¿De que depende el destino del mundo? El destino del mundo dependerá de cómo seamos capaces de imaginarlo y, a partir de ahí, crearlo. Nuestro protagonista, Karl Marx, creía que era la lucha de clases era la que ponía en marcha la historia. La imaginación no es tanto un asunto histórico cuanto el factor esencial en la construcción de eso que llamamos «historia». Juan Arnau dixit.
La peli “El joven Marx” es, a mi entender, la historia de un gran fervor imaginativo al que acompaña el acto creativo que se encarna en el libro más leído y traducido después de la Biblia: el Manifiesto Comunista. También es la historia entre seres humanos que hizo posible lo anterior, a saber, la inquebrantable amistad de sus autores, Marx y Engels, y el amor que le proporcionaron sus respectivas mujeres, no como floreros sino como parte activa y determinante de aquel proceso imaginativo y creador. Amistad, Amor, Imaginación, Creatividad. En fin, todos ellos manantiales de sentido.
Por eso os he propuesto ver y conversar sobre esta peli. Porque hemos visto “un domingo en el campo”, y porque empezamos a sospechar que los manantiales de sentido de nuestra época se están secando, si no lo han hecho ya. Y porque no es lo mismo experimentar los malestares sociales y los disturbios que les acompañan como en la época del Joven Marx, con los manantiales de sentido a rebosar, que verlos con los manantiales secos como ahora, si exceptuamos al ruso Putin, el peor lector posible de la herencia marxista.
Os dejo el comienzo de “El Manifiesto Comunista”, justo donde acaba la película, es decir, viendo a Engels rogando a Marx que se ponga a escribir, ya que si no se perderá, y nadie podrá leer, todo lo que hemos visto discutir y polemizar apasionadamente durante la película. Os los pongo para ver si hay correspondencia entre la imaginación de Marx con lo visto por el espectador, a parte de animaros a leer el libro.
“Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo. Todas las potencias de la vieja Europa se han aliado en una sagrada cacería contra este fantasma, el Papa y el Zar, Metternich y Guizot, radicales franceses y policías alemanes.
¿Dónde está el partido de oposición que no haya sido desacreditado en cuanto comunista por sus adversarios en el gobierno? ¿Dónde está el partido de oposición que no haya a su vez devuelto tanto a los opositores más avanzados como a sus enemigos reaccionarios la estigmatizadora acusación de comunismo?”
Nunca antes como en la era digital las personas se han adulado y se han insultado más y al mismo tiempo entre ellas, pero nunca los insultos y las adulaciones han sido todos intercambiables y carentes de significado. Tal vez sea porque la sangre es ya sólo de composición digital y no llega nunca al río, que por otra parte no admite más contaminaciones. Por primera vez en la historia, Marx supo dar nombre y voz al sufrimiento de la humanidad de su tiempo (dejó de interpretar el mundo y escribió para transformarlo), algo que nosotros escondemos debajo de nuestras mejores sonrisas. Ese es el valor ejemplar que perdura de su libro.
Una última pregunta inquietante. ¿La clase trabajadora tiene que ser culta y cultivada para acceder a la vida política, tal y como creía la alta burguesía alemana de esa época? ¿O más bien da igual, como pensaba la burguesía y parte de la nobleza francesa (despotismo ilustrando), lo importante era hacer la Revolución? Sin embargo, el joven Marx que era alemán, y de formación hegeliana, pero conocía las revoluciones de Londres y Paris, inicia el Manifiesto Comunista con “Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo.” Una locución de evocación gótica o fantástica, como si no tuviera muy claro la naturaleza individual de quienes habitan ese nuevo lugar llamado Comunismo. Es probable que Marx, antes de escribir su libro, hubiera leído a Aristóteles, que dijo que todo pensamiento es la contemplación de un fantasma.