jueves, 14 de septiembre de 2023
CRÓNICAS DEL RÍO SPREE 8
BERLIN: LA CATEDRAL FRANCESA
A principios del siglo XVIII la comunidad de los hugonotes era el 25% de la población de Berlín. El término hugonotes (en francés: huguenots) es el antiguo nombre otorgado a los protestantes franceses de doctrina calvinista durante las guerras de religión. Muchos de los que fueron expulsados de su lugar de origen se instalaron en Berlín y otras localidades alemanas.
La Catedral Francesa está situada directamente en el Gendarmenmarkt en Berlín Mitte. El magnífico edificio anexo a la iglesia Friedrichstadt francesa alberga el Museo Hugonote. La exposición cuenta la historia de los refugiados protestantes de Francia y cómo los hugonotes de Berlín, Brandeburgo y Prusia enriquecieron la economía y la cultura. El punto de partida para este desarrollo es la Reforma, que también condujo a la formación de una minoría protestante en Francia. Como parte de una intriga política perseguida por el rey y el clero católico, cada vez más hugonotes huyen a Prusia a partir del siglo XVI. Los gobernantes locales les prometen protección. El príncipe elector Federico Guillermo de Brandeburgo dio la bienvenida a unos 20 000 refugiados con el edicto de Potsdam en 1685. La iglesia francesa de Friedrichstadt, construida a principios del siglo XVIII, se convierte en un importante punto de encuentro para los inmigrantes. La catedral francesa, que fue construida entre 1780 y 1785, fue utilizada por el rey Federico II de Prusia para mostrar su propio esplendor. 150 años después, la catedral es convertida en un museo. Desde entonces, se organizan exposiciones fascinantes que le enseñarán una visión de la vida y la historia de los Hugonotes.
Mientras visitamos el museo mencionado no puedo dejar de pensar en las contradicciones que dan forma a la vida reciente de esta hermosa capital alemana y, por extensión, a la vida de todo el país. Pensar que fue Prusia, el reino mas importantes del siglo XVII y, al fin y a la postre, el motor de la unificación alemana en 1870, el que acogió a los refugiados hugonotes franceses, choca de frente con el espíritu disgregador y perseguidor de las minorías que, paradójicamente, se apoderó de la nación alemana justo a partir de su unificación. El paseo por las diferentes salas del museo invita a imaginar un pasado remoto alemán más sensible con las calamidades humanas, que el pasado reciente, por decirlo así, que se les echó encima con la unificación. También la exposición subraya en muchas de su piezas y cuadros la cara fraternal del espíritu prusiano del siglo XVII con quienes sufren la persecución por razones de creencias religiosas. Un espíritu que se hizo imperial y antisemita con la unificación en el último cuarto del siglo XX: altivo, arrogante, convencido de poder con todo y con todos, como así quedó demostrado en la Segunda Guerra Mundial. Únicamente la desunión que produjo la construcción del muro pareció devolver, se me ocurre pensar al salir a la calle después de haber visto con atención la exposición, la antigua sensatez y fraternidad a estos descendientes berlineses de aquellos ancestros prusianos. Y, por último, una vez culminada la visita al museo, constatar la nula conciencia histórica que tenemos los europeos. Pues el enfrentamiento entre Francia y Alemania (epitome moderno de los múltiples enfrentamientos y odios latentes aún en la vida actual europea), que al final de 1945 produjo la desaparición de Europa como continente dominante en el mundo, parece no reconocerse en ese pasado de fraternidad cultural y religiosa entre dos partes de esas entidades políticas en el siglo XVII. Lo que puedo servir como ejemplo para la construcción europea del porvenir, repitámoslo otra vez: la protección legal que dio el reino de Prusia a los refugiados hugonotes franceses, quedó prontamente en el olvido ante las ambiciones y resentimientos de las partes, dejando así la vía libre para el enfrentamiento y la destrucción mutua. Sobre los escombros y millones de muertos de todas aquellas catástrofes, vivimos todavía.
