En nuestra cultura actual la muerte no es algo que concierna a todos los seres humanos vivos, sino solo a los enfermos que acuden a los hospitales. Una vez allí dentro la muerte humana deja de pertenecer a la vida humana, pues pasa a depender de los protocolos del gremio hospitalario y de las prioridades económicas de los laboratorios. Ay, el negocio de las farmacias. Así nos quiere la propaganda de la ideología dominante actual: inmortales, irresponsables y zascandileando sin parar, tal y como se comportan los niños. Sin embargo, el cuento “Los muertos”, de James Joyce (comentado en nuestra tertulia mensual de literatura), conserva intacta y unidas la humanidad de la vida y de la muerte humana adulta, valga la redundancia, a fuerza de practicar el arte de la demora y del amor al lenguaje. No confundir con el amor adulto humano a los animales domesticados.