miércoles, 30 de abril de 2025

ROGER WOLFE

 NOCTURNO

Deliciosa noche
de mediados de primavera:
sedosa, ligera, acariciante
como un aromático ungüento
impregnado de fragante humedad.

No hay noches como esta
salvo en mayo (y de junio
los primeros siete u ocho días).

La luna está velada: me dice
el pastor que llevo dentro
que quizá mañana lloverá.

El silencio
es profundo como un rezo.

Lo entrevero
con la música inmortal de Goethe
y me repito —suaves cadencias
de un ritornello interior—
que el universo (del mundo
no hablo ahora) no podría
estar hecho mejor.

CLUB DE LECTORES ADULTOS 25

 Digámoslo así. La autocracia del YO-ZARISTA: la relación mística del Uno con su Ego, puede poseer la Razón Absoluta el solo, (absolutismo llama a absolutismo), de hecho es a lo que se dedica todo el día de forma autoafirmativa y autocomplaciente. A tal sujeto no le hace falta, por tanto, ningún club de lectores, ni que le convoque ningún narrador. Nada de lo anterior impide, sin embargo, que la verdad narrativa siga siendo algo que se siente individualmente al leer, pero que se busca entre los otros lectores, con el narrador al frente de su historia. 

*

La democracia lectora es el sistema de convivencia y civilización basado en la aceptación de quienes son lectores distintos. Persuadir y ser persuadidos, nos hace usar la razón individual en beneficio de alcanzar ser razonables en compañía de los otros lectores. No nos es dado al nacer, hay que aprenderlo, al igual que aprendemos a leer y a escribir de forma mecánica. Eso es lo que se conoce como la ética de la educación. Un club de lectores me parece, para tal propósito, una herramienta insustituible. De la complejidad inherente a esta democracia lectora se deben hacer cargo los propios lectores, no un comité de expertos.

*

Como lector siempre me ha fascinado y al mismo tiempo me ha llenado de temor, el momento en el que uno cualquiera de los lectores asistentes al club de lectores  se pregunte o le pregunten ¿que es la verdad?, como derivada de la propia conversación mantenida hasta ese momento, y en lugar de continuar conversando, opta por abandonar la reunión, no sin un cambio visible en su semblante, tendente a la molestia o la ofensa.

jueves, 24 de abril de 2025

ERNESTINA DE CHAMPOURCÍN

 La voz del viento

Búscame en ti. La flecha de mi vida
ha clavado sus rumbos en tu pecho
y esquivo entre tus brazos el acecho
de las cien rutas que mi paso olvida.

Despójame del ansia desmedida
que abrasaba mi espíritu en barbecho.
El roce de tus manos ha deshecho
la audacia de mi frente envanecida.

Navegaré en tus pulsos. Dicha inerte
del silencio total. Ávida muerte
donde renacen, tuyos, mis sentidos.

Ahoga entre tus labios mi tristeza,
y esta inquietud punzante que ya empieza
a taladrar mi sien con sus latidos.

EVA RODRÍGUEZ

 Desterrados (fragmento)

Miro el paisaje atado a mis ojos
su verdor terrible
ambos desterrados
grises testigos
de un mundo sobreexpuesto

Miro el reflejo
de la rapaz que huye
por el cortado del monte
y tiemblo
yo soy su presa
el añadido expuesto

Miro
al fulgurante sol
que me ciega
y me alumbra
y dinamita mi ausencia

CLUB DE LECTORES ADULTOS 24

Por el solo hecho de ser convocados como lectores alrededor de un narrador y su historia, la atmósfera que se crea en ese espacio esta ineludiblemente afectada bajo la exigencia de esa voz narradora. No  es pertinente, por tanto, comenzar a hacer mohines de malestar o desacuerdo simplemente por no alcanza a oír o entender lo que el narrador, al que acabamos de conocer, nos está diciendo. Este acabar de conocer es importante pues lo hacemos con alguien que es muy conocido por quien lo ha construido, el autor del libro. Luego leer es tratar de llegar a estar a la altura de ese conocimiento y reconocimiento. Leer es atención, memoria, capacidad asociativa, leer, en fin, es una tarea que requiere esfuerzo y dedicación.

