SONETO EN QUE SE CUENTA CÓMO MUERE
ALONSO QUIJANO DESPUÉS DE HACER MORIR
AL INMORTAL DON QUIJOTE
Relincha con ternura Rocinante.
Solloza Sancho. Se arrebuja el ama.
Negro a la cabecera de la cama,
murmura el cura en un latín errante.
Muda Sansón Carrasco de semblante.
La sobrina una lágrima derrama.
El barbero, a quien nadie le reclama,
todo lo ve con su habitual desplante.
«Ya no estoy loco», dice el moribundo,
y mira en torno… Don Quijote muere
de pronto entre un olor de lluvia y cieno.
Gira sin tino el renovado mundo.
Y en su inmortalidad solo interfiere
un tal cuerdo lector Quijano el Bueno.