martes, 12 de septiembre de 2023
CRÓNICAS DEL RÍO SPREE 7
BERLÍN: MEMORIAL SOVIETICO
El cielo amenazaba lluvia a pocos kilómetros del centro de Berlín. Es lo único que se puede esperar en la época posterior a la muerte de Dios, cuando el azul celeste se esconde detrás de una masa de nubarrones negros. Así de predecible es nuestra época hipertecnológica. Sin embargo, los ciclistas experimentamos este fenómeno natural más con sentimientos de perplejidad arcaicos que con la prepotencia tecnológica que da la verificación de los hechos. La bicicleta es un instrumento tecnológico que se puede emparentar sin sonrojo con el arado o la rueda. De hecho la proporción podía quedar así: andar es a pedalear, como cavar la tierra con la azada es a hacerlo mediante el arado tirado por las mulas o los bueyes, o con el tractor. El caso fue que viendo la amenaza meteorológica tratamos de buscar cobijo debajo de un cobertizo que estaba a la entrada del parque Treptower, tal y como constaba en un cartel enganchado en el cobertizo. Mientras oíamos lo truenos y a la espera del chaparrón, leímos con más atención el resto de la información del cartel mencionado, descubriendo con sorpresa que en el interior del parque se encontraba un monumento conmemorativo soviético, que por las fotografías adjuntas nos dio la impresión de ser algo de grandes proporciones. Los truenos aumentaron pero la lluvia no llegaba, incluso las nubes negras parecían disolverse ante el estrépito de aquellos. No tuvimos que esperar más de diez minutos para comprobar que la cosa no iría a mas. Como buenos ciclistas y campesinos sacamos la mano fuera del cobertizo y nos dimos cuenta que la lluvia de momento no haría acto de presencia. El último trueno sonó poco después del último relámpago, justo en dirección de donde veníamos. Eureka, de momento estábamos salvados. El horizonte físico y mental se hicieron más inteligibles. ¿Qué hacer? No había ninguna duda, iniciar una vista al monumento soviético, tal y como nos animaba el cartel del cobertizo. Sin pérdida de tiempo, el ciclista como el campesino cree en el lenguaje del cielo y sabe, también, que es superior a sus posibilidades de defensa. El ciclista y el campesino tienen una honda conciencia de estar siempre a la intemperie.
Los monumentos soviéticos en los pueblos y ciudades de la antigua RDA, dentro de la cual pedaleamos durante doce días, están repartidos de forma arbitraria. Son monumentos funerarios en recuerdo de los soldados, caídos en combate durante las diferentes batallas que se libraron en el frente oriental en la fase final de la Segunda Guerra Mundial. Estos monumentos están íntimamente ligados con los restos del muro de Berlín que, según ley promulgada para tal fin, pueden instalarse en las plazas de los pueblos alemanes que así lo decidan. El frente oriental de la Segunda Guerra Mundial y el muro de Berlín son, por tanto, dos hitos importantes en la memoria y la imaginación no solo soviética, sino, sobre todo, en la contemporánea memoria e imaginación europea.
El enorme monumento funerario del parque Treptower, situado en el centro del sitio conmemorativo, donde están enterrados 5000 soldados de la Armada Roja que murieron en la batalla de Berlín, está coronado por una escultura de bronce, de 70 toneladas de peso, que representa a un soldado soviético. Con su espada bajada y un pie sobre una esvástica rota, lleva a un niño en sus brazos. Su postura proclama la victoria. Parece que la escultura quiera ordenar que gobierne la paz y al mismo tiempo, ser una promesa de un futuro seguro. Ver foto adjunta.
Al ciclista que se acerca al monumento parsimonioso, empujando la bici, le cuesta digerir todavía el incumplimiento de las promesas que parecen anunciar la contundencia de la gran escultura que preside la enorme explanada del monumento funerario. No pasaron quince años de lo que el monumento simboliza cuando los mismos que lo construyeron levantaron el ominoso muro de la capital alemana, que levantaba acta definitiva de la nueva era que empezaba y que era la que habíamos heredado quienes nos encontrábamos en ese momento en el recinto funerario: la era atómica, o la época en la que la política y por ende la sociedad ha caído en el momento de máxima desconfianza entre los contendientes, representada por los dos bloques enfrentados, capaces cada uno de ellos de destruir varias veces a la humanidad entera mediante el arsenal nuclear acumulado. Sin embargo, nada de eso se notaba en el ambiente del la gran explanada mencionada. Más bien al contrario, todo parecía discurrir entre los presentes como si estuviésemos en un recinto ferial cualquiera, de esos que anuncian su visita a bombo y platillo por la tele o las redes sociales. De vuelta al camino sobre la bici, las nubes volvieron a amenazar a pocos kilómetros ya del centro de Berlín. Fue entonces cuando me dio por pensar sobre la fragilidad humana, hoy oculta detrás de innumerables máscaras de engañosa autosuficiencia narcisista, que produce ese fenómeno cada vez más arraigado de esa fragilidad: la falta de memoria individual que arrastra o construye la falta de memoria colectiva. Visto así, los 5000 muertos del ejército soviético enterrados bajo nuestros pies no eran, siguiendo el mandato de su jefe supremo y de nuestra desmemoria, nada más que una mera estadística.
jueves, 7 de septiembre de 2023
INDISCRETA
La película “Indiscreta”, de Stanley Donen, arranca con una marcada puesta en escena teatral que ya no abandona durante el resto del metraje. O dicho de otra manera, Donen ha leído y visto la obra teatral de Norman Krasna y decide llevarla al cine. Nada nuevo bajo el sol, el cine es el hermano de la novela y del teatro. Para ello, Donen sin abandonar la estructura de la obra de Krasna le encarga a éste el guión de la película. Dicho y hecho.
