Ocultemos la soledad con un perrito
Algo en la simetría diseñada de ciertas ciudades
expulsa la vida. Porque la perfección
que nos acecha en sus esquinas rechaza
a los tristes y melancólicos,
a los desencontrados de sí.
Ocultemos entonces el dolor y la ansiedad con un perrito,
el alma devastada con Prozac.
Sedientos de gasolina para avanzar
ya podemos decir que somos máquinas.
Por qué sería mejor aceptar la vida,
y su natural vaivén y sus ciclos,
aprender que el sufrimiento es natural y exige a veces,
pararse
en el medio
del camino,
al borde
y aguardar.
Nada más.