lunes, 3 de julio de 2023

DOS EN LA CARRETERA

 Nunca como al hablar del Amor Adulto Conyugal la locución “no se qué decir ni cómo decirlo” es más acertada. Pero el hecho de que sea la experiencia adulta más común y generalizada, hablar de ella lo hace, al mismo tiempo, lo más pertinente. Asistir mañana a esta tertulia, de eso se trata. Desbloquear imaginativamente, ante nosotros mismos y ante los otros espectadores, aquella locución. 

He visto la peli “Dos en la carretera” un puñado de veces, pero nunca bajo la influencia de haber visto recientemente “Deseando amar”, “Breve encuentro” y “Regreso Hope Gap”. Y nunca, por supuesto, estando jubilado. Aunque casi siempre matrimoniado sin bendición alguna. Todo ello me convierte en un espectador “nuevo” en esta otra visión de la película de Stanley Donen. Por eso no puedo decir “yo sé de qué va esto, faltaría mas”, pues yo que soy “el que más sabe” me doy cuenta de que, al fin y al cabo, “no sé nada”. Podía evocar a Bergman en “Secretos de un matrimonio”, podía traer a colación “Quien teme a Virginia Woolf”, de Michel Nichols, o “500 días juntos”, de Marc Webb, etc, todos saben y creen poder comprender lo que de suyo no se deja, como la naturaleza misma. La aventura del matrimonio (esté ratificado o no por el estado o la iglesia, tanto da) es una de las experiencias vitales del ser humano que entra de lleno dentro del campo semántico de lo inefable: es lo impensable lo que no deja de inquietar a nuestra mente. Dicho de otra manera: de quien más quieres saber porque lo amas, no puedes saber nada porque te ama. Para mitigar esa “tragedia tan humana”, el humor, también humano, que barniza la película desde las primeras escenas se hace impagable para la comprensión total de la película por parte del espectador, por ejemplo, “no aguanto a las mujeres que quieren ser indispensables”, le dice Mark a Joana. Y la escena final, donde los protagonistas se interpelan mutuamente con ironía, al tiempo que se preguntan, por qué nos os divorciamos, porque seguimos juntos.


Los estudiosos de la física (mundo exterior), incluidos los que se llaman cuánticos, confiesan que harían un pacto con el diablo para que les dijese por qué existe el universo. En justp correlato con nuestro mundo íntimo, los amantes del matrimonio (esté bendecido o no por el estado o la iglesia, tanto da) harían lo mismo si Satanás les dijese cómo hacer verdadera y eterna el origen y  esencia de esa unión matrimonial: dar lo que no se tiene a alguien que no es. El Amor-Adulto-No Romántico (que es lo que aparece cuando uno deja atrás el amor-romántico-juvenil), como el Universo a una escala gigantesca, tiene esa voluntad de perdurar porque se sabe finito e imperfecto pero quiere seguir siendo infinito y absoluto, por eso estalla con demasiada frecuencia en mil pedazos. La ira cósmica y humana. El gran acierto de Donen, a mi entender, es haber elegido este punto de vista para contar eso que no podemos pensar pero que no deja de inquietar a nuestra mente. Bergman y los demás directores aludidos son todavía románticos, es decir, saben de qué va esto del amor conyugal y se atreven a contarlo. A Stanley Donen, sin embargo solo le preocupa unir los pedazos de los sucesivos estallidos conyugales en una unidad visual de perfección (esa es la película que vemos), pues sabe que el espectador solo comprende lo que se representa así mismo previamente como una unidad perfecta de sentido: Mark y Joana Wallace, pase lo que pase, se querrán eternamente. Como así ocurre y nos congratula. Dos seres humanos finitos que quieren amarse infinitamente. ¿Hay algo más impensable y, a la vez, mas maravilloso? ¿Hay algo más inquietante? Lo de anteponer el sexo a los sentimientos (lo de usar y tirar), propio del tardo romanticismo posmoderno, tiene que ver más que con el Amor Adulto Finito e Imperfecto de siempre, con la Publicidad y la propaganda ideológica del actual Sujeto Narcisista, Autocomplaciente y Autosuficiente, que en estos asuntos y en los demás no necesita a nada ni a nadie.