*

Sin embargo,  visto así, es decir aceptando esos mohines y quejas como forma de legitimarnos como lectores ahí donde hemos quedado con otros lectores, visto así digo, un club de lectores no es otra cosa que una terapia ocupacional mas que la política cultural del estado de partidos organiza, en este caso a cuenta de la literatura, para combatir el aburrimiento que inevitablemente aparece en las zonas de confort mental de los ciudadanos bien pensantes que sostienen ideológicamente a aquel estado y sus partidos. Del aburrimiento material ya se encargan las multinacionales del consumo y sus grandes superficies y terminales.

miércoles, 23 de abril de 2025

CUENTO DE VERANO

 FICCIÓN DE FILMAR Y FICCIÓN DE VIVIR

La película Cuento de verano, de Eric Rhomer, glosa las relaciones de amistad y de aproximación al amor de unos adolescentes que juegan a mayores, entre inseguridades, dudas, inquietudes, inexperiencia, curiosidad y temor al fracaso. Los cuatro hacen uso de simulaciones, ocultaciones, pequeñas mentiras, palabras ambiguas y falsas apariencias, para protegerse de compromisos que no desean y de debilidades que no quieren revelar. Como es habitual en el realizador, el azar ocupa un lugar relevante en la historia.


Sin embargo, ver hoy ésta película es como hacer la lectura de la Ilíada o la Odisea de Homero, o la Eneida de Virgilio. Es una una narración que me da la impresión que forma parte de una época lejanísima, tan lejana, como pueden ser los tres textos clásicos mencionados. Es imposible hoy imaginar esta película (o una novela) donde la acción narrativa transcurra sin la mediación determinante de los dispositivos digitales que dominan el espíritu de nuestro tiempo. Es imposible imaginar esta película (o una novela), y que claro está te la acepten los productores o las editoriales del ramo, donde la gran parte de su duración lo ocupen los diálogos entre sus jóvenes protagonistas, mientras bajan y  suben, van y vienen, pasean por la playa y se meten en el mar, etc., mirándose cara cara, o de soslayo, mirando a la cámara o al cielo o al suelo, pero siempre uno al lado del otro, acompasando sus pasos o entrecruzándolos, aguantando con total entrega los mohines del cuerpo de cada cual. Todo lo cual convierte a la película de Rhomer en una pieza de carácter arqueológico que nos remite a cuando los seres humanos aún mantenían su condición de mamíferos hablantes y sociales. Una pieza de museo donde, no obstante, todo es efímero y eterno al mismo tiempo, digna de estar en el arqueológico o en la filmoteca nacional, donde descansar en su eternidad a la espera de que algún estudioso extraiga de sus entrañas la explicación del misterio de tal anomalía temporal. 


Y espero esa explicación con especial afán, ya que al escuchar los interminables diálogos y ver los sinuosos movimientos andarines de los protagonistas, en todos y cada uno de los planos y secuencias que ha construido el director para llevarlos por la ficción de la película y, aquí está lo importante, también por la ficción de sus vidas, tengo la impresión al final de la película - como cuando una vez más miro las pinturas de Velázquez o escucho las sonatas de Mozart - que Rhomer ha hecho esta película para que yo la admire hoy, casi cuarenta años después, y la sigan admirando los que la vean cuarenta años después de que yo la haya visto. Rompiendo en ambos casos el abismo temporal que la tecnología digital ha abierto en nuestro presente respecto el inmediato pasado y el futuro por venir. 


¿Conviene preguntarnos si hay continuidad de aquel ayer en este hoy?¿En donde sí y en donde no? Sin duda, aunque sea más una intuición que una evidencia. Serán preguntas pertinentes siempre que nos situemos más allá de la actualidad, es decir, más allá de la servidumbre propia de nuestra vida mortal que solo tiene lugar ahí en esa actualidad. Preguntas que si nos posibilita la mirada de este Cuento de verano.


Llevo más de 22 años coordinando un club de lectura y un cine forum. Desde la primera novela y la primera película he defendido - en el momento de su presentación ante los lectores/espectadores  y antes de comenzar la conversación entre ellos sobre lo que ha significado su lectura y su visionado - que vida y literatura/cine se nutren mutuamente sin llegar a fusionarse. Por decirlo con Jean Paul Sartre, desde el lugar que ocupemos en la vida la literatura/cine nos llama. De cómo preguntemos a esa llamada nos convertiremos en unos lectores/espectadores o en otros. Eric Rhomer filma en este Cuento de verano, ni más menos, que esa doble llamada, que en Sartre es un concepto inimaginable. Nos llama como seres vivos y actuales en la butaca: eh, despierta de la complacencia de tu comodidad o del miedo paralizante de tu cobardía. Pero también nos llama como seres espectadores para que enfoquemos nuestras atención hacia los planos y secuencias que aparecen en la pantalla mas allá la actualidad que nos atornilla a nuestra butaca.


