lunes, 16 de agosto de 2021

LA MUJER DE AL LADO

 Hay dos modos de representar y ver la tragedia humana. Para Aristóteles las mejores tragedias, es decir, las más simples, se construyen en torno al paso repentino de la prosperidad a la miseria. Este cambio drástico no vendría causado por la depravación moral (que no puede considerarse trágica, ya que no despierta ningún sentimiento filantrópico), sino por error del carácter. Sófocles sería el autor que mejor lo representa. Luego está el tipo de tragedia que inauguran los románticos en el siglo XIX en la que prevalece la depravación moral y lo sensacional, anticipando con ese impulso el espectáculo de la sociedad de masas y de consumo del presente. De esta última visión la que más me conmueve es la del dramaturgo y poeta alemán Heinrich von Kleist, por su manera de planificar su propio suicidio con la complicidad su novia. Visité, cerca de Berlín, el lugar de los hechos y realmente me ayudó a habitar o a verme reflejado en ese tiempo pasado que materialmente ya no existe.

A mi entender, la película de Truffaut está construida con los dos modelos entremezclados y eso es lo que la hace extraña y desconcertante ante mi mirada. El modelo de la narradora Odile Jouve, que intenta su suicidio fallido inspirado en el  modelo trágico aristotélico y, sin embargo, ella misma nos cuenta la tragedia de los protagonistas Bernard y Matilde desde la visión del modelo romántico. Aunque, si prestamos atención, lo hace de una forma contenida teniendo en cuenta el tiempo histórico, últimas décadas del siglo XX, en que se representa la acción de la película. 

¿Por qué decide contarlo, por decirlo así, de esa forma híbrida? Esta sería la primera pregunta que como espectadores de “la mujer de al lado” os propongo.