¿Quienes somos cuando amamos?, la gran pregunta de la actualidad perpetua que debería suplir a la más contingente de las noticas sobre la pandemia y las secuelas interminables de sus pendencias. Pues es evidente que existe una relación entre el amor y la acción creativa. Lo que ocurre, sin embargo, es que es una evidencia oculta. Telmo no sabe si tapada por la costra que produce la falta de imaginación creativa, a la que nos va acostumbrando el tipo de vida que llevamos, o primero es la falta de amor que, sin saber ni como ni por qué, se evaporó de nuestras vidas si es que alguna vez hizo acto de presencia, siendo únicamente, como dicen los marquesitos del nihilismo o descreimiento dominante, una sublimación del sexo. Sea como fuere, el virus de marras algo ha debido captar en el miedo ambiente físico y mental que ha visto la oportunidad de imponer su ley, por primera vez en la historia, a toda la especie humana de este azul y zarandeado planeta.
Cuando Telmo le dijo a Z que, a pesar de no haber visto la peli, que iba sobre adolescentes y su siempre problemática educación, asistiera a la tertulia porque él sabía del asunto, supo también que no le hablaba al colega espectador sino al profesor interino de un instituto de provincias. Esa rigidez íntima y corporativa que mostró en su negación a no asistir, que es el embrión, en muchos casos, de la coraza posterior con que el exitoso docente y ciudadano se paseara por la ciudad, queriendo dar ejemplo a sus alumnos y colegas de como se debe tratar hoy con la educación secundaria, que para él es lo mismo que tratar con el mundo. Tal vez todo se deba, piensa Telmo, a la falta de ese espacio donde el pensamiento se funde con la imaginación y la imaginación vuela hasta el reino donde las cosas tienen una razón de existir. Espacio que es diferente a los andurriales, por decirlo así, donde habitualmente sobreviven ya sea con nómina altomileurista o bajomileurista. Espacio desde donde se produce la llamada que, por unos instantes, deja de ser oída para hacer algo y convertirse en una llamada para sentir junto a alguien.
Telmo insiste en que entre todos debemos construirlo, porque está convencido de que la expresión “entre todos sabemos todo” lo que se puede saber, y, de paso, nos consolamos de lo que no podremos saber nunca, necesita ese espacio conjunto, aunque a veces tenga el aspecto de escondrijo. Pero se da cuenta, al mismo tiempo, que esa forma de hablar así, sin más, tiene estructura de sermón en el desierto. Uno más. Hay algo que separa o, mejor dicho, que se interpone entre el pensamiento de Z y su imaginación que impide la fusión de ambos para que esta última coja el vuelo y se desplace a donde realmente existe su propietario. El vuelo gallináceo que alcanza es a lo mas que puede elevarse Z cuando su pensamiento y su imaginación se miran a la cara como dos extraños y se preguntan mutuamente, ¿tu quien eres?