viernes, 23 de septiembre de 2022

AMOR ENTRE LIBROS

Cuando le dijeron si quería ser el maestro de la ceremonia de su boda, se quedó un tanto sorprendido pero al mismo tiempo supo que no podía negarse. La idea que fuera el bibliotecario emérito del pueblo donde nació la novia, BEG, quien diera verosimilitud al amor que se profesaban los contrayentes, fue del novio. Y es que, al parecer, fue en una biblioteca de la ciudad donde vivía el novio el lugar que un amigo común los presentó por primera vez. O sea, que el amor entre ambos nació entre libros no entre copas, como suele ser habitual.

La biblioteca se puede mirar y visitar de dos maneras, piensa BEG

Una, como un depósito de libros para dar información. Dos, como un lugar de encuentro de los lectores con sus libros y de los lectores entre sí a través por ejemplo de los clubs de lectura. 

BEG siempre la ha concebido de la segunda manera, Un lugar donde esperan al lector cientos de historias de amor entre personas (en las novelas y la poesía) y de amor a la sabiduría (en los demás libros). La biblioteca es por tanto una gran espacio de amor al conocimiento. Un templo del conocimiento. 


Nada más aceptar la misión que le habían encomendado, BEG fue a la estantería correspondiente de la biblioteca y extrajo la biografía que sobre Goethe escribió Rudiger Safransky. Abrió el libro por la página en que Goethe fue recensionista de libros mientras estuvo en Wetzlar. Con ocasión de una historia de amor que ha leído, el autor de Werther se imagina una auténtica representación literaria. Dice así:


¡Haz, genio de nuestra patria, que pronto florezca un jovencito, lleno de fuerza juvenil y de alegría, que empiece siendo el mejor animador social de sus amigos, indique el juego más hermoso, cante la canción más alegre [...], al que la mejor danzarina le dé contenta la mano [...], haz que encuentre una muchacha digna de él! Si sentimientos más sagrados lo llevan del zumbido social a la soledad, haz que en su peregrinación descubra una joven cuya alma sea bondad por entero y que a la vez tenga una figura llena de gracia, que se haya desarrollado dichosa en el círculo silencioso de una familia sumergida en el activo amor doméstico, que sea la preferida, la amiga y asistenta de su madre, la segunda madre de su casa, cuya alma siempre radiante de amor atraiga irresistiblemente todo corazón hacia ella, a cuya escuela fueran con gusto poetas y sabios, que verían con fascinación virtud innata, bienestar y gracia congénitos. Y haz que esa joven, si en horas de quietud solitaria siente que en medio de tanta irradiación de amor le falta algo todavía, encuentre un corazón que, joven y cálido como ella, vaya más allá de este mundo y aspire a felicidades escondidas, y así, firmemente unida a él, anhele en su compañía vivificante las áureas perspectivas de un eterno estar juntos, de una unión duradera, de un amor que teje inmortalmente. Haz que ambos se encuentren; en la primera aproximación discutirán en la oscuridad del poder oculto, pero ninguno renunciará a la suma de felicidad que aprehende en el otro [...]. Habrá en sus canciones [en las del joven] verdad y belleza viva, no ideales de burbuja de jabón, tal como bullen en cientos de canciones alemanas. Ahora bien ¿existe tal muchacha? ¿Puede existir ese joven?