miércoles, 27 de julio de 2022

EL JOVEN MARX 2

TEATRO-ENSAYO / POLÍTICA-FILOSOFIA 

Al final creo que no supimos explicar acertadamente en la tertulia de la taberna del domingo - con la claridad íntima de nuestra propia experiencia sobre el asunto que nos convocó, no tanto con la exaltación de las opiniones de la propaganda de los predicadores externos - el por qué el fantasma que recorre Europa en 1848, tal y como lo definió el Joven Marx en el arranque de “el manifiesto comunista”, se acabó convirtiendo, cien años después, en una de las pesadillas que destruyó el mundo, tal y como lo constatan los millones de muertos del estalinismo. No supimos explicar con tino si el malestar y desencanto presente tienen que ver con el resentimiento y ánimo de venganza que ha producido y produce la sombra de aquella colosal decepción, que es muy alargada y alcanza una tras otra a la voluntad y formas de representación de las generaciones posteriores, cuyas vidas nada tienen que ver ni con la época fundacional de Marx ni con la terminal de Stalin, Mao, Castro, y demás dictadores de inspiración marxista; o tiene que ver, más bien, con la luz que procede de las palabras del joven Marx que, como la de las estrellas que hace años desaparecieron en la vorágine de las batallas del cosmos, siguen iluminando nuestra imaginación llenas de fulgor como el primer día. Tampoco nos quedó claro si la palabra fantasma, con que el joven Marx inicia “el manifiesto comunista”, hay que leerla en su acepción popular: como algo que da miedo. O en la que propone Aristóteles: todo pensamiento es la contemplación de un fantasma. O en la que pensar sobre lo que desconocemos nos da miedo y, entonces, de aquellos polvos estos lodos. No olvidemos que el joven Marx era un buen conocedor de la tradición filosófica occidental. 

Sin embargo, si nos atenemos al campo narrativo de la película, si se puede deducir la diferencia que hay entre teatro y ensayo, o dicho de otra manera, entre política y filosofía. La filosofía, dice Javier Gomá, plantea una oferta ideal de sentido en el ámbito de los conceptos universales y abstractos; respecto a la política, se parece mucho a la diferencia entre la realidad imperfecta y el ideal perfecto. Lo que vemos en la película es la puesta en escena en ciernes y, por tanto, rudimentaria de una nueva forma de hacer la política, que después, ya fuera del campo narrativo, fructificará en el ensayo fundacional ideal: “el manifiesto comunista”, que durante el resto del siglo XIX, todo el siglo XX y los inicios del siglo XXI sigue proporcionando luz, dando nombre y voz a las estrategias y tácticas de las dos acciones políticas dominantes de la llamada izquierda emancipadora: el reformismo socialdemócrata y la revolución comunista. Lo que sí queda claro en la película, al espectador de hoy, es que una cosa es la acción política y otra muy distinta el ensayo filosófico en que se pueda inspirar. El perfil no profético que tiene el joven Marx de la película, no en balde es el primer pensador de la sospecha, sugiere que esta distinción también la vio el autor de “el manifiesto comunista” en 1848. Lo cual desplaza la responsabilidad de que con el devenir de los años se haya confundido política y filosofía, teatro y ensayo, a las lecturas y puestas en escena que de aquel libro fundacional han hecho y divulgado sus múltiples lectores y predicadores. Los autodenominados enfáticamente marxistas.