El otro día, poco después de ver la película Aflicción y unos días antes de la tertulia en la taberna sobre ella, volví a ver, vaya usted a saber por qué, la película “King Kong”, según la versión de Peter Jackson. Recuerden la escena en la que la prota (Naomi Watts), a solas con el gran gorila descansando en lo alto de un risco después de hacer juntos el saltimbanqui, lo mira con atención nunca antes prestada, y dice: precioso, que precioso eres. Es cuando la negrura y la ferocidad del rostro del gran simio ilumina el rostro de Wats de forma diferente a como nos había impuesto la técnica del maquillaje hasta ese momento. No quiero dejarme llevar solo por el mito de la bella y la bestia (aunque todo mito esconde algo de la verdad humana, por eso es un mito), pero, como ya dije en la tertulia, quedé seducido por la primera imagen del gorila Wade, conduciendo su coche y explicando a su hija por qué tenía que ir a la fiesta de Hallowenn.
Si como dice Bauman todo lo que tiene que ver con la felicidad humana acaba siempre en una tienda hecho una mercancía, toda relación humana con la naturaleza acaba siempre, de forma similar, chapoteando en una ideología de inspiración romántica, bien sea según los cánones cristianos, psicológicos o, como no, ecológicos-medio ambientales. El “civilizado” Rolfe elige una mezcla de las dos primeras, cristianismo y psicologismo, para contarnos la historia de su hermano, el gorila Wade. Lo cual nos sugiere, para no caer en la tentación literalista, que debemos cambiar nuestra forma de pensar si queremos llegar a algún sitio sanos y salvos, y con sentido. Debemos dejar de pensar en forma monista, o lo uno o lo otro, o Dios, Kong o la Ciencia, etc etc, y pensar como un pulpo con todos los tentáculos a la vez, como dice Chantal Maillard.
Así lo propone la autora francesa cuando escribe en el artículo que les adjunto,
“Calificamos de ‘inhumanos’ los comportamientos que nos repugnan y utilizamos el término ‘humanidad’ como sinónimo de generosidad y empatía cuando de sobra sabemos que lo que nos caracteriza es precisamente todo lo contrario, que lo que llamamos compasión no es privativo de nuestra especie, mientras que sí lo es su grado de crueldad y el olvido o la desestimación de las leyes naturales, que cuanto ‘más humano’ sea nuestro mundo, mayor será el desequilibrio producido y más rápido el progreso hacia la entropía.”