Y fue entonces cuando, una vez más me imaginé sentado en la mesa habitual del cinefórum y del club de lectores, rodeado de todos los asistentes aquella tarde nublada, el silencio dominando cada molécula del aire inmóvil, y sin nada más que decir, aunque por primera vez con la duda de que se pudiera decir algo hoy de esta cuento veraniego, al margen de lo que ya han dicho lo especialistas y estudiosos del ramo. La ficción de la vida y la ficción del cine se dan la mano, sí, incluso un abrazo, en un gesto de reconocimiento mutuo. Pero cuando iba a hacer la primera pregunta para iniciar el debate, continúe imaginado, el ruido estrepitoso de dos móviles saltaron a la palestra sin miramiento. Poco antes, en plena sala de proyección otro móvil no perdió la ocasión de salir a competir con esa primera pregunta que, más allá de actualidad de aquel dispositivo felón, se iba incubando en mi mente.

viernes, 18 de abril de 2025

JOHN MILTON

 EL PARAISO PERDIDO (fragmento)

A los frutos de aquel árbol vedado,
cuyo sabor letal trajo a este mundo
la muerte junto a todos nuestros males,
por perder el Edén el primer hombre
que desobedeció, mientras no vino
otro mucho mayor a redimirnos,
recobrando también la feliz sede,
canta Musa celeste, que en las cimas
de Horeb o Sinaí, tan escondidas,
inspiraste al pastor, que fue el primero
en enseñar al pueblo ya escogido
cómo del Caos salieron Cielo y Tierra:
o si el monte de Sión más te complace
y es Siloé la fuente de tu gusto,
tan cerca del oráculo divino,
ayuda desde allí a mi osado canto,
pues se pretende alzar en sumo vuelo
sobre el monte de Aonia por contaros
lo que nunca narróse en prosa o verso.

CLUB DE LECTORES ADULTOS 23

AFORISMOS

La experiencia del club de lectores debería darse en el campo narrativo que define la novela o el cuento que los convoca, no en el campo narrativo de la zona de confort de cada uno de los lectores, como sucede habitualmente. 

*

A eso que tu llamas tener empatía lo es en la zona de confort del lector, no en la zona que define el narrador del texto que nos ha convocado en el club de lectores. Y es que el sentido del mundo está fuera de la actualidad de la vida.

*

La autocracia zarista del YO LECTOR no es otra cosa que la  relación mística del Uno con su Ego.

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Un club de lectores es el lugar de encuentro de la vulgaridad mundana y la élite aristocrática - herencia ambas del antiguo régimen - para alcanzar juntas la nueva excelencia democrática. 

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Un club de lectores es el lugar donde la masa entra para perder vulgaridad y la élite aristocrática entra para perder vacua pomposidad, y encontrarse, ahí, en lo que se llama la excelencia de la lectura. Siempre como no, más allá de la actualidad de la vulgaridad y más allá de la actualidad de la élite aristocrática. Para lo cual, los unos tienen que tener tomar conciencia de su vulgaridad y los otros tienen que tomar conciencia de su elitismo, que es desde donde ambos parten.

*

Dicho de otra manera. Deberíamos vigilar, observar o atender de qué manera nuestro carácter - bien vulgar- bien aristócrata- bien una mezcla de las dos - atenta contra la obtención de la excelencia. 

*

La excelencia sería el punto común, el denominador común de encuentro de los vulgares y de los elitistas, de los de carácter vulgar y los de carácter aristócrata, independientemente del dinero que tengan para consumir en el supermercado del mundo. 

*

La vulgaridad y el elitismo aristocrático  son más bien formas del carácter, antes que formas de tener el bolsillo lleno. Hoy en día, son formas de carácter no estatus de clase o de cuna.

