimientos de cámara y del montaje, con el resultado distorsionado que antes he dicho. Todos sabemos que los remolinos pasionales nos distorsionan por dentro, lo que Fassbinder hace es mostrar también como nos distorsionan por fuera. Tanto a los personajes con alma, con Petra von Kant al frente, como a los objetos que amueblan las diferentes escenas con un protagonismo indiscutible, a los que debemos prestar toda nuestra atención como espectadores.

jueves, 12 de diciembre de 2024

OCTAVIO PAZ

La vida sencilla

Llamar al pan el pan y que aparezca
sobre el mantel el pan de cada día;
darle al sudor lo suyo y darle al sueño
y al breve paraíso y al infierno
y al cuerpo y al minuto lo que piden;
reír como el mar ríe, el viento ríe,
sin que la risa suene a vidrios rotos;
beber y en la embriaguez asir la vida,
bailar el baile sin perder el paso,
tocar la mano de un desconocido
en un día de piedra y agonía
y que esa mano tenga la firmeza
que no tuvo la mano del amigo;
probar la soledad sin que el vinagre
haga torcer mi boca, ni repita
mis muecas el espejo, ni el silencio
se erice con los dientes que rechinan:
estas cuatro paredes —papel, yeso,
alfombra rala y foco amarillento—
no son aún el prometido infierno;
que no me duela más aquel deseo,
helado por el miedo, llaga fría,
quemadura de labios no besados:
el agua clara nunca se detiene
y hay frutas que se caen de maduras;
pelear por la vida de los vivos,
dar la vida a los vivos, a la vida,
y enterrar a los muertos y olvidarlos
como la tierra los olvida: en frutos…
Y que a la hora de mi muerte logre
morir como los hombres y me alcance
el perdón y la vida perdurable
del polvo, de los frutos, y del polvo.

EL APARTAMENTO

 PEQUEÑO GRAN HOMBRE

La politización cultural de las masas después de la Primera Guerra Mundial produjo, a mi entender, fenómenos hasta ese momento desconocidos, o mejor dicho no visibles. Fue justamente la evidencia visual, gracias a la irrupción de los medios de comunicación de masas (primer fenómeno), de que los grandes hombres son los que mueven la historia (segundo fenómeno), que venían predicando los más fanáticos lectores de Hegel desde la primera mitad del siglo XIX, lo que hizo que de tal fanatismo fueron saliendo todos los revolucionarios que en el mundo han sido. Pero será el cine el que va a poner en el centro del escenario mediático al pequeño gran hombre (tercer fenómeno), encarnado en la figura de Charlot. El hombrecillo del bastón y del bombín, como C. C. Baxter el protagonista de le peli “el apartamento.” Después de Charlot vinieron otros muchos pequeños grandes hombres, a saber, Buster Keaton, el gordo y el flaco, Harold Lloyd, los hermanos Marx, Cantinflas, etc. que respondieron con su presencia al carácter totalitario y abusón de los grandes hombres, que se apoderaron del la historia del imaginario colectivo hasta que las bombas atómicas y la destrucción total del continente europeo pusieron el “basta ya” en el frontispicio de la mente del mundo. Basta ya, de momento claro está. El pequeño gran hombre también se le conoce o es pariente cercano del famoso Juan Nadie, que Fran Capra le dio articulación existencial en su gran película homónima de 1941. Decir también, que siendo el pequeño gran hombre un descendiente directo del bufón de las cortes monárquicas o imperiales del Antiguo Régimen, que tan acertadamente representó Velázquez en sus cuadros, su gran conquista es que gracias al cine y la sociedad de masas contemporánea se ha liberado de esa fatal dependencia real, y deambula democráticamente por los ámbitos y pasillos de la vida como uno más entre nosotros. Como nosotros mismos. Por tanto, podemos decir sin temor a equivocarnos que C. C. Baxter es uno de los nuestros.


Y así, sin ambages ni dudas, nos lo presenta desde la primera escena la mirada lúcida pero bondadosa de Billy Wilder. C. C. Baxter es un pequeño gran hombre que trabaja en una enorme compañía de seguros sita en uno de los más altos rascacielos de Nueva York, que está dirigida, como no podía ser de otra manera, por un gran hombre abusón, sin escrúpulos y su cohorte de lameculos y seguidores, todos de su misma estofa. En el siglo veinte las ideas de Hegel las han hechos suyas los que se creen Napoleón metidos en su despacho, desde donde ordenan a sus soldados que entreguen sus vidas en el campo de batalla de sus oficinas, muestra de las cuales también nos la ofrece Wilder e los primeros minutos de la película. C. C. Baxter es un soldado combativo y fiel a la causa de la guerra moderna, cuyos combatientes encarnan con impar entusiasmo esas empresas ubicadas en los mas altos edificios de las grandes ciudades cosmopolitas actuales. No caben equivocaciones con Wilder, la economía moderna es la guerra tradicional por otros medios. 


