viernes, 9 de octubre de 2020

MIEDO Y CEGUERA

 Es de agradecer que el valor y el coraje, esos atributos tan humanos demasiado humanos, se pongan a servicio no de la milicia, ni del mercado, ni de la familia, ni de la política de los políticos, ni de las variopintas iglesias que hoy buscan feligreses debajo de las piedras digitales, sino que en un gesto inopinado eleve el vuelo y se ponga a servicio enteramente del alma. De todo ese temeroso y tembloroso aleteo que conforma tu escrito me quedo con: “Se que mi actitud natural a la soledad (que no deja de ser miedo como dices en el libro) y mi conflicto interno con una comunidad que me cuesta encontrarla donde tú siempre la ves (puede aparentar indiferencia) pero nada más lejos de la realidad.”

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Por fin, el nihilismo, concienzudamente labrado desde su fundación con la muerte de Dios, entrega sus verdaderas cartas y las pone a cargo de la polis. Y a ver que pasa. Donde se exhibía un individualismo sin mácula resulta que solo había miedo, el que solo se vieran masas irreflexivas sin grietas (zombis según tu brillante jerga) era culpa de la ceguera. Miedo y ceguera bien pudieran ser, al fin y a la postre, el epítome de una época que ha durado mucho, demasiado, en la historia de la humanidad,  teniendo en cuenta nuestra condición individual finita y mortal.