*

Dicho de otra manera. Deberíamos vigilar, observar atender de qué manera nuestro carácter, bien vulgar bien aristócrata bien una mezcla de las dos, atenta contra la obtención de la excelencia. La excelencia sería el punto común, el denominador común de encuentro de los vulgares y de los elitistas, de los de carácter vulgar y los de carácter aristócrata, independientemente del dinero que tengan para consumir en el supermercado del mundo. 

*

La vulgaridad y el elitismo aristocrático son más bien formas del carácter, antes que formas de tener el bolsillo lleno. Hoy en día, son formas de carácter no estatus de clase o de cuna.

*

Los clubs de lectores son un producto de la industria editorial y del poder político cultural, no un fenómeno propiamente narrativo.

*

El lector debería renunciar a la identidad personal y a la actualidad del momento, donde ambas acontezcan, en beneficio de la belleza del objeto y de la verdad narrativa de lo que lea en ese mismo momento.

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Los clubs de lectores deben ser los límites a la engañosa autodeterminación y autocomplacencia lectora. La autodeterminación del lector no debe estar por encima de cualquier ley, incluida la ley narrativa que da forma a la novela o el cuento que está leyendo, donde se impone la voz del narrador que cuenta la historia.

lunes, 14 de abril de 2025

MARIBEL ANDRÉS LLAMERO

 Ocultemos la soledad con un perrito

Algo en la simetría diseñada de ciertas ciudades
expulsa la vida. Porque la perfección
que nos acecha en sus esquinas rechaza
a los tristes y melancólicos,
a los desencontrados de sí.

Ocultemos entonces el dolor y la ansiedad con un perrito,
el alma devastada con Prozac.

Sedientos de gasolina para avanzar

ya podemos decir que somos máquinas.

Por qué sería mejor aceptar la vida,
y su natural vaivén y sus ciclos,
aprender que el sufrimiento es natural y exige a veces,

pararse

en el medio
del camino,
al borde

y aguardar.
Nada más.

EL AGOBIO

Dada la mala suerte que tienen con los padres que les han tocado, parece increíble que todo lo que hacen en sus vidas esté exento de ese agobio que hoy domina las acciones y las relaciones de su familia. Ni un minuto más, ni una gota de sudor de menos, dedican a los variopintos asuntos que tienen que resolver cada día. Ya sabes que desde Anna Karenina todas las familias son igualmente felices, pero las desdichadas lo son cada una a su manera. Es por ello - desde que la polarización social y política  se ha adueñado de las mentes individuales de cada miembro de esta familia - que el agobio se ha convertido en una ideología. En este nuevo contexto el agobio de su madre es reaccionario y el de sus hijos progresista. Es decir, están a la deriva. Todo porque aquella se empeña en seguir llenando de alpiste la jaula del canario que ha muerto hace ya un año, y también por ir a hacer la limpieza a casa de sus hijos que se acaban de mudar a un piso de ocupas. De repente, y contra todo pronóstico, la jaula vacía y el piso ocupado se han convertido en la mayor fuente de agobio de la madre y, por extensión umbilical, de los hijos.


jueves, 10 de abril de 2025

LA CONVERSACIÓN

 LA CULPA DEL FISGÓN

La actitud del espía es una de los atributos del carácter corroído por el resentimiento y la culpa. También pude ser una profesión, bien pagada por cierto. Que quede claro que, a mi entender, espiar/vigilar no es sinónimo de mirar al otro. Así como mirar al otro no forma parte de nuestros hábitos cotidianos, espiar es más habitual de lo que las estadísticas están dispuestas a reconocer, sobre todo desde que el confinamiento de la pandemia aumentó de manera exponencial el número de tipos que se dedican al espionaje. Que “siempre hay alguien que nos espía” es una de esas frases que proceden del ámbito literario pero que han hecho fortuna en el almacén de los tópicos cotidianos. Si a eso le añadimos el sentimiento de culpa de matriz cristiana, que se ha extendido como un virus por todas las conciencias del presente - todo el mundo hace daño a alguien bien con su mirada bien con su palabra, ya que nadie ni nos mira ni nos habla como nos gustaría que nos mirasen y nos hablasen, lo cual ha hecho crecer el número de víctimas y de verdugos, y la culpa consiguiente que se desprende de todo ello - tenemos a la vista el confinamiento culpable de cada conciencia, incapaz de absorber tanta culpabilidad, que se ha hecho coraza en nuestra conversación y quehacer público. Perdura, así, esa máxima en nuestras mentes que consiste en simplificar la complejidad de las causas convirtiéndolas en culpas, y sus derivadas hechas espionaje. Seguimos creyendo, como nuestros ancestros, que el mal siempre viene de fuera y debe ser expulsado con violencia, mediante el primer sacrificio que tengamos a mano. Dime a quien culpas y te diré que tipo de espía eres. Lo que he querido introducir con lo anterior es que la peli de Francis Ford Coppola, “ la conversación”, va de esto, la culpa del fisgón.


