Karl Jaspers considera como una tarea cotidiana del ser humano la clarificación de su existencia, del Ser y su relación con el mundo en tanto que Posibilidad. Debemos esforzarnos, dice, por buscar la verdad y encontrar un lugar en que actuar y que esté a nuestra disposición.
¿Desde que legitimidad se le puede exhortar a lo anterior al sujeto moderno? Teniendo en cuenta que su ideología adanista e intrascendente le impulsa disrruptivamente a ser autosufciente, autocomplaciente y a entenderlo todo aquí ahora sin ayuda de nadie. Así cuando tiene 20, 30, 40, 50, y no digamos a partir de los 60 en adelante. Le impulsa a pensar que el mundo empezó el día que él nació, lo que le exime de la tarea de ser heredero y albacea de la tradición cultural de la civilización a la que pertenece. Único e Inmortal, que me quiero único inmortal y eterno adolescente, dice en voz alta el mencionado sujeto. Como Luis XIV, el sujeto moderno cree que el mundo es él y todo lo demás está a su servicio.
Cualquier intento de acercarse al monarca absoluto del yo moderno hace aparecer en su boca el lenguaje belicoso propio de quien se siente amenazado: “eso es lo que tú piensas, cada uno lo ve a su manera”. En ningún caso aparece el lenguaje creativo de las posibilidades propias y conjuntas, que abren caminos comunes y universales: “ahora que oigo tus palabras, entiendo mejor lo que leí el otro día”
¿Son las emociones golpistas que nos asedian (o sitian) en lo más íntimo - como dice mi amiga - las que impiden que la amenaza se trasforme en posibilidad? ¿Que la parálisis amenazante se transforme en acción posibilitante? ¿Es la intimidad de esas emociones golpistas algo sin más, como también dice mi amiga, o es una potencia de algo que pide tener forma y presencia activa entre los otros en el mundo? ¿Es la salida al exterior, disimulante o enmascarada, de esas emociones golpistas del sujeto moderno un efecto inevitable de las mismas?