Leo en una revista que la profesión médica en lugar de ser el arte de curar, se está convirtiendo, por la presión de los protocolos y los imponderables de la carrera profesional diaria, en “un pisotón a nuestra imaginación”. Y, de paso, le contesto, a la del paciente potencial que somos todos, pues esa locución resume acertadamente lo que hacemos cada día como seres hablantes, sea cual sea el ámbito donde hablemos. O amamos incondicionalmente las palabras (lo sensible), o las usamos interesadamente según nuestra conveniencia (lo instrumental). Todo lo que digamos o hagamos a continuación viene determinado por ese amor o ese interés. No olvidemos que somos seres humanos porque somos seres hablantes de forma articulada. Es decir, somos seres humanos porque somos seres pensantes.
La mayoría de esos seres pensantes que habitan en las plataformas o aledaños, que conforman el mundo digital actual, ha decidido llevar al extremo en su vida cotidiana la tradición material o instrumental de nuestra civilización occidental respecto al uso de las palabras (el resto de seres pensantes vivimos desconcertados en los márgenes), al igual que, para entendernos, se vienen usando desde hace siglos los martillos, los tenedores, los cañones, los edificios, etc. Olvidando por completo que nuestra tradición tiene también un amplio y glorioso trato sensible con las palabras, lo cual forma parte de ese lado espiritual de nuestra naturaleza humana y, por tanto, de la civilización occidental.