Harry Caul, un detective de reconocido prestigio como especialista en vigilancia y sistemas de seguridad, es contratado por un magnate para investigar a su joven esposa, que mantiene una relación con uno de sus empleados. La misión, para un experto de su categoría, resulta a primera vista inexplicable, ya que la pareja no ofrece ningún interés. Sin embargo, cuando Harry da por finalizado su trabajo, advierte que algo extraño se oculta. Su cliente no quiere aparecer ante él, siempre lo hace por intermediarios. Es cuando surgen ante él unos vestigios de su pasado profesional que creía olvidados. Su trabajo de vigilante lleva aparejado el castigo del vigilado o de alguien de su entorno. Y su sentido del honor no lo acepta. Y la culpa que de ahí emana lo torturó entonces y lo vuelve a torturar ahora ante el temor que se repita. 


Todo sucede a través de los oídos de Harry Caul (Gene Hackman). Los sonidos nos ayudan a reconstruir la realidad subjetiva del personaje, cuyo punto de vista nunca se abandona, tanto si lo que vemos queda al alcance de sus ojos como si no. Ahí está el milagro de la cinta. Sin embargo, ¿cual es ese punto de vista? Hay una escena que aparece de forma discreta entre todo el utillaje que acompaña a la complejidad del montaje de sonido, excelente por cierto, que define el sentimiento que acompaña al punto de vista del protagonista y, por tanto, de la película. Es aquella en la que, sin previo aviso para el espectador, Caul entra en una iglesia y se acerca al confesionario a decir sus pescados al sacerdote que hay dentro. No hay mejor forma, a mi entender, de mostrar el sentimiento básico de la culpa que mueve y tortura a Caul y por extensión al mundo, que ya empieza a dejar ver sus mañas tecnológicas para controlar a todo lo que se mueve por parte de quienes quieren marcar y controlar sus límites. Incluido a Harry Caul que pensaba que su profesión se atenían únicamente a vigilar y cobrar. Recordemos la peli “la vida de los otros.” 


Cuando al final Caul descubre que además su trabajo incluye el castigo, en forma de asesinato impremeditado y no sujeto a la causalidad de lo que ha oído, nada es como se oye, su moral cristiana no lo tolera, por lo que, en un arrebato de ira, desolla las paredes de su casa dejándola irreconocible. Eso sí con el acompañamiento último de un solo de saxofón por parte del propio Caul. Que la ironía no falte en los momentos más desesperados de la condición humana. Bien por Coppola. Escena que culmina esta conversación guiada por un personaje que apenas habla, fracasado en las relaciones sociales y amorosas, que vive atado a los sonidos que oye y entrelaza, y al temor que le despierten el sentimiento de culpa, el único que parece abrazar su alma.




MARÍA PAREDES

 LA VIDA PUEDE SER UN VERANO (fragmento)

No, yo nunca he aspirado
un viscoso veneno de serpiente.
Qué va. No he estado a mar abierto
sin brazos, pulmones ni piernas
-esquife imposible de vela rota-.

No te asustes,
que no he encontrado nunca cañones
cuando buscaba monedas
-su cuño, decían, de un fulgor tramposo,
no era para mí-.

No temas. No tiembles.
Es todo mentira.
No es verdad que pueda recorrer países
sólo con mirar la palma enferma de mi mano.
No he conocido el ruido ni los alambres,
ni los dientes de las sierras,
ni las playas más en sombra.

Jamás he tenido sed.

martes, 8 de abril de 2025

JAVIER ALMUZARA

 EL DON DE LA EBRIEDAD

De la oscura grandeza del final
y el radiante comienzo renovado
se admira este romántico ilustrado
que ama el día y la noche por igual,

que paseará su fiel felicidad
en el mundo, sabiendo lo que entraña,
si una luz habitable lo acompaña
a los umbrales de la soledad.

