jueves, 6 de octubre de 2022

SELFIES Y ESTATUAS

Nos hemos acostumbrado a las caras sonrientes de los selfies, que manejan datos ilimitados en sus pantallas porque así los ha consagrado el paradigma digital en el que vivimos. De igual modo que nos hemos acostumbra a las estatuas de mirada vacía e inerte de la época griega por la inercia de nuestras visitas a los museos y las estampas turísticas. Pero tanto los selfies como las estatuas, son fruto de un malentendido. 

Platón escribió que los ojos de una estatua merecía los colores más bellos, ya que eran la parte más hermosa del cuerpo. Las estatuas supervivientes que Miguel Ángel contemplaba no fueron realmente así. Pero los digitales no esperamos que pase el tiempo, como griegos y renacentistas, y sean otros quienes tengan el malentendido. Frente a la expresión de la existencia compleja, diversa y contradictoria que nos ha tocado vivir preferimos crear y creernos el malentendido produciendo a mansalva la falsa coloración y la pureza irreal de los selfies, y, de paso, abrazando el paradigma de los datos ilimitados como nuestro ideal inmejorable.


Últimamente menciono con frecuencia la palabra paradigma, porque pienso que somos la primera generación de nuestra civilización occidental, qué con un fondo ilimitado de datos en sus dispositivos, no quiere ser consciente de que nuestras vidas discurren dentro de las coordenadas del paradigma digital dominante y que además no puede ser de otra manera, es decir, no podemos sobre vivir como especie fuera de las coordenadas de un paradigma, que siempre son contingentes, lo cual no quiere decir que como seres individuales no podamos ejercer nuestro libertad de pensar allá donde lo imaginemos, que siempre es perdurable y eterno. 


Sin embargo, Así lo practicaban sin saber leer ni escribir quienes vivían bajo el paradigma helénico, hebreo, romano  o cristiano, paradigmas de aquellas épocas y matrices todos ellos de nuestro paradigma laico digital actual. No sabían que era un paradigma pero vivían de acorde con el que les habia tocado en suerte. Resistiendo, no enfrentándose a las adversidades.