Todo lo anterior viene a cuento, porque en la tertulia sobre la peli tuve la percepción de que para algunos contertulios C. C. Baxter era un existente de otro planeta, muy cerca del de los simios. Para entendernos. Bien mirada, no es muy descabellada esta idea. Baxter hace lo que su cobardía, que es lo único que tiene, le induce a hacer: ceder su apartamento, su otra propiedad, a los abusones de los pisos de arriba para que puedan darse un revolcón urgente con la conquista del momento, a veces rubia y a veces no. Resalto la palabra cobardía porque hoy ha caído en desuso, siendo sustituida por otras de corte más moral o sentimental, victimistas todas, de acuerdo al espíritu de la época postmoderna desde la que vemos la peli. A saber, para el espectador contemporáneo Baxter es una víctima más del sistema, sin más. Pero volvamos a la peli. Baxter quiere ascender y echa mano de lo que tiene más cómodo a la mano, la llave de su apartamento para “alquilarlo” por unas horas a cualquiera de los abusones de arriba que se lo pida. Este atajo es la única salida que ve Baxter para alcanzar la categoría de ejecutivo en los pisos donde trabajan los ejecutivos abusones. Pero además de cobarde - o cómodo, valga el sinónimo para contentar a los fans del espíritu de le época - Baxter no es un abusón, ya que se enamora platónicamente de la ascensorista Fran, que cada día sube y baja a los miles de trabajadores que trabajan en las diferentes plantas de la empresa de seguros. Ya tenemos servido el carácter del pequeño gran hombre contemporáneo: ambición legítima para progresar en la vida, laboral incluida, pero carencia total del talento de los abusones o napoleones, que se creen llamados por la historia para comerse el mundo, con todos sus habitantes dentro. Recordemos los grandes hombres de la historia moderna que, desde Napoleón, han regado con sangre ajena todo lo que a su lado se ha movido, personajes sin alma incluidos tales como las ciudades, las casas, los muebles, los campos de siembre, la fabricas de industria, etc.


En esta lucha aparentemente incruenta que se libra entre los despachos de los pisos altos del rascacielos empresarial donde trabajan los ejecutivos abusones y el modesto apartamento a pie de calle de Baxter, los objetos que se interponen o usan los combatientes en el campo de batalla vertical, que entre aquellos y éste coge forma, son muchos y casi todos tiene un significado acorde con el espacio y tiempo en que aparecen en la película. Cumplen un papel fundamental en es artificio narrativo que es la descripción, que acompaña en su función narradora al otro gran artificio: los diálogos. Por cierto, los diálogos de “el apartamento” son para volver a escucharlos. Menciono unos cuantos de estos objetos y dejo al espectador atento responder a la pregunta “¿a ver qué me ha pasado?”, después de volver a ver la peli (diálogos incluidos) otra vez: el rascacielos, las oficinas, los ascensores, la botella de champán del mandamás, la raqueta de tenis y los espaguetis, el último espagueti dando dos vueltas en la raqueta de tenis, las albóndigas, los palillos de las aceitunas del martini, el bombín del nuevo gerente Baxter, el billete de 100 pavos, el abrigo de Fran, el espejo roto, la servilleta de cuadros, la llave del apartamento y la de los lavabos, la baraja de cartas. Todos son artificios a servicio del propósito que tiene la película. Mirar con tino estos objetos, tal y como nos lo muestra la película, es colocarse en la senda del sentido que nos propone Wilder. 


Estoy seguro que ningún espectador cree que la palabra o la imagen “árbol” es igual que un árbol y que tampoco realiza la función clorofílica. Igualmente le ocurre a todos y cada uno de los objetos mencionados. La narrativa es puro artificio, pero no por ello hay que entender que la palabra o la imagen están machadas. El artificio no es lo contrario de lo auténtico, dado que lo auténtico es producto de tanta convención como el artificio. Lo digo porque hay espectadores que todavía creen que lo auténtico está siempre de su lado, lo mismo que los antiguos creyentes o revolucionarios pensaban que Dios o el Progreso estaban siempre de su parte. Estos y el mismo eran lo auténtico. Un artificio no es nada más que un artefacto que pone en contacto a uno mismo con lo que no es uno mismo: con los otros y con el mundo. Si nos fijamos con atención, no hay mucha diferencia con lo que hacemos en nuestra vida cotidiana en el trato con las personas y las cosas.


lunes, 9 de diciembre de 2024

GARCILASO DE LA VEGA

 Soneto IX

Señora mía, si yo de vos ausente
en esta vida turo y no me muero,
paréceme que ofendo a lo que os quiero,
y al bien de que gozaba en ser presente;

tras éste luego siento otro accidente,
que es ver que si de vida desespero,
yo pierdo cuanto bien bien de vos espero;
y ansí ando en lo que siento diferente.