Por la música, forma conmovida
del tiempo, que en el verso late y piensa;
por la belleza, esa virtud propensa
a no dar nuestra esencia por perdida,

que traiga su ebriedad a mi canción
la vida en la más alta graduación.


CLUB DE LECTORES ADULTOS 22

 Escribir narrativamente no es informar y Leer narrativamente no es mirar el periódico. Aprendemos a mirar. Vamos de la introspección a la realidad y viceversa, sin usar grandes palabras abordamos el conflicto entre lo universal y lo histórico, lo autobiográfico y sus máscaras,, y entendemos que en literatura la manera de decir es lo que se está diciendo, aunque a veces los afanes estilísticas están tan huecas como el prestigioso minimalismo ornamental.

Un club de lectura es un fenómeno sin precedentes, como dice Ireneu Vallejo. Un impulso lector nacido con energía espontánea, libre y horizontal. Un regreso a las comunidades forjadas en torno a las historias. Una ampliación del campo de pensamiento.

*

Leemos, y además nos comprometemos con lo leído en compañía de otros lectores, para olvido de nuestros males y como remedio para nuestras preocupaciones. O leemos en compañía para celebrar la búsqueda de la verdad que nos fundamenta. Leer, según este segundo paradigma, no es replegarse sobre lo propio como pretende el primero, es, sino, como un elevarse a un plano virtualmente universal en donde cada uno puede considerarse de iure igual en derechos y obligaciones a cualquier otro en la esfera pública. Una verdad literaria que, como decía Ortega y Gasset, ha de atraer, por su propia naturaleza, a todo lector despierto y curioso. Una verdad literaria que sostiene y alienta a todo cuento y novela, que no es exclusiva de un grupo.

*

¿Qué es lo que alguno de esos lectores puede  plantear en un club de lectores? Asuntos auténticamente literarios. Asuntos mas allá de la actualidad o cotidianidad del lector. A saber, asuntos sobre el sentido de la vida y de la muerte, sobre el mundo y la cultura, sobre el saber y el comunicar el crear, sobre la sociedad y la historia, todo esto necesariamente incumbe a todo ser humano que vive de forma consciente su vida, no solo al académico o al investigador del ramo. De modo que el club de lectores descansa en una previa concepción mundana del ser y del lector: si la verdad concierne a todo ser humano, el narrador del cuento y la novela debe dirigirse a todos con un lenguaje que permita alcanzar la comprensión universal que lo sostiene. Belleza y emoción deben ir unidas a la rigurosa verdad que habita en ese universal. La verdad literaria es una oferta de sentido, que atraviesa a quienes en el club de lectores entienden su aceptación gracias a su capacidad de generar consensos sobre su valor y fecundidad.

*

Uno es lector humano del mismo modo que la sociedad a la que pertenece, que no es un aglomerado arbitrario de personas, sino su conjunto cualitativamente específico, con un estado colectivo de creencia; la historia es el todo articulado de sociedades. Por ello, la perspectiva histórico-universal incluye la perspectiva individual y la social, es la perspectiva integral de lo humano.

jueves, 3 de abril de 2025

ISABEL MARINA

 NO EXISTE EL FIN

Puede parecer un milagro
que, después de tantos años,
siga el amor expresándose
en nuestros cuerpos,
nos siga amalgamando
en una alquimia,
en un renacimiento continuo,
devolviéndonos a la epifanía
de la primera vez.

Se abrazan nuestros cuerpos
y los dos comprendemos
que estábamos juntos
antes del principio,
y que no existe el fin.

EL ÚLTIMO AMOR DEL PRÍNCIPE GENGHI

 EN UN MUNDO ENCANTADO 

Leído el cuento de “el último amor del príncipe Ghengi” dentro de un mundo desencantado como el nuestro, la tecnología digital dominante, promotora de ese nihilismo, es una forma extrema, y no confesada, de encantamiento - me gusta/no me gusta; me encanta/no me encanta - que puede entrometerse en nuestra lectura sin control por nuestra parte. Sin embargo su autora, Margueritte Yourcenar, gran conocedora del mundo antiguo y clásico, tiene un gran talento para representar atmósferas del pasado en el presente mediante la creación de potentes voces narrativas que van y vienen haciendo verosímiles la relación de esos tiempos históricos tan distantes y distintos. Véase la afamada “Memorias de Adriano.”


