Como en todo viaje la vida, y esta lo es desde el primer segundo, lo primero que hacemos es entender (ese proceder mecánico del cerebro que nos robotiza durante el día trajinando con la información que producimos y que producen los otros), para que te den el biberón, para poder llegar de casa al colegio, para ganarte un salario, para poder mandar, para aprender a obedecer. En fin.
Solo al acabar la jornada podemos tratar de comprender lo entendido al ser recordado (ese proceder imaginativo del alma o la conciencia que nos humaniza al anochecer)
La experiencia pura de cada día , bien sea en el trabajo, la familia, los amigos, etc, nos conmueve o nos deja indiferentes, es decir la entendemos, pero todavía no forma parte de nosotros, es decir no la comprendemos.
Hasta que no es una visión de la memoria, del sueño o de la imaginación lo vivido se escurre entre los dedos y corre el peligro de desembocar en el océano del olvido o en el de las obsesiones. Ambos océanos sin orilla. O sea, que corremos el peligro de convertirnos en eternos náufragos.