lunes, 20 de agosto de 2018

ALUMN@S BASURA

Más de doscientos años después de la declaración de los derechos del hombre, en la que, más o menos, se venía a decir que todos hemos nacido iguales y en condiciones de disfrutar de los mismos derechos, entre los cuales se destacaba el acceso libre de todos los ciudadanos a la cultura y la educación (alfabetización e información), para lograr un objetivo común: alcanzar la felicidad, Sonia Alcoriza, profesora de la cooperativa de enseñanza Hélade, ha decidido abandonar el aula donde lleva impartiendo clases desde hace trece años, porque no sabe muy bien cuáles son las funciones que tiene encomendadas en su trabajo allí dentro junto a sus alumnos. ¿En que medida la vocación ha abandonado a la ya veterana profesora de historia? Ella no quiere aceptar que su vocación la haya abandonado, ni tan siquiera que pueda estar cambiando y no se haya dado cuenta, simplemente piensa que la nueva organización de la cooperativa la ha dejado fuera. ¿Pero eso quiere decir que la misma vocación puede ser variable? No es que no cuenten con ella, es que le resulta muy difícil que ella pueda contar algo. La cooperativa de enseñanza nació con la intención de abrir una grieta en la fortaleza de la enseñanza convencional por donde entrara el aire fresco. Y en los primeros años pareció conseguirlo. Los profesores de entonces, sobre todo la que nombraron como directora de la cooperativa por razones estatutarias, pensaban que el efecto general de la educación debía ser el efecto de la vida sobre la humanidad. Lo que quiere decir que la educación es siempre pertinente en la vida, al margen de las contingencias de los profesionales de la política. ¿Es su impertinencia actual lo que hace pensar a Sonia Alcoriza que le han robado su vocación de docente, pues la han echado del mundo educativo recién cumplidos los cincuenta años? Le prometieron al entrar en la cooperativa Hélade progreso educativo pero lo que se ha impuesto, nuevas generaciones de docentes mediante, ha sido discontinuidad absoluta y lucha por el poder entre los fragmentos. Fuera ya del aula como se sabe, lo que sigue anhelando es permanencia y pertinencia educativa, lo mismos atributos que tiene la vida de los alumnos a quienes se ha dirigido durante todos estos años. Entonces, ¿la vida habría pasado, y yo me habría muerto en el aula como tantos otros desafortunados que no pudieron vivir?, piensa Alcoriza. Escuchar es lo que posibilita el hablar, es su causa no su consecuencia, continua la profesora autodesterrada. Si ya no hay posibilidad de inculcar esto a los alumnos durante su vida educativa, ¿lo que el sistema produce, desde la guardería hasta la universidad, son alumnos destinados a ser basura? Es decir, alumnos destinados a ser los residuos del propio rendimiento y eficacia de su mudez y sordera.