lunes, 8 de noviembre de 2021

IMPULSO CRIMINAL

 Si las primeras escenas de la película Impulso Criminal, de Richard Fleischer, sacan al espectador del mundo que han heredado sus protagonistas Judd Steiner y Arthur Straus, que no es otro que el de la burguesía religiosa bien pensante, mediante sus impulsos criminales, en la última escena lo vuelven a incorporar mediante el discurso de Jonathan Wilk. Todavía el mundo se puede sobreponer a los peores fantasmas de algunos de sus habitantes. Amor contra Inteligencia Superior ha sido el combate al que hemos asistido. Quizá Amor suene demasiado a la mojigatería vaticana e inteligencia superior al revolucionario que viene, según su ideología, a liberar al mundo de semejante castigo milenario. Pero, ¿se debe mirar así? ¿Es la propuesta de Fleischer ejemplarizante en el mundo actual?


Los espectadores bien pensantes laicos actuales, los que creen en eso de la inteligencia superior para entendernos, ven con malos ojos que Steiner y Straus mezclen a Nietzsche en sus andanzas asesinas. Lo que no acaban de aceptar, piensa el espectador Telmo más próximo a la evolución del alma del abogado Jonathan Wilk, es que ese concepto del superhombre, fruto de la imaginación del filósofo alemán, ha acabado formando parte de la herencia cultural occidental hasta hacerse viral, diría hoy un influencer, aunque cada cual lo use como si fuera propiedad individual. O dicho de otra manera, los espectadores bien pensantes laicos han heredado la tradición del concepto de Dios, que cada cual, a su vez, lo ha transformado o maquillado durante los últimos doscientos años tantas veces como lo ha considerado necesario. Téngase en cuenta como ejemplo de la película a la familia Straus. Por lo tanto, Arthur Straus, el vástago mimado de esta, devuelve a la sociedad de forma indubitativa lo que le prestaron sus padres fieles seguidores de Dios, aunque con la impronta propia del uso que de ese préstamo ha hecho el mismo, ahora fiel seguidor de la inteligencia superior del superhombre nietzchiano. Al entender de Telmo es difícil imaginar a Straus y Steiner de otra forma que no sea eternamente jóvenes y asesinos. De hecho, la cadena perpetua es el peor castigo que pueden infringirles. Es por ello que el discurso final de Wilk tiene ese doble significado. Por un lado, restituye la dignidad en el seno de la humanidad contra la violencia del Estado, pero por otro devuelve el concepto de paso del tiempo a la existencia humana. 


Escribe Alejandro Gándara: El tiempo es un sentimiento: no es una abstracción, una noción, un concepto. Es el sentimiento de que algo se ha perdido, de algo que pudo haber sido y no fue, de que algo se quiso y no se pudo tener, de algo que ya no será, de que no se puede volver atrás, esa irreversibilidad melancólica. Es un sentimiento que además se muestra a los sentidos.