jueves, 15 de febrero de 2024

LE HAVRE

 Estamos continuamente delante de hallazgos y epifanías. Lo que ocurre es que pensamos - no con la humildad de la cosmovisión propia de nuestras fuentes culturales, a saber, la época grecolatina y hebrea - sino con la altivez propia de nuestra posición dominante en la cosmovisión del mundo moderno hiper-tecnologizado. Desde esa atalaya incuestionable, desde esa zona de confort mental que no estamos dispuestos a abandonar nunca así nos aspen, esos hallazgos y epifanías no tienen más remedio que aparecer en el mundo pues el mundo es tuyo y tú te lo mereces. Ya ves.

Le Havre”, del director Aki Kaurismäki, no es una película sobre la inmigración porque el protagonista no es un inmigrante. Es una película de hallazgos y epifanías, porque el niño inmigrante es una aparición o una epifania no prevista en la vida de Marcel Marx, y viceversa, porque no es fruto de una acción entusiasta suya, y viceversa, apoyada por una ideológica firme previa de ambos. Marcel Max no es, para entendernos, un militante de una ong que opera en zonas de conflicto migratorio como puede ser, en este caso, el paso de Calais. Ni el niño es un inmigrante desnortado al uso, tiene un destino muy claro y convincente, quiere encontrarse con su madre en Londres. Nada más y nada menos.


“Le Havre” es una fábula agridulce que, como todas las fábulas desde Esopo, se dirige a la vida que es vivida, que es también agridulce. Ni se dirige al sistema imperante, ni a la ideología a favor y en contra que lo sustenta, que no tienen sabor, ni color, ni tacto, ni sentimientos, que no tienen vida vivida, sino acartonada o sometida, pues están hechos con la naturaleza propia del poder, que es quien trata de esclavizar a la vida vivida.


La Fábula como género literario posee un carácter mixto narrativo y didáctico que ya apercibió La Fontaine al dividirla, en el prólogo a sus Fábulas (1667), en fábula propiamente dicha o "cuerpo" y moraleja o "alma". A causa de su carácter práctico, que la exime de intenciones filosóficas o trascendentales, se la ha llegado a llamar «la pariente pobre del mito»

Como dice Hegel, «La fábula es como un enigma que será siempre acompañado por su solución» (Estética, II). Incluso si la fábula no tiene ya popularidad - como le pasa en nuestra época - el esquema que la forma se reencuentra en el hecho diverso y en la leyenda urbana. Así la presencia de lo mágico: el Ángel de la Guarda que representa el policía vestido siempre de negro, apareciendo en las situaciones y con las formas más insospechadas e impropias de su profesión. Estas situaciones son imprescindibles en una fábula, pues sin importar el autor, el contexto social o político, estas son las que la identifican y marcan un límite entre ella y otros géneros similares con los que podría confundirse por la forma alegórica que contienen. Nótese, como un ejemplo más, la escena en la que Marcel, que acaba de dejar a su mujer enferma de muerte en el hospital, se encuentra en su casa, de sopetón digamos, al niño que ha conoció hace poco en los muelles y a su perra Leika. El intercambio de miradas heterogéneas  que se intercambian los tres seres vivos tan disímiles, resume vivamente lo que estoy diciendo: hallazgo y epifanía.

Las edades de la razón no han impedido que sigamos presos del pensamiento mágico en muchos ámbitos de la vida. Es una fatalidad que arrastramos desde el origen pues toda cultura empieza siendo un sistema mágico con el que interpretar la realidad. De ahí sale el ilusionismo desconcertante que ejerce sobre el espectador el lenguaje de “Le Havre”, con su capacidad para evocar las cosas que nombra, los sentimientos, las existencias.


“Le Havre” podría ser una película más, pero quienes sienten la tentación de arrumbarla como frívola, harían bien en verla despacio, en ver hasta qué punto podía resultar subversivo en un mundo regido por el falso igualitarismo, los prejuicios y un sentido errático del bien, del mal y la justicia.


El estatismo y silencio de la puesta en escena permite una mejor contemplación, y su hipotética llamada desde el alma de aquella, hacia el alma del espectador