miércoles, 19 de octubre de 2022

PRINCESAS

 ¿Por qué se acerca Caye, punto de vista de la película “Princesas”, a Zulema? ¿Por qué la puta freelance española, controladora absoluta de su trabajo (así nos la muestra, sin chulo a la vista, su director León de Aranoa, desde la primera escena de la película), se acerca a la puta emigrante dominicana, que trabaja a la intemperie como puede o la dejan, palizas incluidas? ¿Se acerca por solidaridad y tal, por redimir algún tipo de culpa, o como una forma de conocimiento que a Caye le despierta la presencia inesperada de Zulema en su vida? Vaya por delante que no supimos discernir en la tertulia, lo que ocultan esas preguntas sobre la peli. Y tampoco sé, mientras escribo, si esas preguntas y las siguientes son pertinentes o no.

Seria deseable que fuéramos capaces de sobreponernos al dogma de la ideología feminista, que denuncia el dicho de la ideología masculina: “una mujer sin un hombre que la ame es un ser incompleto, de forma que toda mujer acepta tácitamente el papel de objeto de deseo, y en más de una ocasión se contentan con las migas de cariño de tipos que luego les producen sonrojo. ¿Cómo pude enamorarme de ese gilipollas?” Digo sobreponernos no porque lo que el dogma feminista denuncia sea mentira, y el dogma masculino defiende sea verdad, o viceversa, sino porque a parte de ser los dogmas de esas ideologías, son también un misterio para quienes no militamos en ellas. Enamorarse sin previo aviso es y ha sido siempre un misterio, y la pregunta posterior, ¿como me pude enamorar de ese gilipollas?, también. Nadie se enamora o desenamora si lo razona dos veces, eso se llama un apaño de conveniencia. Para poder convivir con estos asuntos irracionales, la astucia de la razón ha hecho cómplice del amor a la palabra amistad. Y me parece bien. Son un misterio, decía, porque enamorarse y desenamorarse forman parte de un mito eterno, el mito del Amor, que existe antes que el logos le ponga los signos y los significados (vacíos o llenos) y antes que las ideologías feminista y masculina lo puedan utilizar en beneficio propio. Mito y Razón, Religión y Ciencia constituyen, en todo tiempo y lugar, partes inseparables de nuestra naturaleza humana. Grandes temas para conversar juntos. Así os lo propongo.


Sigamos con la peli. Caye, la prostituta española freelance de la película “Princesas” le dice, con su rostro más sincero, a su colega emigrante dominicana  Zulema: “a mí lo que más me gustaría es que me vayan a buscar a la salida del trabajo.” Pero también le dice, con su rostro más ambiguo, las palabras que ha oído a su madre: “existimos porque alguien piensa en nosotras, no al revés, como dijo no sé quién.” Una de las mejores enmiendas que he oído al “Pienso, luego existo” de René Descartes. 


Entonces me pregunto, ¿por qué es más prostitución entregar el cuerpo, pongamos, a las manos y las babas de uno que pasa por ahí, que entregar tu alma al diablo que llevas dentro? Porque en el cuerpo a cuerpo las manos y las babas se ven y se miden y tienen un precio, del que se hace cargo el logos económico político del momento, hay relaciones de poder. Así es la vida. Mientras que el alma entregándose al diablo no se ve, ni al alma ni al diablo, ni tiene precio, es pura espiritualidad. Así es el arte.


Sabemos de que está harta Zulema. Pero, ¿de que está harta Caye? ¿De qué no se le aparezca el príncipe azul a la salida del trabajo? Da la impresión que Caye no sabe qué es propiamente aquello que en ella se traduce lo que hace, en lo que cree. En todo caso, da la impresión que es algo distinto de lo que ella cree. Se encuentra, por así decirlo, en el punto ciego de sí  misma, y el espectador a su lado. Punto ciego que es muy habitual en la mirada de nuestra vida cotidiana. Parece que está ante lo más grande de si misma o ante lo más pequeño. ¿Un dilema que la tortura tanto como para justificar su conducta? Ser consciente de que se gana la vida como puta, como le confiesa de sopetón al que quiere que sea su novio, no es lo mismo que tener conciencia de ser puta. Eso pasa en todos los trabajos. Volvamos al principio. ¿La confusión entre ser puta y estar trabajando de puta es la razón del acercamiento de Caye a Zulema? Valdría preguntarse que Caye está en ese momento de su vida en que todas las sospechas se le echan encima respecto a la manida frase: conócete a ti misma. Y Zulema, por tanto, ¿es una compensación a tal carencia, de la que, repito, es consciente pero no tiene conciencia de su alcance en su vida actual? De ahí el final feliz solidario de la película: Caye le paga a Zulema el billete de vuelta a su país. Sin que todavía el príncipe azul haya ido a esperarla a la salida del trabajo. 


¿Ha sabido captar Leon de Aranoa, al filmar “Princesas”, la esencia de esas preguntas? Yo diría que no. Entonces, ¿que es lo me las sugieren? La belleza choni o barriobajera de la cara y el cuerpo de la actriz Candela Peña. Leon de Aranoa, a mi entender, no saca partido de ese diamante en bruto, no sabe mostrar lo que se dirime en el fondo del alma del personaje Caye: la pugna entre lo que le falta y le duele contra lo que posee y la soporta. A cambio saca a pasear la cámara por el ambiente del puterío callejero, dándole ese tono populista a su película, que es lo que verdaderamente le motiva.