jueves, 13 de octubre de 2022

HABLAR, QUE PEREZA

 No se si esta expresión, hablar que pereza, que Casimiro Robles repite con frecuencia como un loro tiene que ver o es sinónima, yo creo que sí, de esta otra: pensar, que pereza. Cuando le respondo que forma parte de esa rancia tradición española, todavía hoy dominante incluso entre los sectores más progres, que no es otra que el anti-intelectualismo dominante o el que inventen ellos, etc., se refugia con gesto amenazante en la imagen de que es un tío campechano, al que le gustan las cosa claras y el dinero contante y sonante (esto es lo único que es cierto en su caso), para pasar a continuación a denostar a los intelectuales profesionales académicos, profesores, escritores etc. etc. de este país y del extranjero. Lo importante no es que no hables o que no pienses, sino en que te conviertes al actuar así. Cuando también le digo que milita con pasión en el anti-intelectualismo más rancio, lo hago mirándole a la cara y pienso en su propia incompetencia intelectual, no en la de aquellos, pues ha decidido no hablar, que pereza. Este el orden del asunto. Lo cual no tiene que ver con el uso estratégico del silencio. Lo que Casimiro Robles ha decidido de verdad al no hablar y no pensar, es convertirse intelectualmente en un incompetente. Con ademanes fantoches hace caso omiso de una relación insalvable de nuestra condición humana, a saber, que eso que sea nuestra inteligencia humana más básica esta íntima relacionada con nuestro uso cotidiano del lenguaje. En este sentido le digo que se ha convertido en un animal humano, que es menos que un animal como un gato o como un perro, animales intelectualmente incompetentes pues no tienen inteligencia humana, pero tienen el suficiente instinto como para anhelar y consumir solo lo necesario. Es decir, son más listos que Casimiro Robles. Un incompetente intelectual que no ha impedido o te ha alentado a convertirte en un caprichoso saltimbanqui, otro vínculo insalvable de tu singular naturaleza, que quiere anhelar siempre lo que no tiene. Algo a lo que no te resignas mientras tengas la cartera llena.