El ensayo de Francis Scott Fitzgerald, titulado La fisura, arranca así: “Toda vida es, desde luego, un proceso de demolición”. No dice humillación, ni desintegración, dice demolición.
Más existencial “Toda vida es un proceso de humillación”, lo diría Lenny Bruce (película de Bob Fosse)
Más nihilista, “Toda vida es un proceso de demolición”, lo diría George Carlin.
Más técnico , tal vez, “Toda vida es un proceso de desintegración” lo diría Louis C. K.
Unas lineas después de la primera de su texto, Scott Fitzgerald escribe:
“La marca de una inteligencia de primer plano, democrática, es su capacidad para concentrarse en dos ideas contradictorias sin perder la posibilidad de funcionar. Por ejemplo, deberíamos poder comprender que las cosas carecen de esperanza, y no obstante estar resueltos a cambiarlas”.
Más político (relativo a la polis, no al profesional del poder), “Toda vida es un proceso de imaginación”, lo diría Manuel Arias Maldonado.