En el cuento que comento, como ya he mencionado, mediante el uso adecuado del lenguaje su narrador consigue mostrar al protagonista Genghi, ante la mirada atenta del lector de nuestro presente, no como un honorable príncipe de entonces envejecido a los 50 años, ni a la “Dama del pueblo de las flores que caen” como una simple criada y concubina esclavizada al único servicio de aquel. Lo que quiero decir, es que las palabras de este cuento no son un signo o etiqueta que sustituye a otra cosa o persona. Ejemplo: el signo “príncipe japonés” no sustituye al titulo nobiliario oriental de hace muchos siglos. El signo “Dama del pueblo de las flores que caen” no sustituye a sierva  esclava sexual de la misma época. El signo cabaña o palacio japonés no sustituyen al objeto cabaña o palacio japonés de aquellos años medievales.


Las palabras de este cuento son el nombre de una Idea o Sentimiento (sentir el sentido), con toda su capacidad evocativa y asociativa en el momento que se leen. Están llenas de vida y han llegado hasta nosotros gracias a la labor de quien nos cuenta la historia: el narrador. Así el Quijote, Madame Bovary etc. El sentir de las palabras del cuento de Yourcenar acucia al lector y el sentido hace que ligue las cosas, desvelando el sentimiento que las sostienen y las empujan. Al leer el cuento de Ghenji hay que hacer y aprender el tránsito que se efectúa entre lo histórico y lo universal, entre la intimidad individual y la exterioridad común, quitando las capas que su uso, casi siempre proveniente del interés ideológico o instrumental del momento, ha ido poniendo sobre ellas.


¿Donde están hoy los cincuentones que hablan desde la proximidad de la muerte? Escalando un ocho mil en el Himalaya. Participando en campeonatos de Sky de alta exigencia en los Alpes. Jugando al pádel. Entrenándose para la maratón de Nueva York para tratar de bajar de las dos horas. Y, como no, intentando seducir, vía  internet, a jovencitas de veinte años. En este aspecto, digamos, material y corporal, los cincuentones del siglo XXI no han cambiado mucho respecto al príncipe Ghenji. Es en la trampa asesina de la dualidad cuerpo y alma donde se producen las mayores diferencias. Debido a las incompatibilidades de sentido y de reducción cognitiva. Y teniendo en cuento la acción política como medio de transmisión del sistema de incompatibilidades.


Fue Max Weber quien diagnóstico, a principio del siglo XX, que la modernidad había ido desencantando a la sociedad de un modo irreversible. Weber llamaba desencantado al nuevo mundo de las decisiones personales, de los individuos separados de la iglesia, el de la descripción científica del universo y de todos aquellos elementos fascinantes que iban a construir la era moderna. Lo que quiero decir es que a diferencia de la sociedad premoderna y encantada, donde Yourcenar sitúa la acción narrativa de su cuento, el lector que hoy lo lee sostiene y reproduce aquellos elementos del desencanto hoy dominante que he mencionado. Un dato sociológico o antropológico, si se quiere, que al aplicarlo al cuento de Ghengi se convierte en un dilema narrativo. ¿Es posible el acto de la lectura de un modo comprometido y responsable con el texto concreto en cuestión en estas condiciones: ser lectores pertenecientes a la modernidad desencantada. Aún más, a una sociedad que todo lo más a que aspira, en su relación con la acción creativa, es al entretenimiento? La concreción del texto en cuestión y la abstracción de ser lectores pertenecientes a la modernidad desencantada, pero al mismo tiempo pegados como una lapa a la tecnología digital, ¿se avienen de alguna manera y en algún sitio del acto de la lectura de ese texto concreto o muestran sin aspavientos su incompatibilidad, lo leas como leas, lo mires como lo mires? ¿Tienen alguna relación nuestros “me gusta o no me gusta diarios”, con los anhelos de la “Dama del pueblo de las flores que caen” respecto al príncipe Ghengi, y viceversa? Como epítome de todo lo anterior dejo lo que dice la “Dama del pueblo de las flores que caen” en el primer encuentro con su amado cincuentón, ya casi ciego del todo…”Me he perdido por los senderos de la montaña y lloro porque me dan miedo los jabalíes, los demonios, el deseo de los hombres y los fantasmas de los muertos.”