En esta diferencia mis sentidos
están, en vuestra ausencia y en porfía,
no sé ya que hacerme en tal tamaño.

Nunca entre sí los veo sino reñidos;
de tal arte pelean noche y día,
que sólo se conciertan en mi daño.

SETAS DEL BOSQUE

 La mente es un fenómeno compartido cuyo efecto se aprecia muy bien en el acto de buscar y recoger setas en un bosque. Hace unos días salí de excursión con unos colegas, con la idea de hacer una caminata de unos diez o doce kilómetros. La intención del grupo en el punto de salida no era otra que esa. De repente, el que hacía de guía decidió cambiar el rumbo y nos metió por un bosque frondoso en pleno estado otoñal. Todo cambio en un instante. Algunos de mis colegas de excursión se convirtieron, como si tuvieran una doble personalidad a lo Jekyll y Hyde, en micólogos avezados. El sentido de la excursión cambió por completo. Una de las ventajas que tiene el acompañar a los micólogos, esos seres fantásticos del bosque que ven donde la mirada de uno no llega, fue darme cuenta que la mente del mundo se expande y abraza a cualquier ser vivo que en ese momento se mueva por los alrededores. La mente es del bosque, es de los que saben mirar sus secretos y de quienes como yo miran a ellos sobrecogido.


miércoles, 4 de diciembre de 2024

ANDREA COTE

 Desierto

La tierra que jamás quiso tocar el agua
es el desierto que al norte está creciendo
como un estrago de luz.
Pero los hombres que han visto el despoblado,
su amplitud sin sobresaltos,
saben que no es cierto que la tierra esté reseca por capricho

o sin ninguna bondad,
es su manera de mostrar
lo que transcurre en claridad
y sin nosotros.

MEDITACIÓN SOLEADA

 No aprendemos que venimos al mundo para aprender por qué hemos venido al mundo. Desde que en el año 2010 se instaló en nuestras vidas la plataforma Instagram y el smartphone 7 que lleva incorporado una cámara frontal para hacer selfies, todo parece indicar que aquel aprendizaje se ha hecho definitivamente inviable. Según los últimos estudios fiables, científicos por supuesto, el fracaso escolar se debe a la falta de conexión entre los planes de estudios oficiales y la realidad. También los mismos estudios denuncian el empeoramiento de la salud mental de los adolescentes a partir de aquella fatídica fecha. Hoy he tenido que dar una hostia a un alumno en clase de filosofía. Lo primero que me ha respondido ha sido que me iba a denunciar. Al acabar la clase me he dirigido a la sala de profesores y he contado el incidente a mis compañeros. A partes iguales unos se han puesto de parte de los planes de estudio y otros de la realidad. Yo en medio no me ha quedado otra salida que presentar mi dimisión irrevocable. Hay vida más allá de la lucha entre los planes de estudio y la realidad escolar. Iré a ver a mi hijo en Austin (Texas), donde es el director de una escuela de meditación soleada. Una variante del budismo indio, que defiende la idea, por otra parte oculta en la tradición adulterada occidental, de que la mente es un fenómeno compartido.


lunes, 2 de diciembre de 2024

ALEJANDRA PIZARNIK

 

Esta manía de saberme ángel 

sin edad,

sin muerte en qué vivirme,
sin piedad por mi nombre
ni por mis huesos que lloran vagando.

¿Y quién no tiene un amor?
¿Y quién no goza entre amapolas?
¿Y quién no posee un fuego, una muerte,
un miedo, algo horrible,
aunque fuere con plumas,
aunque fuere con sonrisas?

Siniestro delirio amar a una sombra.
La sombra no muere.
Y mi amor
sólo abraza a lo que fluye
como lava del infierno:
una logia callada,
fantasmas en dulce erección,
sacerdotes de espuma,
y sobre todo ángeles,
ángeles bellos como cuchillos
que se elevan en la noche
y devastan la esperanza.

NO APRENDEMOS

 Quedarse en casa es una de esas frases que le ha acompañado toda la vida. Se la escuchó por primera a su madre cuando le decía aquello de que no metía nunca el burro en casa. Más tarde en el instituto un profesor de filosofía muy molón, como le gustaba llamarlo, solía recordar en clase, sobre todo los lunes cuando todos los compañeros hacían alarde de sus aventuras del botellón de fin de semana, la frase de Blaise Pascal que decía que el principal problema de los seres humanos es que no son capaces de quedarse en casa. Con los años ha ido entendiendo mejor la frase del filósofo francés que la de su madre. Lo que le ha llevado a discernir, sin entenderla del todo, la diferencia que hay entre la realidad y la cultura. Tal vez porque continuamos llamando realidad a cualquier cosa. No aprendemos.