Primera escena:
Por qué no te casas con David, le dice su hermana a Anna Kelman
No le quiero, he intentado quererlo y no puedo, responde ésta
Y zas. Una aparición: Philip Adam.
El flechazo le da de lleno a Anna Kelman, embadurnada de crema, hasta las cejas. Y también de rebote, le atraviesa a Philip Adam. Empieza la historia de amor de dos adultos verdaderamente adultos, con los códigos de un caballero y una dama. La escena que vine a continuación, el discurso de Adam, le confirma al espectador al ver la cara de Kelman, plano corto mediante, lo que ha visto en la primera.
Estas percepciones del espectador no serían posible sin los primeros planos de los protagonistas, donde vemos sus caras como reflejos de lo que está pasando en esos momentos en sus almas respectivas. Es así como el espectador acepta la propuesta del narrador, ya que le deja claro el lugar desde donde mirar todo lo que vendrá a continuación. Dejarle claro, no quiere decir otra cosa que al espectador le han dado vela en ese aprendizaje que se inicia con esa primera escena y que es como construyen su amor dos adultos muy adultos, es decir, dos adultos que hace tiempo que dejaron de ser jóvenes adolescentes.También el espectador se da cuenta, como el cine se lleva bien con su colega y hermano mayor, el teatro.
Distingamos el enamoramiento (emoción) del amor adulto (sentimiento) de los protas principales de la peli “Indiscreta. Había quedado en otra entrada que las emociones se tienen en la infinitud de nuestra intimidad: recordemos de nuevo la cara de Anna Kalman en la primera escena en la que Philip Adam aparece al abrir la puerta y en la escena del discurso de Philip Adam. Sin embargo, los sentimientos se aprenden, al igual que la decepción que los acompañan, mientras se construyen en el teatro de la finitud de la vida Todas las escenas siguientes a las mencionadas están pensadas para ese propósito. A mi entender, de este complicado jaleo va la peli.
Emoción, sentimiento, decepción. Un paquete explosivo, que Stanley Donen trata con certera elegancia y acertado equilibrio. ¿Hay que ser rico para esto? ¿O es algo que le pasa a todo ser humano? Físicamente a su lado, pero sentimentalmente al margen de ese propósito, los parientes y amigos de los protas, como siempre en estos casos, siguen con sus negocios y sus fiestas fatuas. Como diría Billy Wilder, nadie es perfecto.
miércoles, 6 de septiembre de 2023
BARBIE
Pensar sobre la diferencia que hay entre sentir la emoción de ver la peli “Barbie”, de Greta Gerwig, y el sentimiento (sentir el sentido) de haber visto la peli Barbie. Voy a ello.
Como no puede ser de otra manera, dada mi biografía, la emoción primaria de ir a ver Barbie fue vicaria. Me emocioné de ver a mi mujer emocionarse queriendo ir a ver la peli Barbie. Yo en aquellos años cincuenta jugaba a indios y americanos, leía tebeos de hazañas bélicas. Mi serie favorita era Bonanza.
Ahora bien, una vez vista la peli el sentimiento (sentir el sentido) es de honda liberación, al poder aliviar el malestar que cada vez más me trasmite la cultura de evasión y entretenimiento dominante. La cultura guay, para entendernos, según dicen sus múltiples seguidores.
El sentido me lo da la asombrosa imaginación que despliegue Greta Gerwig para tratar el tema más antiguo del mundo: la relación entre lo ideal y lo real. Así Barbie se relaciona en mi mente con Platon, Jesucristo, Confucio, Lao Tse. Nada más y nada menos. Todo ello sin abandonar la mente de Barbie. De mente a mente. Barbie no es una-muñeca-objeto-de-estudio-por-las-ideologías de-turno. Barbie no es un objeto antropológico. Barbie es un mundo en sí mismo. Barbie es el mundo de las ideas y el mundo material de los hechos, renovándose en el suelo moral y estético del #metoo del siglo XXI.
