“Todo lo que tiene que ver con la felicidad humana acaba siempre en una tienda.” (Zygmunt Bauman)
Según su recomendación al inicio de la película “Aflicción”, de Paul Schrader que nos presenta, Rolfe Whitehouse, su narrador, nos invita a imaginar a su lado durante el visionado de la misma, sugerencia que se convierte casi en una súplica cuando pronuncia sus últimas palabras (ahora me doy cuenta que la película acaba con la escena en que el espectador contempla como las llamas devoran materialmente la casa y el cadáver del padre de Rolfe, y simbólicamente consumen lentamente lo que queda del incendiario Wade, hermano de Rolfe), Así las primeras palabras del narrador son una especie de proemio verbal y las segundas lo son en forma de coda, quedando todas ellas fuera del tumulto y ardor que nos han mostrado las imágenes. Al acabar la película, las unas y las otras nos invitan a seguir imaginando, juntas pero no revueltas, con las imágenes que han comparecido entre medias, digámoslo así, de una forma sin miramientos, como un volcán escupe su lava sobre todo lo que tiene al lado, por tirar de la actualidad.
Rolfe se pone a contar porque acaba imaginando, desde la distancia bostoniana, que la dimensión de su culpa es proporcional y de la misma naturaleza que el deterioro mental de su hermano Wade. Harto de escuchar solo a su conciencia quiere, al fin, escuchar a los otros. Eso, fundamentalmente, es el significado profundo de la cultura humana, así en Boston como en Tombuctú. No mucho después de que lo haya abrazado la culpa - y justo antes de que ya no haya remedio y como manera de desprenderse de su toxicidad - Rolfe se da cuenta que no quiere dejarse consumir, hasta morir, comprando su felicidad cada día por un puñado de dólares, sino vivir junto a lo que los otros hayan podido aprender escuchando y mirando, digamos, el puñado de versos que las imágenes nos muestran.
¿Cuanto tiempo vive una película o un poema o una novela? Todo dependerá de si somos capaces de pasar de largo de la tienda que mencionaba al principio, e imaginar otro espacio donde encontrarnos.