El sentido, en fin, me lo proporciona la interpretación que esta Barbie hace del Yo también, que no es fuera tu que ahora me toca a mi, sino Yo-también-junto-a-los-otros-y-las-otras. Arriba y abajo. Entre lo ideal y lo real. Entre los ángeles y los humanos. Por eso la frase de Barbie Ángel, que no tiene vagina, para entrar en el mundo de Barbie Mujer es: quiero ir al ginecólogo. Fin de la peli. No de la vida.
Ni que decir tiene que Barbie es un súper fenómeno de la cultura de masas dominante. Comienza la conversación entre las partes.
martes, 5 de septiembre de 2023
CRÓNICAS DEL RÍO SPREE 6
BERLIN: LA TUMBA DE MARLENE
Nada mejor que iniciar esta crónica que repitiendo la frase de Billy Wilder sobre Marlene Dietrich: “Berlín es Marlene.” Es, por decirlo así, la tercera pata donde, a mi entender, se sustenta la imagen del pasado berlinés. Las otras dos son, como vamos viendo, la Segunda Guerra Mundial y el muro soviético. Así que se puede afirmar, sin miedo a desbarrar, que Berlin es la última batalla de la Segunda Guerra Mundial, Berlin es el muro que levantaron los soviéticos para hacer visible ante el mundo cual era el escenario donde representaba su farsa: la nueva era atómica y la guerra fría, y Berlin, como no, es Marlene Dietrich. Fíjese en el cúmulo de coincidencias significativas, esta crónica acabará junto a la tumba de la diva de las piernas perfectas en el barrio donde nació, Schöneberg, enterrada allí el mismo año, 1990, que se produjo la reunificación alemana, un año después de la caída del muro. Por tanto, estas crónicas sobre Berlin acabarán por el principio, cuando la que, luego sería una diva, era entonces solo una chica de un pueblo limítrofe con la capital, cuya aspiración profesional únicamente era ser famosa, algo que hoy es una carrera universitaria de prestigio pero que tuvo su Epifanía cuando entonces. Igualmente la ciudad de Berlín, después de la humillante derrota de la Primera Guerra Mundial, y en representación de toda Alemania, también quiso ser famosa. Cada una a su manera las dos, Berlin y Marlene, Marlene y Berlin, lo consiguieron. Hasta que llegó el Führer y mandó parar. Ese paralelismo entre la vida de la mujer y la de la ciudad, en el período de entre guerras, es a lo que se refería Wilder, gran amante de Berlín, con su famosa frase.
La Dietrich, como se la conocía en los ambientes berlineses de entreguerras, representa la otra cara de la moneda del mundo berlinés de entreguerras, el reverso se llama Franz Biberkopf, personaje principal de la novela de Alfred Döblin, “Berlin Alexanderplatz”. Quizá sea esta marcada duplicidad, que no dicotomía, entre realidad y ficción, la que mejor define la República de Weimar, marco político y social donde se desarrolló el mito de La Dietrich, que no es otro que el de la nueva feminidad del siglo XX que avanzaba en la década de los 30 hacia la peor de las catástrofes. Poco tiempo después, las mismas llamas que consumieron la República de Weimar acabarían con la imagen cristalina que Franz Hessel describe en su libro sobre la diva. La Dietrich que quiere y dibuja el autor se sorprende de su propia fama. En una entrevista con la actriz, incorporada al volumen dice entre provocación y eslogan publicitario: "En realidad, ni siquiera vivo la fama como es debido. Cuando se estrenó 'El ángel azul' en Berlín emprendí mi viaje a América. El día que salí de Nueva York, nuevamente fue el día del estreno de 'El ángel azul' allí. En Berlín importa poco si se es hombre o mujer. Hacemos el amor con cualquiera que nos parezca atractivo.” Franz Biberkopf, al salir de la cárcel por haber asesinado a su novia, está fascinado con este ambiente berlinés, aunque lo tenga que vivir desde la marginalidad y oscuridad gansteril que aquel momento de esplendor también estaba produciendo alrededor de su epicentro: Alexanderplatz.
Amaneció un día luminoso en Berlín, lo cual facilitó el pedaleo camino de la tumba de La Dietrich. Como estábamos hospedados en el barrio donde ella nació, el acceso al cementerio donde está enterrada fue rápido. Antes nos volvimos a pasar por el ayuntamiento de Schöneberg, famoso porque fue desde su balconada donde John Kennedy pronunció su famosa frase: yo también soy berlinés. Hoy una placa recuerda aquel momento irrepetible. Como era de esperar al llegar al cementerio encontramos con rapidez la tumba de Marlene, pues está indicada en un plano en la puerta de entrada. Y como era de esperar, también, tuvimos que esperar unos minutos para hacer la foto adjunta, pues había otros feligreses de la Diva que querían llevarse el recuerdo. Amén.